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Atenas y el riesgo moral de Europa

Los brutales recortes impuestos por la Troika han provocado una catástrofe humana. Hace falta una conferencia europea como la que en 1953 condonó la deuda a Alemania

Ignacio Sánchez-Cuenca 31/01/2015

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La expresión “riesgo moral” es la traducción literal de la expresión inglesa moral hazard, un término procedente de los estudios actuariales. Allá por el siglo XVII, las compañías británicas de seguros estaban preocupadas por la posibilidad de que los asegurados asumieras riesgos excesivos. Si esos riesgos se materializaban, la carga la tenía que asumir la compañía. El asegurado podía permitirse el lujo de tener un comportamiento negligente, sabiendo que estaba cubierto. En el lenguaje de la época, se consideraba que ese comportamiento era inmoral. De ahí la expresión de “riesgo moral”.

La crisis del euro, en buena medida, gira en torno al “riesgo moral”, tanto en su sentido positivo, analítico, como en su sentido normativo. Y la víctima principal de dicha crisis es Grecia.

1. La crisis

En las elecciones legislativas del 4 de octubre de 2009, el vencedor fue el PASOK, con un 43,9% del voto. Su líder, Yorgos Papandreu, era el descendiente de una de las tres dinastías familiares que han dominado la política griega (las otras dos son la Karamanlis y la Mitsotakis). Su padre, Andrea Papandreu (1919-1996), fue el fundador del PASOK y primer ministro entre 1981 y 1989 y 1993 y 1996; su abuelo, Yorgos Papandreu (1888-1968), también fue primer ministro en los años finales de la Segunda Guerra Mundial y entre 1963 y 1965.

Papandreu nieto, al poco de llegar al poder, anunció que el gobierno saliente de Nueva Democracia había falseado las cuentas públicas. Las estimaciones realizadas por el anterior equipo situaban el déficit fiscal en torno al 6-8% del PIB. El nuevo primer ministro dijo en febrero de 2010 que el déficit real del año anterior era el 12,7% y poco tiempo después la Comisión hizo un nuevo ajuste contable, concluyendo que el déficit ascendía al 15,2%, el más alto de la eurozona.

El engaño fue posible por la colusión entre el Gobierno derechista y grandes bancos norteamericanos como JP Morgan y Goldman Sachs: mediante productos financieros complejos (derivados) consiguieron escapar de los controles comunitarios a la contabilidad nacional.

Las revelaciones de Papandreu provocaron preocupación en los mercados financieros. Los temores se tradujeron rápidamente en un aumento de la prima de riesgo de la deuda pública helena, que ya era bastante elevada antes del inicio de la crisis (en torno al 100% del PIB).

Dado que en la eurozona los Estados nacionales no disponen de una política monetaria propia y el Banco Central Europeo (BCE) tenía prohibido actuar como prestamista de última instancia, el gobierno griego no pudo hacer nada para frenar la prima de riesgo. Se generó así un problema de insolvencia, que podía acabar con Grecia fuera del euro y el contagio de otros países fuertemente endeudados con el exterior, como Irlanda, Portugal y España.

En un primer momento, Alemania acudió a los tratados. El Tratado de Maastricht establecía claramente que los países no podían ser rescatados. Esta era una cláusula que Alemania había impuesto para entrar en la unión monetaria. Si no había posibilidad de rescate, no habría “riesgo moral” y los países tendrían una conducta fiscal prudente.

Sin embargo, la UE no podía desentenderse del problema una vez que lo previsto en los tratados no había funcionado. Después de un tenso forcejeo diplomático, Alemania aceptó la creación de un fondo de rescate a cambio de que se introdujeran políticas de austeridad en los países endeudados y con problemas fiscales. Como consecuencia colateral de ese acuerdo, el Gobierno español presidido por José Luis Rodríguez Zapatero se vio obligado a aprobar en mayo de 2010 un primer plan de austeridad. Era la condición que ponía Alemania para proceder al rescate de Grecia.

El primer rescate tuvo lugar ese mismo mes de mayo de 2010. Grecia fue intervenida: recibió un préstamo de 110.000 millones de euros, con un tipo de interés considerable, 5,5%, y el país tuvo a cambio que someterse a un plan de ajuste brutal, con subidas de impuestos, recorte del gasto público, recortes de pensiones, despido de funcionarios, etcétera. Hubo huelgas generales y protestas casi diarias.

El plan no funcionó como se esperaba y la situación económica empeoró considerablemente. El dinero del préstamo no se quedó en Grecia, sino que en su mayor parte (alrededor del 90%) fue a parar a los acreedores.

El impacto fue tan negativo que en 2012 fue preciso un segundo rescate. En este segundo rescate ya hubo una cierta restructuración de la deuda, puesto que los acreedores privados aceptaron un recorte.

En los últimos meses se estaba negociando la extensión temporal del rescate. En total, Grecia ha recibido hasta el momento 240.000 millones de euros sumando los sucesivos rescates.

2. Las consecuencias

Nada ha funcionado como esperaban las instituciones europeas y el FMI. En un raro ejercicio de autocrítica, el FMI publicó en 2013 un informe en el que reconocía la desviación entre las previsiones sobre los efectos del paquete de rescate de 2010 y la realidad: utilizando los datos recogidos en 2012 e inicios de 2013, se esperaba una reducción del 5,5% del PIB con respecto a 2009, pero la reducción del PIB fue del 17%; se esperaba un paro del 15% y llegó al 25%; se esperaba una deuda pública del 156% del PIB en 2013, pero se alcanzó el 170%. El FMI atribuía las causas de esta desviación a varios factores, entre los que mencionaba, significativamente, el error de no haber restructurado la deuda desde el comienzo.

Las consecuencias económicas del brutal ajuste al que Grecia se ha sometido son bien conocidas. En 2008, el año del inicio de la crisis, la renta per cápita en Grecia era un 93% de la media de la UE de los 28. En 2013 había bajado al 73%. Expresado en euros, esto significa que la renta per cápita en 2008 era de 21.600 euros, habiendo bajado a 16.500% en 2013, que equivale al nivel que Grecia tenía en 2003. Esto significa que el país ha retrocedido, de momento, una década.

El ajuste fiscal no tiene precedentes, por su intensidad y rapidez, en Europa occidental. Partiendo de un déficit público del 15% al inicio de la crisis, Grecia consiguió en 2014 cuadrar las cuentas (si se deja de lado el pago de la deuda), es decir, obtuvo un superávit primario (ingresó más de lo que gastó al margen de la deuda).

Este esfuerzo, al que muchos economistas se refieren en términos elogiosos y admirativos, ha supuesto una catástrofe humana para la población griega. La UE define una categoría de “personas en riesgo de pobreza o exclusión social” (ingresos por debajo del 60% de la renta mediana, falta de bienes materiales básicos, y personas que viven en hogares en los que los adultos no llegan a trabajar el 20% de su tiempo disponible): en 2013, el 35,7% de los ciudadanos griegos se encontraba en dicha categoría (frente al 28,1% en 2008). Es la tasa más alta de Europa occidental (España y Portugal estaban en 2013 en el 27%).

Los ajustes económicos han tenido fuertes consecuencias políticas. La sociedad civil ha protestado enérgicamente contra los recortes, con manifestaciones diarias, huelgas generales frecuentes y la movilización social de los indignados. El sistema de partidos ha colapsado. En las elecciones de 2009, ya en plena crisis pero antes del rescate, el PASOK ganó las elecciones con un 43,9% de los votos. Los dos grandes partidos suman el 80% del voto, como venía sucediendo desde 1981. El descalabro se produce en las elecciones de mayo 2012, tras dos años de ajuste. El apoyo a los partidos tradicionales se desmorona y Syriza comienza su crecimiento. Un dato poco conocido es la extrema fragmentación del voto en estas elecciones: el 20% de los electores opta por partidos pequeños que no superan el umbral del 3% para obtener representación parlamentaria. Ante la imposibilidad de formar gobierno, se convocan elecciones un mes más tarde, produciéndose un fenómeno de coordinación en torno a dos opciones. Por un lado, Nueva Democracia gana las elecciones, subiendo diez puntos con respecto a los comicios anteriores. Por otro, el voto de descontento se va hacia Syriza, que consigue superar al PASOK. El voto a partidos testimoniales de mayo lo capitaliza la coalición de izquierdas. Ante la amenaza de Syriza, se forma un gobierno de Nueva Democracia en coalición con el PASOK que acaba definitivamente con el histórico partido socialdemócrata: en las elecciones de 2015, el PASOK queda por debajo del 5%.

La crisis política griega se manifiesta también en la caída de todos los indicadores de confianza y legitimidad política. Mostraré solo un ejemplo, con los datos de las encuestas del Eurobarómetro. Se trata de comparar la satisfacción con la democracia nacional en los dos países extremos, Grecia (el país pecador) y Alemania (el país virtuoso). La satisfacción con la democracia nacional se mide en una escala en la que 4 indica máxima satisfacción y 1 mínima Mientras que en Alemania la satisfacción se mantiene estable a lo largo del tiempo, en Grecia se observa una caída impresionante a partir de 2010.

La crisis de legitimidad y confianza también ha afectado a la valoración de la UE. La confianza en la Comisión Europea, por ejemplo, ha sufrido un descenso de casi 40 puntos porcentuales (algo muy parecido se observa en España). Si en 2003 el 75% de los griegos pensaban que su país se beneficiaba por pertenecer a la UE, ese porcentaje se había reducido al 47,5% en 2011.

Curiosamente, el desplome de todos los indicadores políticos no se extiende a la moneda única. El apoyo al euro sigue siendo mayoritario en Grecia, quizá porque la sociedad griega no tenga confianza suficiente en sus propias instituciones y fuerzas políticas como para poder aspirar a ejercer su soberanía nacional al margen de la eurozona.

3. La deuda europea

Las políticas de ajuste y recortes iban a corregir los excesos del pasado, permitiendo que Grecia tuviera un crecimiento más sano. Esto incluía reducir el problema de la deuda. Pero después de casi cinco años de austeridad, la deuda griega se sitúa en el 175% del PIB (como dije antes, estaba en torno al 100% antes de la crisis).

La deuda pesa como una losa, no tanto por el pago de los intereses (que no es enorme gracias a los planes de rescate), como por el hecho de que es el medio a través del cual la Troika consigue imponer sus dañinas políticas económicas. La Troika amenaza con cortar la financiación si Grecia deja de cumplir los compromisos adquiridos. Sin embargo, el cumplimiento de esos compromisos compromete seriamente la posibilidad de que Grecia pueda resolver la catástrofe humanitaria que tiene en casa.

A estas alturas, ya no está claro quién tiene una deuda con quién. No cabe negar que Grecia está fuertemente endeudada, pero los europeos hemos adquirido una deuda moral enorme con Grecia tras haber contribuido entre todos y en nombre del ideal europeo a arrasar aquel país. Las responsabilidades, por supuesto, no están igualmente repartidas: son más fuertes en los países acreedores, aquellos que han presionado más a favor de la austeridad.

Tanto la Troika como Alemania han insistido en que si Grecia quería salir del agujero, tenía que pagar por ello. Tenía que hacer reformas que impidieran que en el futuro vuelva a ocurrir algo semejante. Y tenía que pagar un precio para que no cundiese el mal ejemplo en otros países sureños (el dichoso riego moral).

Esta lectura moral ha sido letal para los griegos, sobre todo para quienes menos tienen, que son quienes han realizado un sacrificio mayor. Sin negar la responsabilidad de los partidos políticos griegos y de una sociedad civil dominada por el clientelismo y la corrupción, habría sido más fructífero abordar las causas profundas de la divergencia en el funcionamiento político y económico de los países deudores con respecto a los países acreedores. El caso griego es un caso extremo, pero aun así forma parte de un patrón común a los países del sur: incluso en países fiscalmente responsables durante el boom, como España, pero fuertemente endeudados, la crisis económica ha evolucionado de forma muy parecida a la griega.

El euro, a causa de sus errores iniciales de diseño, ha producido una divergencia entre los países deudores y los países acreedores. Esa divergencia no se debe a malos y buenos comportamientos, a países responsables y países irresponsables. Es consecuencia más bien de los incentivos perversos generados dentro de la eurozona. Y si Grecia merecía algún castigo, ya lo ha pagado con creces. Ahora deberíamos estar a otra cosa, a reconstruir las maltrechas economías del sur, superar la deflación y arreglar el problema de la deuda.

Curiosamente, cuando se llega al problema de la deuda, el análisis del riesgo moral solo se aplica en una dirección: solo se pone la vista sobre el comportamiento del deudor. Los planes de rescate en la Unión Europea han ido dirigidos a garantizar que los acreedores recuperaran todo lo que se les adeudaba. Ahora bien, eso genera un “riesgo moral” de grandes dimensiones, puesto que si los acreedores saben que van a recuperar siempre sus préstamos, por muy irresponsables que estos resulten, no tienen razones para comportarse prudentemente en materia de créditos. Desde un punto de vista “moral”, tan irresponsable es endeudarse excesivamente como prestar sin criterio, buscando el beneficio de cualquier manera, sabiendo que si sale mal la jugada las instituciones se encargarán de arreglarlo. Hasta el momento, las instituciones de la UE han protegido cuanto han podido a los prestamistas, fueran responsables o no, cargando sobre las cuentas de los Estados los excesos de los prestamistas y los deudores irresponsables.

Los ciudadanos más afectados por este reparto tan desequilibrado de los costes de la crisis están aprendiendo a decir basta. La victoria de Syriza debe entenderse como parte de este proceso de aprendizaje.

Syriza ha planteado la necesidad de re-editar una conferencia sobre la deuda similar a la que se celebró en Londres en 1953 para condonar la deuda de Alemania, buena parte de la cual se arrastraba desde el final de la Primera Guerra Mundial. Se le perdonó a Alemania la mitad de su deuda privada y pública y se alargaron los plazos de devolución considerablemente. Uno de los países que promovió el acuerdo fue Grecia, que era acreedor de Alemania. El objetivo era librar a Alemania de la carga de la deuda y permitir así que se desarrollase económicamente tras la devastación de la guerra (que ella misma había provocado).

Una propuesta de esta naturaleza parece más fiel al espíritu que debería guiar el proceso de integración europea que lo que hemos visto en estos años de crisis dominados por la Troika y sus planes de ajuste. Una conferencia europea para aliviar y mutualizar las deudas resulta coherente con los valores fundacionales de la Unión Europea. El mayor riesgo moral de los países europeos es no entender algo tan básico.

La expresión “riesgo moral” es la traducción literal de la expresión inglesa moral hazard, un término procedente de los estudios actuariales. Allá por el siglo XVII, las compañías británicas de seguros estaban preocupadas por la posibilidad de que los asegurados asumieras riesgos excesivos. Si esos...

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Autor >

Ignacio Sánchez-Cuenca

Es profesor de Ciencia Política en la Universidad Carlos III de Madrid. Entre sus últimos libros, La desfachatez intelectual (Catarata 2016), La impotencia democrática (Catarata, 2014) y La izquierda, fin de un ciclo (2019).

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