Libros
La inquietante suma de los ceros
El escritor y editor mexicano Eduardo Rabasa refleja en su primera novela los resortes del sistema para apropiarse de los cambios y anularlos
Carmen López 3/06/2015
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La primera novela de Eduardo Rabasa (Ciudad de México, 1978) llega a España en un momento perfecto para causar incomodidad. Tras siete años de crisis en los que la sociedad vio cómo sus derechos sociales y su poder adquisitivo descendía mientras aumentaba la riqueza de los poderosos, tras las últimas elecciones intuyó la luz al final del túnel. Los partidos políticos surgidos de los movimientos populares post 15-M se abrieron paso entre el bipartidismo que se alternaba el país desde la Transición y dieron esperanza a una ciudadanía cansada de no tenerla.
Pero La suma de los ceros (Pepitas de Calabaza, 2015) arroja la inquietante idea de que todo cambia para que todo siga igual de Lampedusa. Ese quietismo en movimiento que se explica al principio de este libro que revisa el desarrollo del sistema capitalista desde sus inicios hasta la época actual utilizando como escenario una hipotética urbanización llamada Villa Miserias. Rabasa, que además de escritor es uno de los fundadores de la editorial mexicana Sexto Piso, no quería que fuese una novela que hablase específicamente de la sociedad de su país aunque no estaba seguro de que la radiografía fuese extrapolable a otros lugares: “Lo que yo quería reflejar es el discurso del ambiente de una época. Fue chistoso porque el libro se presentó en Madrid al día siguiente de las elecciones y lo que comentó el filósofo César Rendueles giró casi todo en torno al momento político español”, explica divertido.
El texto no va en la línea de la euforia ciudadana sino que, de hecho, la pisotea. Según su tesis, el sistema está preparado para asumir dichos cambios, apropiarse de ellos y ponerlos de su lado. “El truco está en unirnos a todos en la denuncia. Reconocer la existencia de lo podrido asegura su capacidad para perpetuarlo”, se puede leer en una de las páginas de la novela. Para el autor no hay escapatoria, por mucho que las democracias liberales intenten vender lo contrario. “En teoría uno tiene la oportunidad de progresar y mejorar. Pero a gran escala eso es falso, porque está demostrado que la mayor parte de la sociedad muere en la misma clase social en la que nació. La movilidad social es prácticamente falsa pero encima a los marginados, a los que no caben, se les echa la culpa porque no estudiaron o no se esforzaron lo suficiente para conseguir mejorar”.
La adicción al poder
Rabasa estudió Ciencias Políticas. Su memoria de fin de carrera trató sobre el concepto de poder en la obra de George Orwell, al que no es difícil reconocer en las páginas del libro. “Sí, es un escritor que me influyó mucho. En su ensayo Por qué escribo dice que quizá no sea la persona con la mejor capacidad narrativa pero puede ver las cosas de frente y explicarlas sin necesidad de recurrir a trampas mentales para aligerar la realidad y poder digerirla. Como aspiración me gustaría tener la capacidad de escribir de la manera más descarnada posible, como yo veo que son las cosas, le guste a quien le guste”.
El libro está lleno de ideas incómodas para todos aquellos y aquellas que confíen en la renovación política. Tanto por la afirmación de que el voto en realidad no sirve para nada [o al menos para la modificación que se espera conseguir con él] como por el escaso margen que tendrán los nuevos representantes para llevar a cabo sus iniciativas por muy bienintencionadas que estas sean. Son algunas de las estocadas más suaves, porque las otras desmontan directamente el lema del “No nos representan” como metáfora de la pescadilla que se muerde la cola del sistema político. Los que no se sienten representados vuelcan sus esperanzas en un partido político creado a partir de ese sentimiento con la finalidad de obtener una representación en el mismo sistema que se rechaza. El cambio desde dentro parece un objetivo de dudoso éxito.
Como si de una réplica a la situación política española actual se tratase, repasa también el discurso del fin de las ideologías (“Sucede justamente lo contrario. La ideología dominante se ha sedimentado en estructuras que ya se escapan incluso de ser cuestionadas”) o las motivaciones de los nuevos políticos (“Ni siquiera de los abnegados altruistas. El que su goce provenga de la conciencia de su bondad, del placer producido por la idea de salvar vidas, no lo hace menos egoísta (...) Por estricta definición todo político es un megalómano”). Seguir con las relaciones supondría reproducir la novela entera.
¿Algún clavo al que agarrarse?
Dejando la novela de lado (sobre todo para no desvelar más de lo necesario) las opiniones personales de Rabasa sobre el futuro tampoco son de color rosa. Si hay una ruptura, será violenta, como han sido todas, y será porque la desesperación de las personas habrá llegado a un punto sin retorno. "Tampoco digo que vaya a ser pronto, pueden pasar hasta siglos. La estructura política que pueda tener un nuevo régimen no la conozco pero creo que antes sí tiene que haber un cambio de paradigma en el sentido de que lo que mueve a la sociedad, al menos en Occidente, es el afán de lucro, el egoísmo, la acumulación, la propiedad… habría que cambiar ese pensamiento porque esto no le conviene a nadie”.
Queda por ver si ese cambio puede darse antes de lo que se piensa y ese paradigma mencionado realmente da una vuelta de tuerca por sorpresa en tiempo récord. Y quién sabe si será el propio Rabasa el que lo detalle en su próxima novela, que empezará a escribir en los próximo meses. No quiere desvelar la temática porque aún se está gestando pero, si el optimismo actual triunfa, no sería un mal escenario en el que situar a sus personajes.
La primera novela de Eduardo Rabasa (Ciudad de México, 1978) llega a España en un momento perfecto para causar incomodidad. Tras siete años de crisis en los que la sociedad vio cómo sus derechos sociales y su poder adquisitivo descendía mientras aumentaba la riqueza de los poderosos, tras las últimas elecciones...
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