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Corría el año 2013 y el debate sobre el nueve de la Roja en el Mundial inundaba la actualidad mediática. Mientras, el PP aprobó sin siquiera pasar por el Congreso el apoyo de España a EEUU en la guerra de Siria. Los periodistas nos enteramos por la sala de prensa de la Casa Blanca, que en una nota incluía a España como aliado americano.
Años atrás, en 2009, el himno nacional sonaba en la final de la Copa del Rey entre el Athletic y el Barça, y fue pitado. (Entonces, la tasa de pobreza infantil en España era del 31,9% Hoy, del 35,4%). También, en 2012, los aficionados ejercieron su libertad de expresión y protestaron de la misma forma. Igual que hace unos días. El himno siempre ha sido pitado, pero ahora se ha convertido en arma electoral y excusa para limitar la libertad de expresión. Como cuando reformaron el Código Penal, aprobaron la Ley Mordaza o implantaron la Ley de Tasas.
En la misma semana, el PP cambió la ley, tras un pacto con CiU, para evitar imágenes de detenidos en la prensa. La noticia se conocía el mismo día que el juez de la Audiencia Nacional Eloy Velasco imputaba a dos altos cargos del PP madrileño en la 'Operación Púnica' por su posible vinculación con la trama liderada por el exnúmero dos de Esperanza Aguirre.
Pitar el himno es un tema digno de debate sólo si una semana antes tu partido ha perdido 2,55 millones de votantes, buena parte de este te plantea cambios en el Gobierno y pactar es la única opción que te queda para sobrevivir. Quien dice pactar, dice dialogar a puerta cerrada con quienes le han quitado 680.000 papeletas, Ciudadanos.
Toda declaración del partido del Gobierno sobre el silbido de unos “energúmenos y enfermos” al himno no sólo genera ruido mediático en un momento en el que el riesgo de pobreza y la deuda pública no dejan de crecer, sino también odio entre los ciudadanos. Divide y enfrenta a la sociedad en el momento en el que más unida debe de estar para afrontar el cambio que piden las urnas. El PP se siente más cómodo, por ejemplo, cuando no habla de que 7.000 personas mueren al año por no poder vivir en un hogar acondicionado en España.
Lo mismo ocurre con CiU y un Artur Mas que dejaba escapar una frágil sonrisa mientras, a su lado, el Rey apenas escuchaba el himno. Malnutrición, becas comedor, pobreza infantil y derechos de los niños son ya parte de la enciclopedia de la desigualdad en Barcelona: de los 73 barrios que tiene la ciudad, 55 están por debajo de la renta media. En Barcelona el 22% de la población con el nivel económico más alto obtiene 6,22 veces más ingresos que el 20% con el nivel más bajo. Es decir, mientras Mas recomienda reflexionar sobre el origen de los pitidos, se hace público que las escuelas catalanas tienen 9.500 alumnos en situación de extrema pobreza, un 43% más que los detectados en el 2013, cuando eran 6.648. Más datos para aburrir y avergonzar, en este especial sobre desigualdad en Barcelona que publica El Periódico.
El Govern catalán y el Gobierno español niegan de manera sistemática que la crisis haya empobrecido a la ciudadanía y ponen el foco sobre una polémica en clave nacionalista que anestesia la realidad.
La pregunta no es si la pitada está justificada o si vulnera el derecho de expresión, sino si superaremos un debate que nos divide como sociedad en un momento en el que el grito por el cambio debería ensordecer cualquier cortina de humo institucional.
Corría el año 2013 y el debate sobre el nueve de la Roja en el Mundial inundaba la actualidad mediática. Mientras, el PP aprobó sin siquiera pasar por el Congreso el apoyo de España a EEUU en la guerra de Siria. Los periodistas nos enteramos por la sala...
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Ekaitz Cancela
Escribo sobre política europea desde Bruselas. Especial interés en la influencia de los 'lobbies' corporativos en la toma de decisiones, los Derechos Humanos, la desigualdad y el TTIP.
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