La fallera cósmica
Las llaves son mías
Marina Sanmartín 24/06/2015
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A mi tía abuela le gusta el cine. Tiene 92 años y la película es lo de menos. Cuando yo era una adolescente nos recorrimos juntas todas las salas de la ciudad. Una vez a la semana, puntualmente, elegíamos estreno y ella me acompañaba a mí. Ahora soy yo quien la acompaña a ella. En esta temporada privilegiada en la que puedo permitirme el lujo de ir de un lado para otro sin tener que dar demasiadas explicaciones, vuelvo a Valencia para pasar unos días y me apunto a la excursión semanal: siempre primera sesión, siempre mi madre y mi tía, siempre el autobús número 5, que rodea la ciudad vieja y nos lleva hasta el centro; un panorama nostálgico, de guión eruropeo preseleccionado para el Oscar, acorde con la banda sonora de Cinema Paradiso, hasta que mi tía echa un vistazo a la cartelera y dice sin quitarse las gafas de cerca ni levantar la mirada del periódico local: "Quiero ver Jurassic World". Es en ese punto cuando la referencia cambia y mi imaginación se aleja de Tornatore para aproximarse a la música picuda de la escena de la ducha en Psicosis.
Aún así, la posibilidad de negarnos no se contempla. Tímidamente, mi madre sugiere dejar la peli de dinosaurios para más adelante y apostar por El niño 44 (que, comparada con la otra, a mí me suena a Bergman), pero mi tía no cede y nos cita para el día siguiente a las 15:45 en nuestro portal, para "coger el autobús con tiempo". Aceptamos sin rechistar en su presencia, aunque en cuanto nos quedamos solas, masacramos la superproducción de Hollywood y compartimos resignación.
Qué equivocadas estábamos.
El lunes por la tarde vi Jurassic World doblada (sacrilegio al cuadrado) y me gustó. La verdad es que hacía meses que no me divertía tanto en el cine. Mi tía, que la semana anterior se había dormido viendo Viaje a Sils Maria -seguramente, sin ironía, una obra maestra-, no se perdió un detalle de la historia previsible y saturada de efectos, amparada por la productora de Spielberg; y yo disfruté con ella. La película cumplió su misión, justo lo que le exigíamos.
Volví a casa paseando, recorriendo las calles de mis años en la universidad, haciendo un recuento de los títulos que asocio a esa época de descubrimiento: Indiana Jones, El silencio de los corderos, La edad de la inocencia, Dioses y monstruos, Azul, Celebración... fue una etapa sin filtros ni prejuicios, sin comentarios prohibidos ni miedos sociales. Entonces elegía yo.
Concluyo que crecer, alcanzar ese fragmento de vida que nos convierte en los titulares del equipo y nos saca al terreno de juego entre la juventud y la vejez, implica en la mayoría de los casos protegerse con un disfraz que limita nuestra capacidad de elección, por eso a menudo ensalzamos a falsos líderes, malos líderes e ideas vanas, respaldadas por una serie de voluntades enfermas, dispuestas a elogiar "el traje nuevo del emperador", mi fábula preferida.
Hago análisis de conciencia. No puedo ser imparcial. Durante la carrera hice un trabajo sobre Spielberg, porque me encantaba. Investigando los detalles de su filmografía descubrí que, en E.T., el personaje del científico, interpretado por Peter Coyote, se llama Keys por el sonido de llaves que siempre precede su aparición en escena y que lo identifica, por contraposición a Elliott, con el mundo de los adultos.
Me impongo un entrenamiento: arriesgarme a unas cañas en las que confesaré que Interstellar me parece el mayor bodrio de la última década. Seguramente me lapidarán, pero debo ser valiente... responsable más bien.
Porque ahora las llaves son mías.
A mi tía abuela le gusta el cine. Tiene 92 años y la película es lo de menos. Cuando yo era una adolescente nos recorrimos juntas todas las salas de la ciudad. Una vez a la semana, puntualmente, elegíamos estreno y ella me acompañaba a mí. Ahora soy yo quien la acompaña a ella. En esta temporada privilegiada en...
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Marina Sanmartín
Marina Sanmartín Pla (Valencia, 1977) se dedica a la comunicación cultural y escribe novelas; la más reciente es 'El amor que nos vuelve malvados' (Principal de los libros 2014). Desde 2009, se esconde detrás de La fallera cósmica (Mejor Blog Nacional de Creación Literaria 2010 para Revista de Letras). Colabora en MicroRevista, Madriz y Consentimiento, entre otras publicaciones.
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