Reportaje
Conquistando la libertad palmo a palmo
Las manifestaciones a favor y en contra de la antigua Troika se suceden en la Plaza Syntagma
Hibai Arbide Aza Atenas , 24/06/2015
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Antigoni tiene 63 años. Es de Salónica, ciudad en la que reside tras haber pasado casi dos décadas en Atenas. En los años setenta fue modelo de pasarela e hizo de sueca en un par de películas. En los años ochenta fue dependienta y ama de casa. Levaba 15 años como maestra cuando se prejubiló hace un año. Su salario había ido menguando a medida que la Troika aprobaba rescates. Más de un 40% de recorte para acabar cobrando 1.000 euros raspados. Aún no sabe cuánto le va a quedar de pensión. Han pasado nueve meses pero la administración todavía no ha aprobado oficialmente su retiro laboral y no ha calculado cuánto debe cobrar. Mientras tanto, le da un adelanto de 400 euros mensuales. El funcionario que le atiende le ha dicho que no cree que su pensión vaya a superar los 500. La pensión media en Grecia es de 700 euros al mes.
Yorgos debe rondar los 30 años. Es guapo, ojos claros, perfecto corte de pelo y barba. Viste traje de Hugo Boss, gafas Ray Ban, mocasines limpísimos. Se ha quitado la corbata al llegar a la concentración en la plaza Syntagma. "Es una concentración a favor de permanecer en Europa, no es contra el Gobierno de Tsipras". Cuando pronuncia esta frase, en inglés con acento británico, a sus amigos se les escapa la risa; él mantiene la compostura. Cree que el sistema de pensiones griego es insostenible. "Nuestros impuestos no deben servir para que la gente que no se quiere esforzar se jubile a los 60 años" asegura. Está preocupado por el acuerdo al que Tsipras puede llegar en Bruselas: "Van a subir los impuestos, eso no será bueno". A la pregunta de si Grecia debe pagar la deuda, contesta un rotundo "Yes". ¿Completa? "Completa. El total de la deuda".
Es lunes 22 de junio. La segunda concentración a favor de la Troika convocada en la Plaza Syntagma en menos de una semana. Algunas de las pancartas: "La deuda es culpa de las pensiones de los funcionarios"; "Sí a las propuestas de Juncker"; "No a los sindicalistas del sector público"; "Cese del Gobierno ya"; "Sí a la creación de nuevas empresas"; "Sí a las obligaciones internacionales de Grecia"; "Por un sector público más pequeño y mejor"; "Guerra contra el Estado clientelar de los rojos"; "No al estalinismo en Grecia".
El miércoles 17 y el domingo 21 hubo otras dos concentraciones, ligeramente superiores en número, que llenaron la plaza Syntagma. Al contrario que la de Yorgos, eran convocatorias contra las políticas de austeridad. La diferencia de clase entre unas y otras concentraciones era evidente. Una de las pancartas más grandes está escrita en castellano: "Venceremos". El resto, en griego o en inglés: "No queremos salir del euro, queremos cambiar Europa"; "Merkel: no debemos, no pagamos"; "Pueblos de Europa unidos"; "Chantaje a la democracia"; "Ni un paso atrás".
Zanasis ha venido a la concentración del domingo con su nieta Eleni, de seis años. Se hacen fotos en las escaleras del Parlamento. Es la primera vez que los manifestantes pueden acceder a esta zona, normalmente protegida por los antidisturbios, que hoy no están. Este jubilado, que ha trabajado toda la vida como obrero metalúrgico, se muestra esperanzado con el actual Gobierno. Mientras pasean entre las columnas del Parlamento, le cuenta a Eleni que Tsipras hace lo que puede, que está negociando para que ella siga teniendo educación pública gratuita y pueda ir a la universidad.
Martes 23 de junio. El botones del Grecotel Pallas Athena, lujoso establecimiento situado en la plaza Kotziá, junto al ayuntamiento, acompaña a una pareja de jubilados alemanes hasta un taxi. Sombrero Panamá, pantalones cortos, zapatillas de trecking, guía Lonely Planet en una mano, tablet en la otra. Dan diez euros de propina al botones, que contesta con una ligera reverencia, una sonrisa y un "Danke schön".
En unos soportales junto a la plaza, en la calle Athinás, María dormita sobre unos cartones. Junto a ella, una bolsa grande de cuadros de plástico y dos bolsas de basura repletas de ropa. Tiene 65 años pero aparenta muchos más. Lleva dos años en la calle; antes vivía con su hijo, que está en el paro. No tiene ganas de hablar sobre la actualidad política. Espera que le hayan concedido la ayuda del plan de choque contra la emergencia humanitaria, aprobado por el Gobierno Tsipras en abril, que ya ha solicitado.
"Los alemanes quieren que los griegos seamos sus esclavos, son vampiros", afirma una jubilada en Atenas.
A un par de calles, en el cruce de Athinás con Evripídou, dos señoras de la misma edad contestan con vehemencia a las preguntas de una televisión suiza. Lanzan graves acusaciones contra Alemania. "En la II Guerra Mundial ocuparon Grecia y ahora lo quieren volver a hacer. Quieren que los griegos seamos sus esclavos. Son vampiros, quieren chuparnos la sangre". Un señor les oye y les increpa. "Eso no es verdad". Los tres se enzarzan en una discusión a gritos delante de la cámara suiza. El camarógrafo sonríe, ¿hay algo más típico que tres jubilados griegos gritando delante de un kebab? Para redondear el tópico, sólo falta que tras la discusión bailen el Sirtaki.
Los suizos, un camarógrafo y un redactor son parte de las decenas de periodistas internacionales enviados a Grecia para grabar un corralito que no ha ocurrido. Ninguno de los corresponsales que trabaja habitualmente en Atenas pensaba que fuera a suceder, pero casi todas las cadenas de televisión europeas han enviado una delegación, por miedo a ser los únicos que no lo cubrían. "Si no hay corralito, graba a jubilados". En la calle Athinas, cerca de los suizos, hay otras tres cámaras de televisión preguntando a pensionistas.
El lunes 22 de junio, mientras decenas de periodistas observaban cómo los bancos griegos abrían con total normalidad, hubo un hecho que no quedó registrado por ninguna cámara. Era el primer día de las vacaciones escolares. En la plaza Agios Pandeleimonas, que hasta hace poco era el bastión de Amanecer Dorado en Atenas, los niños y niñas jugaban en los columpios del parque infantil. El parque había permanecido cerrado desde que en 2009 los neonazis lo clausuraron para evitar que los niños griegos jugaran con los hijos de los migrantes. Hoy ya no hay neonazis en el barrio. Han desaparecido los repartos de comida "sólo para griegos", las donaciones de sangre "sólo para griegos", las rondas para atemorizar a los comerciantes migrantes.
La apertura del parque la llevaron a cabo los activistas del centro social Distomo, local antifascista inaugurado hace seis meses para echar de Agios Pandeleimonas a los nazis. Ahora es un espacio público libre de racismo. Es la nueva Grecia que se abre camino. La que, con enorme dificultad, sin que nadie le despeje el camino, se ve obligada a conquistar su libertad palmo a palmo. En la calle, en las plazas y en Bruselas.
Antigoni tiene 63 años. Es de Salónica, ciudad en la que reside tras haber pasado casi dos décadas en Atenas. En los años setenta fue modelo de pasarela e hizo de sueca en un par de películas. En los años ochenta fue dependienta y ama de casa. Levaba 15 años como maestra cuando se prejubiló hace un año. Su...
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Hibai Arbide Aza
Hibai Arbide Aza era abogado en Barcelona hasta que se fue a vivir a Grecia. Reside en Atenas, donde trabaja como periodista freelance para diversos medios, trata de acabar la escritura de un libro que se resiste, pincha tropical bass y monta en bici.
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