LECTURA
Grecia en el aire
La historia de la democracia ateniense no es sino la historia del paso progresivo del poder a manos de los ciudadanos; hoy las democracias occidentales parecen haberse alejado de este objetivo
Pedro Olalla Atenas , 20/05/2015
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Colina de las ninfas
Allá arriba, detrás del azul más profundo, está el éter, misterioso y sutil. Más abajo está el aire, diáfano y ágil. Después, al ir bajando poco a poco la mirada, el azul se diluye en una claridad dorada que se posa sobre la fina línea de las cumbres. Es Tò attikón fos, la legendaria luz del Ática, que incendia el color de la piel, el blanco de las rocas y el verde de los cipreses y los pinos. Más abajo, en la distancia, aparecen las costas del Peloponeso, el perfil de la isla de Egina— con la cumbre del monte Helanio como una pirámide azul—, Angistri y el estrecho de Metope, el golfo Sarónico, la colina de la antigua Muniquia, Salamina, los montes egaleo y Parnes; y más a la derecha, Pentele, Licabeto, la Acrópolis, el Himeto y la colina de las Musas. Y, por debajo de este horizonte natural, se extiende la ciudad: una ciudad inmensa, que, como una marea, sube desde las costas hasta el pie de los montes y rompe contra los cantiles de esta colina de las ninfas; una ciudad aparentemen- te blanca, por cuyas grietas asoman desgarrados los logros del pasado y los desasosiegos del presente; una extraña ciudad que, hace milenios, señaló ideales que aún siguen siendo revolucionarios.
Sin duda, Grecia está aquí abajo, en esta ciudad; también está ahí al fondo, en ese mar, que inspiró las primeras palabras escritas sobre el mar; y está sin duda en esta tierra adusta donde piso, de la que aún salen esquirlas de su despedazada memoria. Pero Grecia, como herencia, como desafío y como voluntad, está sobre todo en el aire, repartida, ingrávida, como una patria del espíritu.
Hoy, Grecia, que es al tiempo un país y un desafío ético, sigue en el aire, flotando, desgranada. También incierta, pendiente de su cumplimiento. Y, por supuesto, en vilo, amenazada siempre.
«…Eλλάς ἅπασα μετέωρος ἦν>», escribió Tucídides (1) : «…toda Grecia estaba en el aire». Metéoros refiere lo que está en el aire, lo que está suspendido, flotando; también lo que está en vilo, lo incierto; y, por último, lo que está aún pendiente de su cumplimiento. Así, en el aire, dice el historiador que estaba toda Grecia cuando Esparta venía contra Atenas por esas colinas azuladas que se ven ahí al fondo y había en ambos bandos jóvenes temerarios e incautos dispuestos a emprender una guerra. Hoy, Grecia, que es al tiempo un país y un desafío ético, sigue en el aire, flotando, desgranada. También incierta, pendiente de su cumplimiento. Y, por supuesto, en vilo, amenazada siempre.
Para empezar, hay que estar dispuesto a aceptar que las actitudes y conquistas que hoy consideramos un valioso legado de los griegos fueron en realidad gestos de resistencia: la rebeldía de algunos individuos, griegos de sangre o de espíritu, ante la propia sociedad en que vivieron. incluso en los momentos recordados como de mayor esplendor, una cosa fueron las aspiraciones y otra la realidad dominante. Ambas fueron Grecia, y a menudo pensamos en su herencia atrapados en esta confusión. Pero lo cierto es que entonces, igual que ahora y que siempre, hicieron avanzar al hombre quienes trataron de luchar contra la injusticia y la ignorancia, y lo hicieron hundirse, quienes, por conveniencia o ignorancia aún mayor, optaron por favorecerlas.
Desde las rocas de la cima.
Vista desde aquí arriba, la ciudad parece casi un elemento del paisaje: un elemento natural, como el mar o los montes, ajeno a las pasiones de los hombres. Pero ¿qué se agita allá abajo? ¿Qué está pasando en esa cota humana, que desde aquí parece distante y anecdótica, como observada por los dioses desde un friso indolente?
Desde principios del año 2010 (...), Grecia está siendo objeto de una incesante e impune operación de extorsión y saqueo en nombre de una controvertida deuda
No es fácil resumirlo. Desde principios del año 2010, por señalar un punto de partida cercano, Grecia está siendo objeto de una incesante e impune operación de extorsión y saqueo en nombre de una controvertida deuda. Todos los que vivimos aquí nos hemos convertido en sus titulares: sus beneficiarios son elites locales y foráneas. Nada de esto es nuevo; ha sucedido ya muchas veces en América Latina, en el África Subsahariana, en el Magreb, en los países del sudeste asiático o en todos los del llamado Tercer Mundo. Tampoco en Grecia es nuevo, pues, desde que consiguió independizarse del Imperio Otomano, ha estado endeudada con las potencias europeas y ha declarado ya cuatro bancarrotas, sin contar la actual, aún encubierta. Pero ésa es otra historia. Lo novedoso es que, ahora, por vez primera, todo se lleva a cabo dentro de las fronteras de la Unión europea y dentro del espacio de una moneda única ajena al control del Estado y, claro está, del pueblo.
En términos históricos, podría decirse que lo que está pasando es que quienes controlan en el mundo el poder financiero se están haciendo con el poder político a través de la creación y de la explotación de la deuda; que lo están haciendo impunemente con la connivencia de muchos gobernantes y ante la pasividad y la incapacidad de reacción organizada por parte de los gobernados; que el poder de facto se está convirtiendo en un poder "de iure" gracias a gobiernos de tecnócratas y marionetas; que controvertidas teorías económicas han sido elevadas interesadamente a la categoría de dogmas políticos; que todas las acciones de quienes hoy gestionan esta crisis no van encaminadas a ponerle fin, sino a sacar de ella el máximo provecho en beneficio propio; que la única evidencia incuestionable es que la riqueza fluye cada vez hacia menos manos, y que todos los sacrificios que se le exigen ahora al pueblo griego no son para combatir un sistema perverso, sino para darle continuidad.
El resultado está siendo el expolio: una sociedad anónima de derecho privado regida por tecnócratas del ámbito financiero y empresarial (2) ejecuta de manera implacable el mayor programa de privatizaciones que actualmente se realiza en el mundo (3); los servicios públicos —dinamitados previa y premeditadamente por el clientelismo político y por una administración irresponsable— corren ahora a manos de corporaciones privadas ávidas de hacerse con su prometedora gestión; la democracia ha presenciado miles de movilizaciones en su nombre sofocadas con armas químicas y abultados dispositivos antidisturbios, ha conocido un presidente de gobierno impuesto por los acreedores (4), ha tenido elecciones donde han triunfado el miedo y el inmovilismo, está representada por diputados que no se atreven a circular entre los ciudadanos, y asiste cada día a un parlamento donde los «compromisos internacionales» marcan la pauta de gobierno por encima y en contra de los derechos y las necesidades de las personas y faltando a los principios constitucionales; cientos de miles de jóvenes, con buena y costosa formación y al comienzo de su carrera profesional, emigran al extranjero en busca de trabajo, mientras el mercado laboral interno —a base de rebajar salarios y hacer crecer el paro y la precariedad— está lleno de gente dispuesta a cualquier cosa, incluso a trabajar sin cobrar con la ilusión perversa de conservar su empleo algún tiempo más; la pérdida de conquistas sociales se traduce en imágenes cotidianas de despedidos sin derecho al subsidio, de jubilados hurgando en la basura, de hospitales sin gasas, de farmacias sin medicamentos, de familias sin electricidad y sin petróleo, de colas ingentes en las cocinas de beneficencia, de proselitismo nazi a cambio de alimento, de violencia policial y de ataques furibundos a los inmigrantes. No es fácil, en verdad, de resumir. Pero, al margen de esto, sólo hace falta un dato para tomar conciencia suficiente de la tragedia: en los últimos cuatro años, más de tres mil quinientas personas se han quitado la vida. Que se sepa; porque muchas familias lo ocultan por cuestiones de fe, por dolor, por vergüenza. Desde que empezó la crisis hasta hoy, más de una persona se ha suicidado cada día. no han sido sólo el farmacéutico Dimitris christoulas, que se pegó un tiro una mañana apoyado en un ciprés mirando al Parlamento, o el maestro Savvas Metikidis, que escribió en un papel una condena del abuso político y se colgó del techo. Han sido cientos y cientos más, con nombres y apellidos, privados de sentido y esperanza. Sólo esto debería bastar para hacerse una idea de lo que está pasando allá abajo, para demostrar y condenar el abominable fracaso.
«Soy consciente, y de mí se apodera el dolor viendo herida la tierra más antigua de Jonia…». Con estas palabras de lamento, comienza Solón su elegía dirigida a una Atenas herida. Fue en los primeros años del siglo VI a. c. ahí arriba, en la Roca Sagrada, no habían sido construidos aún los templos de piedra adornados con leones que devoran toros ni habían sido erigidas las estatuas de los jóvenes que sonríen felices y serenos. era todavía muy pronto. De hecho, la poesía de Solón fue tal vez la primera obra artística de la que Atenas pudo sentir orgullo. En aquellos versos, Solón introducía una nueva materia poética: frente al esfuerzo épico de los héroes antiguos, el esfuerzo cotidiano de los hombres por tratar de vivir en armonía; frente a las alegrías y las penas íntimas, el intenso deseo de igualdad y de prosperidad común. El tema de su poesía fue decididamente la salvación de la ciudad.
Y eso, nada menos —la salvación de la ciudad—, le encomendaron de común acuerdo todos los atenienses al nombrarlo árbitro de los graves conflictos que enfrentaban entonces a pobres y ricos e investirlo señor de los asuntos públicos con la urgente misión de organizar la patria. Solón pudo en aquel momento haberse convertido en un tirano, y muchos atenienses le habrían ayudado a conseguirlo. Corinto tenía a Periandro, Mégara a Teágenes, Sición a Clístenes… Pero el poeta vislumbró una vía nueva para tratar de evitar la guerra civil: hacer crecer la participación de todos en la gestión de lo común (...)
[(1) Tucídides, 2.8 (cf. 2.1 1).
(2) Fondo Helénico de Desarrollo de activos
(3) Según declaración del propio organismo en su sitio web oficial: http://www. hradf.com/gr/the-fund/mission.
(4) Loukas Papademos. Miembro de la comisión Trilateral, gobernador del Banco de Grecia en el momento del supuesto «maquillaje de cuentas» para entrar en el euro (con la ayuda de Goldman Sachs, representada entonces por Mario Draghi), vicepresidente del Banco Central Europeo hasta 2 0 1 0 y consejero económico de Georgios Papandreu. Ejerció como primer ministro —designado por el presidente de la república y los líderes del PASOK, Nueva Democraciacia y LAOS—desde el 1 1 de noviembre de 2 0 1 1 hasta el 1 6 de mayo de 2 0 1 2. Durante su mandato, sus prioridades expresas fueron facilitar el rescate financiero y man- tener a Grecia en la eurozona.
[Extracto del libro Grecia en el aire - Herencias y desafíos de la antigua democracia ateniense vistos desde la Atenas actual, de Pedro Olalla (Acantilado, 2015)]
Colina de las ninfas
Allá arriba, detrás del azul más profundo, está el éter, misterioso y sutil. Más abajo está el aire, diáfano y ágil. Después, al ir bajando poco a poco la mirada, el azul se diluye en una claridad dorada que se posa sobre la fina línea de las...
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Pedro Olalla
Es autor, entre otros libros, de Grecia en el aire. Herencias y desafíos de la antigua democracia ateniense vistos desde la Atenas actual (Acantilado, 2015), Historia Menor de Grecia. Una mirada humanista sobre la agitada historia de los griegos (Acantilado, 2012) y Atlas Mitológico de Grecia (Lynx Edicions, 2002), y de las películas documentales Ninfeo de Mieza: El jardín de Aristóteles y Con Calliyannis. Reside en Grecia desde 1994 y es Embajador del Helenismo.
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