Perfil
El ocaso del Berlusconi valenciano
El nuevo tripartito de izquierda acaba con el mandato clientelista de Alfonso Rus, alcalde de Xàtiva desde 1995, que fue grabado contando billetes de una supuesta ‘mordida’. La razón de su éxito fue el caciquismo y una oposición silenciada
Moisés Pérez Valencia , 24/06/2015
Alfonso Rus con Alberto Fabra en la inauguración de una sede del PP en Picaña, en abril del 2012.
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La derrota electoral de Alfonso Rus, exalcalde del PP de Xàtiva (Valencia), en los pasados comicios, acaba con 20 años de hegemonía de una figura caciquil acechada por los sospechas y que deja una herencia pesada para el futuro tripartito de izquierdas.
Un alcalde que se pasea con su Ferrari rojo por la ciudad. Así es Alfonso Rus Terol (Xàtiva, 1950), quien hasta hace poco formaba parte de los barones populares más importantes de la Comunidad Valenciana. No en balde era presidente de la Diputación de Valencia, presidente del PP de la provincia de Valencia, alcalde de su ciudad y presidente del equipo de fútbol del municipio setabense, el Olímpic de Xàtiva.
Pero también empresario. El mueble, los ataúdes o la moda son algunos de los sectores en los que ha participado. Colección de cargos que le hizo ostentar un poder relevante. Su ambición fue tal que incluso aspiró a lo que se convirtió después en su sueño frustrado: presidir el Valencia Club de Fútbol. Una silla (casi) mejor que la de presidente de la Generalitat Valenciana. Sin embargo, las urnas y unas grabaciones plagadas de sospechas han terminado con el denominado Berlusconi de la Costera –nombre de la comarca donde se ubica Xàtiva-.
Hegemonía ‘caciquil’
Su llegada al poder se produce en 1995, al ganar por mayoría absoluta los comicios locales. Lo hace aupado por los aires de “liberal para el cambio” que traía el que a partir de ese año sería presidente de la Generalitat, Eduardo Zaplana. La aventura política de Rus no empieza con el PP. Antes había probado suerte con Alianza Popular y con el CDS. Pero, es con un partido local –Agrupación Independiente de Xàtiva (AIX), formación al más puro estilo Jesús Gil- como llama la atención de los populares. José Luis Olivas, expresidente de la Generalitat y de Bancaja, ahora imputado en varios asuntos, y Vicente Sanz, imputado por acoso sexual de su época en Canal 9 y que pronunció la frase “estoy en política para forrarme”, fueron quienes lo reclutaron. Todo, con la bendición de Mariano Rajoy, a la sazón vicesecretario estatal del PP.
Una mayoría absoluta que Rus convierte en hegemonía. Para cimentarla, utilizará varias técnicas. Entre ellas, la del clientelismo. “Uno de los pilares de su dominio fue la creación de una red clientelista basada en favores y contrataciones. En especial, de gente colocada en el ayuntamiento, con lo que se aseguraba un buen puñado de votos”, afirma Cristina Sunyer, segunda teniente de alcalde con competencias en urbanismo y sanidad y edil de la coalición Compromís. “La razón de su éxito fue el caciquismo y una oposición silenciada”, opina un joven vecino de la localidad.
Otra de las claves que mantuvieron durante 20 años en el poder al barón valenciano fue el populismo y la utilización de un lenguaje cercano. No en balde, sus paseos con su Ferrari por la ciudad son una forma de ostentación. O sus declaraciones siempre altisonantes, una muestra de su registro “chabacano”. Los ejemplos más paradigmáticos: cuando se burló de sus propios votantes o cuando prometió para celebrar la victoria del PP en las generales “champán y mujeres para todos”.
“Su discurso y su forma de ser conectan muy bien con el imaginario popular de espíritu festero, autoestima y gestión con tintes espectaculares”, expresa Xavier Aliaga, analista político setabense y periodista. “Además, era una persona accesible, que siempre estaba dispuesto a hacerte un favor, él o su entorno”, añade, para rematar: “Se trata de una política caciquil de manual”. El que ocupe la presidencia del equipo de fútbol de la ciudad suma para trazar ese perfil. Y asemejarlo al de otros personajes como Berlusconi.
Su lema de “conmigo o contra mí” impregnó la sociedad setabense. “En muchos lugares resultaba muy difícil criticar su gestión”, declara un vecino. “Tenía una manera de tratar a la oposición que era puramente dictatorial. Siempre ha mantenido la consigna de o eres de los míos o estás contra mí”, denuncia Roger Cerdà, actual alcalde socialista de la ciudad y edil de modernización, telecomunicaciones y feria. Una opinión que comparten otros vecinos que no realizan un balance de la gestión de Rus especialmente negativo.
En sintonía con los gobiernos autonómicos valencianos de los expresidentes Eduardo Zaplana y Francisco Camps, Rus también apostó por una política “más de mostrar que de hacer”, como resume un vecino. Es decir, de grandes obras megalómanas. Construcciones como la reforma de la plaza de toros, la creación de una Ciudad del Deporte, de un centro cultural o de un teatro para competir en grandeza con los de Valencia son las más destacadas.
Según los socialistas, entre estas cuatro obras suman 20 millones de euros en sobrecostes, casi el presupuesto anual del que goza el consistorio. Pagos extra marcados por la sospecha. “Los sobrecostes de la plaza de toros no se entienden sin que uno piense en que ha habido presuntas comisiones”, apunta Aliaga. La coincidencia de su mandato en los tiempos de vino y rosas, en los que impulsó el urbanismo descontrolado, con el que se beneficiaron varias constructoras, como Llanera, también ayudó a forjar su hegemonía.
Una preponderancia que también tuvo en el PP de la provincia de Valencia. Ir de pueblo en pueblo, almorzando con los distintos alcaldes de la mano del exconseller --ahora en prisión por desviar fondos destinados a los más necesitados-- Rafael Blasco fue su estrategia mágica. Cuando se hizo con la presidencia de la Diputación, su poder y complicidad con los primeros ediles del PP aumentaron. Incluso, otros alcaldes de distinto signo político no tenían mala opinión de él. La red de afines en la comarca le permitió ganar congreso tras congreso y permanecer --hasta hace unos meses-- como presidente de los populares en la provincia de Valencia. Todo, pese a su condición de verso suelto, de decir lo que piensa sea quien sea el afectado.
Tocado por las grabaciones y hundido por las urnas
2007. Es el año en que Alfonso Rus consigue ampliar su cuota de poder: se convierte en presidente de la Diputación de Valencia. Es el cargo que le falta a su nómina de alcalde, presidente del PP provincial (desde el 2004) y dueño del Olímpic de Xàtiva. Pero, paradójicamente, la acumulación de tanto poder será el principio de su declive. “Se convertirá en un alcalde de fin de semana”, critica Cerdà. “Pese a que traerá inversiones de la Diputación y seguirá remodelando Xàtiva, los años en el poder lo alejarán de la realidad”, admite otro vecino que estuvo afiliado al PP.
Tras volver a ganar por mayoría durante las elecciones del 2007, los siguientes comicios fueron un síntoma preocupante para Rus. Gana, pero solo 200 votos le dan la mayoría. El concejal número 11 que le aporta la tranquilidad se lo otorga “el sistema electoral”, censura Sunyer. “Esas elecciones mostraban una tendencia. Asimismo, había sospechas de que hubo empadronamientos de ciudadanos búlgaros”, recuerda Aliaga. Que la suma de las fuerzas de la izquierda superara los votos del PP era una señal inequívoca del declive. Sobre todo teniendo en cuenta que entonces, bajo la candidatura del imputado Francisco Camps, el PP valenciano arrasó en las autonómicas y conquistó grandes ciudades --como Gandía o Elx-- que siempre habían estado en manos de la izquierda.
El dominio de Alfonso Rus en la capital de la comarca de La Costera hacia aguas. La crisis económica, el desgaste de la marca PP y la menor implicación en la gestión municipal --por las luchas internas en el PP, por sus aspiraciones en el VCF y por su trabajo en la corporación provincial-- auguraban un resultado adverso en las urnas. Sin embargo, el estallido del caso Imelsa fue un varapalo muy duro para él. La revelación de grabaciones en las que hablaba del presunto amaño de contratos y de supuestas comisiones --del que se atisba una posible financiación ilegal del PP provincial-- fue su tumba política. Más concretamente, una grabación donde supuestamente aparecía contando billetes que al parecer procedían de mordidas.
Tras su difusión, el presidente del PP valenciano, Alberto Fabra, lo medio expulsó del partido. Pese a sus amagos de resistencia, capituló --también a medias-- de la presidencia de la Diputación. Sin embargo, y después de días de rumores, se mantuvo como alcaldable. Pero los votantes no le respaldaron como antaño. La derrota fue histórica: el PP perdió 6 ediles y pasó de tener mayoría absoluta a ser tercera fuerza. Los comicios los ganó el PSPV-PSOE, seguido de Esquerra Unida.
Herencia más que envenenada
El legado que deja Alfonso Rus al nuevo Gobierno tripartito (PSPV-PSOE, Esquerra Unida y Compromís) liderado por Roger Cerdà está lleno de problemas. La deuda sabida --ya que había mucha contabilidad creativa en el ayuntamiento, según la oposición-- ronda los 20 millones de euros, casi el 90% del presupuesto municipal. Hay 3.400 personas en paro, cifra que supera tanto la media provincial como autonómica, según el PSPV-PSOE. Además, 700 familias están en riesgo de exclusión social y 50 niños tienen problemas para comer todos los días. A eso se suma que es una de las ciudades con la presión fiscal más alta de la Comunidad Valenciana.
“Junto a esto, su política comercial y turística ha sido errática y muy difícil de revertir”, expone Aliaga. “Xàtiva se ha caracterizado por gozar en el centro de comercios locales, donde se encuentra el mayor atractivo turístico. Pero Rus lo sacó a las afueras, primando las grandes superficies”, crítica. “Esto, comercial y económicamente, está siendo nefasto”, apostilla. A su juicio, a la feria que celebra la ciudad en agosto --una de las más conocidas en la Comunidad Valenciana--, le faltan elementos que la hagan característica y única. Una asignatura para el nuevo consistorio.
De momento, los gestos huelen a cambio. El cantautor valenciano Raimon fue recibido por el alcalde cuando antes estaba casi “proscrito” en la ciudad por ser contrario a Rus. Y unas de las primeras acciones será doblar la partida social. Parece que los tiempos de megalomanía, de autoritarismo y de fastos han terminado. Es el ocaso del legado de Alfonso Rus, del Berlusconi valenciano.
La derrota electoral de Alfonso Rus, exalcalde del PP de Xàtiva (Valencia), en los pasados comicios, acaba con 20 años de hegemonía de una figura caciquil acechada por los sospechas y que deja una herencia pesada para el futuro tripartito de izquierdas.
Un alcalde que se pasea con...
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Moisés Pérez
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