Ruiz-Mateos, el gigante con pies de barro
El polémico y discutido empresario fallece a los 84 años envuelto en líos judiciales hasta el final: era procesado por estafa, insolvencia y fraude tras la quiebra de Nueva Rumasa, el segundo 'Titanic' que hundió en tres décadas.
Paco Sánchez Múgica (La voz del Sur) Jerez de la Frontera , 9/09/2015
Ruiz-Mateos, en una imagen de archivo.
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“Mira, maricón, vente a la calle. Quítate de protección y peleemos como machos, como hombres, para que no digan. Eres malvado y hasta que no acabe contigo no pararé. Te lo digo en serio”. Nada más pronunciar a viva voz esta retahíla, José María Ruiz-Mateos, marqués de Olivara (Rota, 1931- El Puerto, 2015), golpeó en la cabeza al ex ministro Miguel Boyer, cuyas gafas cayeron al suelo ante la mirada atónita de sus escoltas. Todo, a las puertas del edificio de los Juzgados madrileños. Con la adrenalina disparada, en medio del tumulto y de la nube de reporteros, Ruiz-Mateos volvió a la carga reservando para la posteridad uno de los episodios más sonrojantes de las últimas décadas en España: “Que te pego, leche, que te pego”. Fue un 3 de mayo de 1989.
Seis años antes se había desmoronado el imperio construido en torno al holding Rumasa, caída de la que siempre culpó al propio Boyer, entonces ministro de Hacienda del primer gobierno de Felipe González. Un real-decreto ley ordenaba un 23F de 1983 expropiar los bancos y las cerca de cuatrocientas empresas de un emporio nacido en el franquismo -la matriz se fundó en 1961- que empleaba a 60.000 personas y facturaba –en 1982- 350.000 millones de pesetas. A raíz de esa controvertida decisión arrancó un largo litigio entre el Estado y Ruiz-Mateos, que trató insistentemente pero sin éxito de recuperar sus empresas y el pago de justiprecio. El Supremo y el Constitucional avalaron en varias ocasiones la legalidad de la expropiación. Más de 200 sentencias negaron el derecho del polémico empresario a recuperar ese supuesto dinero que le debía el Estado.
El mítico puñetazo a Boyer se produjo semanas antes de convertirse en eurodiputado tras embarcarse en política de la mano de la autodenominada Agrupación Ruiz-Mateos. Si la aventura política empezó bien, ya en las generales de ese mismo año los resultados fueron residuales, logrando un escaso 1% de los votos. La actividad se prolongó durante cuatro años más con un balance más que discreto. En paralelo, en 1996, nace el germen de Nueva Rumasa. El nuevo entramado empresarial, levantado con ayuda de sus hijos y apoyado en la reinversión del dinero que logra evadir tras la expropiación, no tendrá carácter de holding, sino de empresas coordinadas pero con independencia financiera.
Antes de entrar en concurso de acreedores en 2011, también en febrero, la sociedad acumuló deudas por 700 millones de euros con 23 instituciones de la banca, los acreedores y los organismos públicos. Clesa y Dhul, dos de las empresas que adquirió, suman el mayor volumen de impagos: 434 millones. Pero lo más sangrante de todo es que desde 2009, los Ruiz Mateos venían captando a pequeños inversores –muchos de ellos, antiguos trabajadores de Rumasa y sus descendientes, con confianza ciega en ‘don José María’-mediante emisiones de pagarés que, con un importe mínimo de 1.200 euros, se comprometía a devolver con un 8% de rentabilidad anual. Lo perdieron todo. Fueron unos 5.000, según mantuvo Nueva Rumasa en su momento y a pesar de las advertencias de la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), que hasta en siete ocasiones advirtió del riesgo que entrañaba confiar en un transatlántico que ya se había hundido 25 años antes.
José María Ruiz-Mateos ha muerto a los 84 años en un hospital de El Puerto, a 15 kilómetros de la ciudad donde su figura se hizo más enorme, Jerez, debido a unas complicaciones por una neumonía tras romperse la cadera. Ha fallecido acosado por la Justicia, enfrentado en los tribunales a varias acusaciones de estafa, insolvencia punible y fraude a la Hacienda pública, causas en las que están también inmersos varios de sus hijos pese a sus intentos de exculparlos arrogándose todo lo imputable. El pasado 18 de junio el juez ordenó su entrada en prisión pero los graves problemas de salud que arrastraba desde hace tiempo le llevaron a esquivar la trena. No fue como en 1983, cuando huyó a Londres, ni como en 1988, cuando en una comparecencia en la Audiencia Nacional aprovechó la distracción de sus custodios para fugarse con peluca y gabardina. De hecho, cada nueva visita al Juzgado era un nuevo show esperpéntico: lo mismo disfrazado de Superman que de chulapo madrileño.
Como su padre Zoilo, en cuyo monumento en la jerezana bodega Sandeman reza Señor de la vid, apóstol de los pobres, José María era admirado y odiado casi a partes iguales, aunque su etapa final en Nueva Rumasa y el engaño a los pequeños inversores provocó que muchos de sus incondicionales le dieran la espalda. En 2013, en un comunicado, insistía en que satisfaría sus deudas, especialmente con los pequeños inversores: "Tengo que decir que me siento orgulloso y plenamente feliz y satisfecho por su bondad como por su calidad humana y categoría profesional. ¡Tanto que si fuera necesario daría la vida por ellos!". El empresario, muy generoso en los donativos con los Legionarios de Cristo, Opus Dei y Salesianos, será enterrado este martes en su Rota natal.
“Mira, maricón, vente a la calle. Quítate de protección y peleemos como machos, como hombres, para que no digan. Eres malvado y hasta que no acabe contigo no pararé. Te lo digo en serio”. Nada más pronunciar a viva voz esta retahíla, José María Ruiz-Mateos, marqués de Olivara (Rota,...
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