Ciclismo a distancia
Iba a ser la mejor Vuelta de la historia
Sergio Palomonte 16/09/2015
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Iba a ser la mejor Vuelta de la historia. Y ha acabado siendo una Vuelta salvada a duras penas en lo deportivo, y con sucesos extradeportivos que han condicionado el desarrollo de la prueba, además de ofrecer una imagen lamentable. Del ciclismo, y del país que organiza la que siempre ha sido la hermana pobre de las tres grandes vueltas por etapas. Lo que iba a ser la edición 2015 se dejó bien patente desde la salida, o lo que fuese aquello, perpetrado en Marbella.
La organización pretendía que los ciclistas afrontasen una contrarreloj por equipos de solo 7 kilómetros lo que, dados los nueve componentes por escuadra, tocaba a menos de un kilómetro por corredor. Podía tener un pase, pero lo que era completamente inadmisible era que los obligasen a circular por hasta cinco superficies diferentes, como si en vez de una competición deportiva del más alto nivel fuese una gran superficie de pavimentos cerámicos y suelos laminados, a ver cuál queda mejor para el espectáculo o el salón de una casa pretendidamente burguesa.
Porque se pavoneó mucho, y con razón, de la notabilísima participación en la Vuelta: nada menos que los cuatro primeros del último Tour, y casi lo mismo del último Giro, con la excepción del ganador. La pena fue lo que se encontraron nada más llegar: una farsa de etapa inaugural, donde no contaban los tiempos para la clasificación individual, y donde debían transitar encima de arena, porque eso es espectáculo. ¿No es España el país de los toros, fiesta y espectáculo? Pues eso, que ni siquiera era arena, era albero. Para ciclistas.
No coló el engaño, el primero de muchos. Imbuido del clima reinante, y también de sus propias prácticas pasadas, el italiano Nibali fue expulsado el segundo día de carrera, después de que se enganchase a un coche de su equipo para recuperar la diferencia con el pelotón principal. Se había caído a 30 km de meta, y su triquiñuela y la propia caída --que envió a casa a su compañero Tiralongo-- lograron que el Astana se quedase con siete corredores para afrontar la prueba. No fue óbice para que, una vez más, fuesen los más fuertes, como en el pasado Giro.
La primera semana fue una sucesión de etapas en Andalucía, con el colombiano Chaves ganando dos de ellas, y líder de la carrera cuando por fin se salió de la región. Lo hizo con una etapa en Murcia donde se buscó de manera consciente el espectáculo consistente en meter al pelotón por una carretera donde el mayor atractivo era que se producían caídas, merced a su trazado berroqueño y caprino. Antes, en el tramo por Murcia capital, se produjo una gravísima caída, agravada por estar en la calle la plataforma del nuevo tranvía de la ciudad, que impidió que los ciclistas esquivasen la montonera saliendo por el lateral. El belga Boeckmans ha estado dos semanas en coma inducido, y está por ver que pueda reemprender su profesión.
En la infame Cresta del Gallo el local Rojas también se fue en una curva, con gran fortuna porque los guardarrailes son de esos que seccionan, o que dan espectáculo. Se vio todo eso, y no fue poco, dado que el helicóptero no funcionaba y no hubo ni una imagen aérea en todo el día, maximizando la inversión (realmente, gasto) en el que incurren los municipios que deciden albergar una etapa de la Vuelta. Lo peor, sin embargo, se produjo poco antes de meta, cuando una moto de la organización arrolló a Peter Sagan, una de las mayores figuras de este deporte, y de los pocos corredores que se había tomado la primera parte de la carrera con ánimo de competición.
Lo más escandaloso de todo es que la moto ni siquiera se detuvo. Como se supo días después, la organización tampoco pidió disculpas al corredor atropellado. Un accidente de este tipo entra dentro de las posibles contingencias en el ciclismo, pero nunca que se dé a la fuga el causante. Mucho menos, que los lamentables comentaristas de TVE dijesen que "el ciclismo es un deporte de riesgo". No, no, eso es el barranquismo, el salto base, meter la cabeza dentro de un león, o irte al Himalaya a escalar una montaña apodada 'Puerta del Infierno' o 'Devorahombres'.
El ciclismo es un deporte de resistencia, pero no de riesgo. Mucho menos si ese riesgo viene por agentes externos como una moto que ni siquiera se detiene a auxiliar. Por los que en teoría están para proteger a los ciclistas y ofrecerles mayor seguridad en su actividad. Es un debate tan estéril e inútil, especialmente tras la campaña de propaganda que desató la Vuelta para edulcorar lo grosero del atropello (un periodista apesebrado llegó a escribir que Sagan tenía previsto su abandono, y el atropello solo lo adelantó), que solo ha servido para ver dónde están unos y donde están otros. Lejos o cerca de la realidad de este deporte.
El helicóptero inoperante en Murcia se lució al día siguiente, en una etapa por la Marina alicantina y su imperecedero mensaje sobre el urbanismo masivo, esa ideología que enlaza el desarrollismo franquista con la democracia. De hecho, el final de etapa era en una promoción inmobiliaria, paralizada por la justicia, consistente en parcelar --ya hecho-- y edificar --por hacer-- una montaña hasta la mismísima cumbre. Se vivió un bonito espectáculo, con continuos ataques y contraataques, donde el mejor parado fue el que sería el héroe de la carrera, el holandés Dumoulin, con el máximo favorito Froome muy cerca.
Un traslado de cinco horas en autobús llevó a los ciclistas a Andorra, donde se disputó la única jornada de los Pirineos de la carrera, y de 137 km de recorrido. La etapa la había diseñado personalmente Joaquim Rodríguez, porque el ciclismo es un deporte donde un interesado directo en la victoria puede diseñar recorridos a su antojo y conveniencia, sin que nadie se espante. ¿Conflicto de intereses? Ni se plantea. Es más: hasta se vendía como un atractivo más, y confluyente con que el propio interesado hubiese organizado una marcha cicloturista a mayor gloria personal suya pocas semanas antes, y con el mismo trazado.
En lo deportivo, el día andorrano trajo el abandono de Froome por una caída que no le impidió completar la jornada, y la tremenda exhibición de Mikel Landa, el ciclista alavés que ya fue el más fuerte del Giro y que, infiltrado en una fuga, subió el puerto final igual de rápido que los favoritos. No se descolgó para ayudar a su jefe de filas Aru, e incluso se quitó el auricular para no escuchar las órdenes del equipo. Hubo televisión en directo todo el día, y no era fin de semana, cuando la audiencia se incrementa. Tampoco había público, pero eso pasa siempre en Andorra.
Sí que fue fin de semana cuando los ciclistas acabaron al borde de las cumbres más altas de los Picos de Europa, en la segunda jornada de montaña cantábrica, tres días en los que hubo muy poco de ciclismo y ataques. A pesar de la buena climatología y domingo, ni la organización ni la realización televisiva tuvieron a bien emitir la etapa íntegra, como es consuetudinario en el Tour, y mostrar así toda la primera parte de la etapa, que transcurria por la realmente escénica costa cántabro-asturiana. Es la manera de cuidar el producto y usar la Vuelta como vehículo de promoción turística.
A esas alturas de la carrera la mitad de Holanda, país emisor de turistas por excelencia, ya estaba enganchada al devenir de la misma, puesto que contra todo pronóstico Dumoulin estaba aguantando con una distancia salvable en la única contrarreloj individual de la carrera. Se disputó en Burgos a solo cinco días del final, y por supuesto ganó el joven corredor, especialista de la prueba. Sin embargo, el italiano Aru se quedó en la general a unos escasos tres segundos de diferencia.
Una vez más, la Vuelta conseguía ser la gran vuelta por etapas con más incertidumbre en su resolución final, una suerte que se repite año tras año, y cuando esto sucede de esta manera el elemento principal no es suerte. Lo es un recorrido donde la única montaña consiste en un sprint en los metros finales, donde no hay crono, donde apenas hay tensión competitiva: así sí que se llega con incertidumbre al final, puesto que no ha habido nada en los momentos previos. Simplemente aguantar, evitar ser atropellado, no agarrarse a un coche.
Tras doblar su ventaja en la llegada a Ávila, Dumoulin salió de líder en la penúltima jornada, un recorrido por la Sierra de Madrid, un clásico de la Vuelta que rara vez ha deparado nada relevante, pero que esta vez supuso un vuelco. Con mala estrategia de equipo, que no coló a nadie en una escapada de decenas de corredores, el líder se vio aislado en el momento en que, tras ser exprimido por Mikel Landa --como en el Giro, el corredor más decisivo--, no consiguió recuperar la pequeña diferencia con Aru, que se fue irremediablemente ayudado por compañeros de un equipo compuesto por siete corredores desde el segundo día.
Cayó del primer al sexto puesto de la general, algo raras veces visto en tiempos recientes en este deporte, en el que ya apenas hay desfallecimientos o hundimientos, puesto que todos los ciclistas de alto nivel rinden igual al principio de una carrera de tres semanas que al final, en contra de cualquier lógica y de su propia condición de deporte de resistencia. Aru, de 25 años, ganaba la carrera por delante de J. Rodríguez, de 36 años y todavía mejorando, y Majka, el gregario polaco de Contador.
Hasta el último día hubo esperpento. No hubo imágenes de helicóptero o de moto hasta las últimas vueltas al circuito por Madrid por un problema no contemplado en el plan de contingencias que se supone que tiene que tener un evento deportivo de este nivel, y todo se disputó en la penumbra, puesto que el día salió nublado y los organizadores se empeñaron en acabar más allá de las ocho de la tarde. Madrid parecía Gotham City, y no era el efecto buscado.
La que de partida era la mejor Vuelta de la historia por participación quedó convertida en una Vuelta con la misma incertidumbre sobre el resultado final que ha tenido en los últimos años, pero con unos gravísimos errores de coordinación y planificación que rebajan el ya de por sí escaso espectáculo ofrecido por los ciclistas en carretera.
Iba a ser la mejor Vuelta de la historia. Y ha acabado siendo una Vuelta salvada a duras penas en lo deportivo, y con sucesos extradeportivos que han condicionado el desarrollo de la prueba, además de ofrecer una imagen lamentable. Del ciclismo, y del país que organiza la que siempre ha sido la hermana pobre de...
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Sergio Palomonte
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