El Tour a distancia (III)
Camino de otro Tour a lo Armstrong
Aguantar, resistir y sufrir son características que se dan por descontadas en un deporte tan duro y exigente como el ciclismo, y el hecho diferencial está en atacar. De momento, el único que lo ha hecho ha sido Froome. Una única vez. Suficiente
Sergio Palomonte 23/07/2015
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Quedan tres etapas --y el baile de salón del último día en París-- y la edición 2015 del Tour de Francia se puede calificar de mediocre. Lo es en el desarrollo de la carrera, en la lucha por la general --sentenciada con el mazazo de Pierre St. Martin, en la primera montaña grande de la carrera--, lo es en los ganadores parciales y lo será en el podio final, se conforme como se conforme. En tres días, en un deporte como el ciclismo, pueden pasar muchas cosas, pero no compensarán lo que ya ha transcurrido.
De las tres etapas seguidas con final en montaña de los Pirineos bastó la primera. En las dos siguientes llegó la fuga y, en la del día posterior al único momento decisivo del Tour, se puede decir que el pelotón se tomó un descanso, con todos los respetos al Tourmalet. A pesar de que la etapa estaba muy bien diseñada, enlazando la subida al puerto-mito con su legendario descenso --más en España, puesto que ahí fraguó Indurain el primero de sus Tour victoriosos-- e, inmediatamente, la subida a Cauterets, no pasó nada. Absolutamente nada.
De la fuga del día salió el vencedor, el polaco Majka que el año pasado llegó al Tour sin ninguna victoria profesional y se fue a casa con dos etapas de alta montaña, y que corre en el mismo equipo que Contador, aunque a veces no lo parezca. Atacó en la base del Tourmalet a sus compañeros de escapada, y monólogo hasta meta. Ya fue más que en el pelotón, donde Valverde hizo una de sus aceleraciones al ver la pancarta de meta para lograr 2" ante Froome.
Exactamente esa fue la diferencia que logró al día siguiente, sumando un total de 4". Magro botín, aunque esta vez la etapa viniese adornada con más puertos de montaña, el mismo carácter en la fuga --triunfo para J. Rodríguez, que el día anterior había perdido una minutada por una caída de la que no se resentía 24 horas después-- y mala climatología. Hubo algún ataque de Contador y de Quintana, pero tanto Froome como su equipo respondieron perfectamente, hasta el punto que un rodador como G. Thomas neutralizaba al paso ataques de escaladores, para pasmo de toda la comunidad ciclista.
Eso fueron los Pirineos, y no hay otra lectura posible. Fueron exactamente igual que con la dictadura de Armstrong: un golpe de autoridad el primer día, y el resto todos al tran-tran del equipo dominador --Thomas ha ganado este año en el pavés, al igual que Hincapie, el más fiel de los gregarios de Armstrong--, esperando la tercera semana y los Alpes, esa que se ha jibarizado progresivamente en las grandes vueltas, bien por reducción del kilometraje de las etapas, bien porque el segundo día de descanso se coloca un martes.
Entre una y otra cordillera el recorrido presentaba un tránsito bastante imaginativo del Macizo Central francés, que suele propiciar etapas vistosas pero escasamente trascendentes. Bajo un calor muy severo, que en algunos momentos llevaba a estar a 40ºC de temperatura en las horas centrales del día, el increíble ciclista que es Peter Sagan monopolizó estas etapas. Sin ganar ninguna, puesto que desde su extraordinario debut en 2012 --tres etapas ganadas, incluyendo la primera que disputó-- solo ha ganado una más, siendo segundo en ¡dieciseis ocasiones! En esa cifra se contempla todo tipo de casuística: por atacar demasiado pronto, por un centímetro de diferencia, por no coger la rueda buena, por no fiarse de su sprint y, en general, por no saber ganar.
Ni el propio corredor parece muy preocupado por el asunto. Total, tiene 25 años y siempre se dice a esas edades que ya llegará el día, que ya se desbloqueará, como si fuese un delantero centro. En Rodez, donde el Tour no llegaba desde 1984, saltó Van Avermaet, un corredor con el mismo conflicto con la victoria que Sagan. El corredor eslovaco salió a su rueda y, cuando acabó lo más duro de la subida a meta, se sentó. Ahí rompió su ritmo y ya no se pudo levantar para el arreón final, como reconoció en meta. Al día siguiente se metió en la escapada camino de Mente, escenario en 1995 de una de las etapas más sobrevaloradas de la historia del ciclismo, aquel día donde el equipo ONCE metió a cuatro corredores en una fuga y al final se llevó la etapa, porque no se llevó ninguna otra cosa más.
Ya fue más que Sagan, que entró cuarto mientras un británico de 35 años --los treintaymuchos son los nuevos ventipocos del ciclismo profesional, al menos en este Tour-- que milita en el equipo sudáfricano MTN ganaba la etapa, simplemente por ser más pillo que los jóvenes franceses Pinot y Bardet (3º y 6º en el pasado Tour), que se miraban atónitos por perder la opción de una victoria de una manera tan ingenua: les adelantó en una curva justo en el momento en que se ponía a su altura. El último día del macizo central Sagan volvió a ir en fuga, pero esta vez no llegó a meta: simplemente, sin padecer el esfuerzo realizado a través del valle del río Ardeche, justo antes de su confluencia con el Garona, se metió en el sprint masivo para ser cuarto, en la tercera victoria de Greipel, otro veterano que la está viviendo franca en esta inusual edición del Tour.
A manera de prólogo de los Alpes, hubo una última etapa consecutiva antes del segundo día de descanso, que llevaba a los ciclistas a las puertas de los Alpes, y el ya casi tradicional descenso hasta Gap. El recorrido se hizo celebérrimo en 2003, con la caída de Beloki y, especialmente, el espectacular campo a través de Armstrong. De hecho, casi nadie se acordará de quien ganó la etapa --y mejor que sea así, fue Vinokourov--, pero si de la escena, repetida hasta la saciedad en todo tipo de programas, interesados en el ciclismo o no. Desde entonces, el Tour ha vuelto en bastantes ocasiones por la misma carretera o parecidas, siempre buscando el descenso "espectacular", la manera diplomáticamente correcta para evitar decir que van buscando caídas.
Hubo algo de eso, para solaz del espectador de ciclismo de julio, y la gente que todavía ve informativos en la televisión, confluyentes entre sí. Volvió a llegar la fuga, y Sagan volvió a ir en la misma, para volver a ser segundo. En un momento de la subida al Col de Manse, y leyendo muy bien la carrera en su beneficio, atacó Rubén Plaza, español de 35 años antiguo cliente del médico dopador Eufemiano Fuentes. Aprovechando su envergadura --1,91 cm de altura-- y el fuerte viento lateral que entraba, hizo el hueco suficiente para coronar con ventaja y aprovechar su mayor corpulencia y antiguas dotes de rodador para llegar a meta en solitario, mientras Sagan hacía un descenso de fábula, y que solo él puede hacer. Tampoco le sirve para ganar, pero en el fondo el Tour es un espectáculo y Sagan es una estrella principal en este show-business que es el ciclismo del Tour.
Entre los favoritos no paso nada más que la espectacular salida de vía de Geraint Thomas, quinto en la clasificación general, al ser embestido por otro ciclista. Se cayó por un terraplén, tras golpear con su cabeza en un poste de luz. Sin embargo, solo perdió en meta 37" con sus rivales por la clasificación general, porque muchas veces el ciclista se rompe en una caída parada --como la clavícula de Tony Martin-- y otras sale indemne de situaciones mucho más aparatosas, carne de los informativos que presentan las imágenes con "no se lo pierdan" o "mire como impacta la cabeza contra la estructura de hormigón". Sea como fuere, los favoritos llegaron al inicio de los Alpes con más o menos las diferencias con las que salieron de Pierre St. Martin.
Al run-run de una etapa de descanso, y la febril imaginación de la caravana ciclista, se imaginó una etapa de fantasía, especialmente tras un inicio vertiginoso en donde el tercer clasificado se descolgó al poco de la salida. Tejay van Garderen ha acabado dos veces quinto el Tour, pero este año, donde parecía tener el podio más cerca, ha abandonado de manera inexplicable, aquejando por unas fuertes fiebres. Al momento de escribir esto no se ha informado de nada más, y es raro que un ciclista abandone por algo tan inespecífico, tanto que en la Seguridad Social te hubiesen mandado a casa sin baja laboral y con paracetamol bajo el brazo. Son las cosas del ciclismo: el tercero de la general, enrolado en un equipo que había ganado tres etapas con tres ganadores diferentes, se va para casa tras el día de descanso. Pasen página, y que pase el siguiente.
Por correrse el escalafón, Alejandro Valverde pasaba automáticamente a ser el tercero de la general. Al igual que en el reciente Giro de Italia, dos corredores de un mismo equipo van segundo y tercero , demostrando por la vía de los hechos que en el ciclismo existen las Dos Velocidades que tanto combatió Jacques Santer en los tiempos heroicos de la proceso de construcción europea. Porque Geraint Thomas, un poco menos brillante en la primera jornada de los Alpes, es cuarto de la general, conformando un sándwich ciclista donde el pan es británico --es su comida nacional, es normal-- y el relleno es murciano-colombiano-telefónico-aburrido, el típico pastiche que te sueles encontrar en ese producto culinario de batalla.
Precisamente la que no hubo. La fuga se formó tras el abandono de Van Garderen, y una vez más fue copiosa y llegó a meta, con el triunfo final para el alemán Geschke, un buen corredor habitual en las escapadas, pero que solo tenía tres victorias como profesional. Con él se fueron varios gregarios del Movistar y el polaco Majka del equipo de Contador, pero poco hicieron para sus líderes, incluso cuando ya no tenían opciones de ganar la etapa. Si es que alguien ha querido ganar algo en la cima de Pra Loup, allí donde hace 40 años Merckx finalizó abruptamente su reinado en el Tour.
Hubo algún ataque de Quintana subiendo Allos, el gigante de más de 20 km de longitud que se subía previamente, pero Movistar jamás aprovechó su superioridad numérica, ni siquiera cuando, en la subida final, se produjo la situación táctica de llevar a ¡cuatro corredores! de los siete que había en cabeza de su equipo. Ni, aún más evidente, la situación táctica ventajosa de mover a Valverde previamente, para que intentase contactar con los gregarios fugados. No: parece que lo que espoleó a Movistar fue la caída de Contador bajando Allos, que le costó en meta perder más de 2´ y sus opciones de podio. Jugada perfecta para las tradicionalmente muy conservadoras tácticas del equipo navarro: Van Garderen por fiebres tifoideas, y Contador por caída se traducen en podio asegurado para Quintana o Valverde, simplemente por estar ahí.
Porque ataques tácticos, o aprovechando la superioridad, no hubo. Quintana lo intentó cerca de meta, pero Froome salió muy bien. El colombiano ha sido incapaz de recortar ni un segundo en montaña al líder de la clasificación, por lo que el panorama para las tres etapas alpinas que quedan no es muy enaltecedor. El británico domina la clasificación con 3´10" sobre Quintana, 4´09" sobre Valverde y 6´34" sobre Thomas, cuarto en la general. Esto es el Tour, y esto es lo que hay. Baste decir que ya es octavo de la general el suizo Frank, un corredor que jamás ha estado delante en esta carrera, y prácticamente en ninguna otra. Simplemente por estar ahí, como los Movistar.
Quizás sea ese el secreto del Tour, de este Tour diseñado sin contrarreloj y para escaladores, y donde un rodador como Thomas va cuarto de la general, o un corredor como Valverde tercero, cuando el año pasado acabó cuarto sin estar en carrera ni Froome ni Contador. Aguantar, resistir y sufrir son características que se dan por descontadas en un deporte tan duro y exigente como el ciclismo, y el hecho diferencial está en atacar, especialmente cuando hay superioridad numérica. De momento, el único que lo ha hecho ha sido Froome. Una única vez. Suficiente. El ciclismo de julio es así, y lo inventó Armstrong. Tres días para París, y esperando un ataque que no se producirá, puesto que Movistar irá a asegurar el doble podio, y no a tentar el primer puesto.
Quedan tres etapas --y el baile de salón del último día en París-- y la edición 2015 del Tour de Francia se puede calificar de mediocre. Lo es en el desarrollo de la carrera, en la lucha por la general --sentenciada con el mazazo de Pierre St. Martin, en la primera montaña grande de la carrera--, lo es en los...
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