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Muchos jugadores entran en el Atlético, pero el Atlético jamás entra en ellos. La noche que el Atleti perdió la final de Copa ante el Sevilla en Barcelona, Tiago Mendes Cardoso descubrió que el Atleti, con sus miserias y sus grandezas, había entrado en él. Como esos amores tan apasionados e intensos que nunca mueren. Después de caer en aquella final, tras perder un título, la afición permaneció en el Camp Nou, durante media hora eterna, animando a su equipo. A jugadores que habían perdido, pero de los que no renegaba. En la victoria, humildad. En la derrota, orgullo. La escena, por emotiva, caló en los futbolistas del Atlético. Y trascendió en Tiago. El portugués, que rompió a llorar de manera desconsolada, acaparó la atención de las cámaras. Se sentía culpable de no haber logrado el título y tras ver el comportamiento ejemplar de la hinchada, sintió en su corazón que formaba parte de algo más que un equipo de fútbol. Esa noche notó que las olas de una derrota pueden tocar la playa de los sentimientos. Y que el Atlético, como fe y pasión inexplicable, por calar, cala hasta los huesos. Tiago se sintió en deuda y quiso devolver, partido a partido, ese cariño. Cinco años después de aquella noche amarga --y sin embargo, gloriosa-- el luso se ha confirmado imprescindible para el Atlético. A sus 34 primaveras, como el buen vino, mejora con la edad. Sabe qué camiseta defiende, para quién juega y a quién representa. Experto, maduro e inteligente, Tiago sigue esforzándose por devolver aquella ovación de Barcelona. Ha metabolizado que pertenece a una causa y no a un equipo, y siente que lo que iba a ser una estación de paso, ahora es su casa.
Tiago, que no tiene estatus de estrella cuando debería, aglutina todas las condiciones que cualquier entrenador anhela. Maneja todas las facetas del juego, conoce sus claves, sus secretos y sus registros. Se trata de un hombre discreto, de un líder silencioso. De un tipo que honra su oficio de mediocentro, de un futbolista aseado con la pelota, notable al quite y sobresaliente cuando debe interpretar a su equipo. Pareja de hecho de Gabi, miembro del selecto club de la guardia pretoriana de Simeone (“Para nosotros, Cholo es Dios”), el portugués no es un diez en nada, pero es un ocho en todo. Buen pie, despliegue, visión de juego, llegada y además, juego aéreo, que siempre suma en el laboratorio infinito rojiblanco a balón parado. Tiago es un futbolista total. Un tipo que se maneja en cuestiones de intendencia y es el socio de todos en cada posesión. Sabe con la pelota y sin ella. Braga, Benfica, Chelsea, Lyon y Juventus pueden dar testimonio de su magisterio. Eso sí, sólo el Atlético, impulsado por la influencia de Simeone, ha podido disfrutar de su mejor versión.
En el Atlético, a sus 34 años, el luso sigue impartiendo lecciones. Rebelado en la única batalla que no puede ganar, la de su lucha contra el reloj biológico, y tras evidentes daños en su carrocería (sobrecargas, fisuras de costilla, problemas de cuádriceps, esguinces de rodilla, rotura de escafoides y fractura de cúbito), Tiago sigue siendo para el Atlético lo que el esfuerzo para Simeone: algo innegociable. Más allá de si el físico le respeta o no, de si frecuenta el taller para una sesión de chapa y pintura, Tiago es un motor diésel con ilusión gasolina, un fuera de serie paradójico: el más veterano es el que más juega. El portugués, que en su día se rebajó la ficha medio millón de euros, y que se desvinculó del club renovando 21 días después para satisfacción de Simeone, es único. Es ley de vida que un día, no muy lejano, Cerezo acabe diciendo aquello de “vendrá otro, igual o mejor”. En el caso de Tiago, será muy difícil. No hay un futbolista de sus prestaciones en el mercado. Simeone lo sabe: “Es difícil tener dos Tiagos. Dos Tiagos no se pueden pagar”. Discreto, agradecido y orgulloso de pertenecer a una causa que trepa por el corazón, Tiago es un gran reserva añejo. No es eterno, pero lo parece. Tiago no vive una segunda juventud, sino una bendita vejez, trufada de excelencia.
Muchos jugadores entran en el Atlético, pero el Atlético jamás entra en ellos. La noche que el Atleti perdió la final de Copa ante el Sevilla en Barcelona, Tiago Mendes Cardoso descubrió que el Atleti, con sus miserias y sus grandezas, había entrado en él. Como esos amores tan apasionados e intensos que nunca...
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Rubén Uría
Periodista. Articulista de CTXT y Eurosport, colaborador en BeIN Sports y contertulio en TVE, Teledeporte y Canal 24 Horas. Autor de los libros 'Hombres que pudieron reinar' y 'Atlético: de muerto a campeón'. Su perfil en Twitter alcanza los 100.000 seguidores.
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