Reportaje
Diez gestores calés en los ayuntamientos españoles
Tras años de militancia de sus representantes en distintas asociaciones, una decena de concejales abre un panorama esperanzador para la participación política de los gitanos
Silvia Cruz Barcelona , 14/10/2015
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En España hay al menos diez concejales gitanos. Según las últimas estimaciones del Consejo de Europa, en nuestro país hay alrededor de 750.000 gitanos y representan el 1,67% del total de la población. En las pasadas elecciones municipales se eligieron más de 67.000 concejales, con lo que los diez calés no suponen más que un 0,014% de esa representación. Parece poco pero es un buen dato. “Es el resultado de años de asociacionismo, de interacción con la Administración pública, de práctica de liderazgo y democracia”, explica Anna Mirga, doctoranda en la Universitat Autònoma de Barcelona que investiga el movimiento asociativo gitano. Para esta antropóloga social, el aumento de participación en los partidos es una señal de madurez del asociacionismo gitano. “Se han empezado a comprender los límites de la sociedad civil y los cambios que se pueden generar a través del asociacionismo”, explica la experta.
María Hernández, concejala en León: “De los diez concejales gitanos electos en España, seis venimos de candidaturas de Unidad Popular”
María Hernández es la primera concejala gitana que tiene la ciudad de León y un buen ejemplo de lo que explica Mirga. Nieta de un sindicalista de la sección ferroviaria de la UGT, la política le picó hace poco pero participa desde hace años con la Fundación Secretariado Gitano. Tiene 30 años y se presentó por la lista de León Despierta. “Yo achaco esta implicación de mi comunidad a que está más estabilizada y más integrada y es el momento en que pueden interesarse por la política. Hace unos años estábamos más centrados en buscarnos la vida”, explica Hernández.
Hernández es hija de padre gitano y madre paya. Le gusta definirse como “torrefacta” y no se implicó de lleno en política hasta que descubrió a Pablo Iglesias. “Fue en enero de 2014 y leí que se hacía la primera asamblea abierta de Podemos en León. Me llamó la atención y me gustó ese discurso de integrar a quien quiera unirse”, cuenta esta mujer que ve en las candidaturas de unidad popular un acicate para que los de su comunidad entren en política. “Es llamativo que de los 27 gitanos que nos presentábamos en toda España, diez lo hicimos en este tipo de formaciones. Y de los diez concejales electos, seis venimos de ahí.”
Las palabras de María Hernández tienen sentido para Mirga. “Muchos gitanos se sienten identificados con los movimientos que demandan un cambio del orden político. La aparición de nuevas formaciones ha abierto oportunidades y ha generado la esperanza de que otra cultura política, más abierta hacia la participación de los gitanos, es posible.”
Las acción de las mujeres
Anna Mirga, de la Universidad Autónoma de Barcelona: “Con una conciencia y una participación política crecientes, muchos partidos han entendido que el voto gitano puede ser decisivo”
Mirga aporta esta información pero no olvida que la política es un juego de números. “Con una conciencia y una participación política crecientes, muchos partidos han entendido que el voto gitano, especialmente en municipios donde residen muchos, puede ser decisivo.” Y ese es, por ejemplo, el caso de Lebrija (Sevilla), donde vive y hace política Tamara Carrasco, cuya experiencia es algo distinta a la de María Hernández en León. Esta militante socialista vive en un pueblo de 27.000 habitantes donde se estima que hay unos 5.000 calés. “Aquí nunca ha habido guetos del tipo las 3.000 viviendas de Sevilla. Los pisos de protección oficial que albergan gitanos están repartidos por todo Lebrija”, explica quien es concejal de Turismo, Cultura, Juventud y Deportes y quinta teniente de alcalde.
Carrasco también empezó su activismo político en la Fundación Secretariado Gitano y, aunque sigue colaborando, enseguida quiso ampliar su círculo. Está de acuerdo con María en que es importante que los gitanos formen parte de estructuras que competen a toda la población. “Esa apertura se ha notado mucho en los últimos años y viene, no tengo duda, de la acción de las mujeres. Ellas han sido puente entre gitanos y no gitanos, se han ido implicando en los colegios, en sus asociaciones… Y ese trabajo ha sido vital para nuestra integración”.
Tamara Carrasco, concejala en Lebrija: “Las mujeres han sido puente entre gitanos y no gitanos, se han ido implicando en los colegios, en sus asociaciones…”
Con ese enfoque está de acuerdo María Hernández, aunque en su ciudad y en su región las cosas no estén tan “normalizadas” como en Lebrija. “Recuerdo que en una reunión de gitanas, una chica se quejaba de que estudiaba matemáticas puras y en su entorno nadie la entendía. Si estudias trabajo social o algo parecido, no hay problema pero aquella chica tuvo que irse de su casa para seguir formándose en lo que le gustaba”, cuenta Hernández, que asegura que aquel testimonio le hizo cambiar de chip e implicarse más. Ella tiene algún recuerdo negativo que le hace pensar que aún queda mucho por hacer de puertas hacia adentro: “Recuerdo tener 14 o 15 años e ir por al mercadillo en el que trabajaba mi familia y que otros gitanos me llamaran ‘puta’ por el simple hecho de llevar pantalones.”
Carrasco y Hernández están de acuerdo en que se ha avanzado pero hay que seguir abriéndose. “Conozco a María y sé que esas cosas que cuenta aún pasan. ¡Y no sólo en los pueblos! Recuerdo que cuando yo me fui a Madrid algunas gitanas preguntaban a otras escandalizadas: ¿Pero fumas?”. Asegura que en Lebrija no se niega un trabajo ni una casa a un gitano y cree que el hecho de ser un núcleo importante para el flamenco ha tenido algo que ver: “Ha unido a payos y gitanos, los ha hecho participar de una cultura y ha evitado que se hagan distinciones tan marcadas como en otros sitios”.
Un integración frenada por la crisis
Ahora que tienen responsabilidades públicas, María Hernández y Tamara Carrasco se plantean si es necesario hacer políticas específicas para los gitanos. Y ambas coinciden en la respuesta: siguen siendo un colectivo frágil y hay que protegerlo. “Quedan muchos derechos por reivindicar. Mi comunidad no está integrada ni goza de todos los derechos y deberes que le corresponden”, dice Carrasco. “Creo que hay que hacerlas para cualquier colectivo minoritario. Hay que tener en cuenta que con la crisis todo el proceso de integración, que había avanzado mucho, se ha parado. Y hay que reactivarlo”, dice Hernández.
Hay ámbitos en los que los gitanos aún tienen muchas carencias. Uno de ellos es la salud, pues según recoge un informe de la Estrategia Nacional para la Inclusión Social de la Población Gitana en España 2012-2020, publicado el año pasado, el colectivo no sólo presenta más problemas que otros con mejor nivel socioeconómico, sino también de grupos con menos renta y peores condiciones sociales. En educación aún quedan cosas por hacer, pero en el periodo 1994-2009 se produjo un avance importantísimo en las tasas de escolarización. En el mercado laboral, el paro es una realidad que se ha agudizado con la crisis económica pero algunos datos de empleo son mejores de lo que dicen los tópicos. Por ejemplo, según datos extraídos de la Encuesta de Población Activa de 2011 y recogidos en dicho informe, la tasa de actividad era del 68,9% en la población gitana, lo que la situaba 8,9 puntos por encima de la de población total. Una edad media más baja y un acceso temprano al mundo laboral lo explican pero también que su porcentaje de trabajadores autónomos (35%) es el doble que el del total de población que trabaja.
Pero hay un motivo básico por el que las dos concejalas entrevistadas creen necesario hacer políticas específicas. “Según las cifras del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la comunidad gitana es la peor valorada de España. Sigue habiendo casos de discriminación a la hora de alquilar un piso, de entrar a discotecas o para acceder a un trabajo. Así que, aunque no soy partidaria, los planes para la promoción siguen siendo necesarios”, afirma Carrasco.
España, por detrás de otros países en participación
El aumento de la participación pública entre los gitanos es noticia en España pero en otros lugares su implicación política está normalizada. En Macedonia, por ejemplo, existen ocho partidos gitanos y tres de ellos tienen representación en el Parlamento nacional. En Rumania o Eslovaquia, donde hay mucha población calé, también tienen sus propios partidos y muchos gitanos forman parte de partidos tradicionales. En España no es viable por una sencilla razón: no saldrían las cuentas. Aunque se formara un partido y todos los gitanos con derecho a sufragio lo votaran, no llegaría para sacar un diputado. “El voto gitano es decisivo pero sólo donde son una minoría numerosa”, apunta Anna Mirga.
Juan de Dios Ramírez Heredia fue el primer diputado en las Cortes entre 1977 y 1986 y fue eurodiputado de 1986 a 1999. A la tarea de quien hoy es presidente de la Unión Romaní le siguieron en el ámbito regional Francisco Saavedra (PSOE), en el Parlamento de Extremadura, y Manuel Bustamante (PP), en las Cortes Valencianas. A pesar de esos ejemplos, Mirga cree que la participación es baja. “Muchos están frustrados con las élites políticas y decepcionados por el poco impacto que han tenido las políticas dirigidas a su comunidad”. Y quizás ese sea el motivo de que en 2015 la participación calé cuaje más en la institución con una incidencia más directa en la ciudadanía: los ayuntamientos.
Además de Hernández y Carrasco, el pasado 24 de mayo resultaron elegidos estos ocho concejales: Miguel Ángel Vargas (Lebrija), Ana Palmira Soto (Fuengirola), Rocío Heredia Carmona (La Línea de la Concepción), Ángel Muñoz Román (Alhama de Granada), Basilio Perona Cortés (Sant Adrià del Besós), Paulino Gracia (Lloret de Mart), Saray Muñoz Contreras (Badia del Vallès) y Ainhoa Carbonell (Vallmont).
“Mi abuelo siempre me dijo que votara lo que yo quisiera, pero que votara. Y eso les digo yo ahora a los que vienen detrás”, explica Hernández. Ella no piensa en crear un partido gitano pero sí en organizar un encuentro estatal para verse con el resto de concejales calés “y hacer una mesa común que aglutine distintas posturas y formaciones políticas”.
*Corrección: En una primera versión de este artículo, se afirmaba que el número de concejales calés eran diez, según datos del Secretariado Gitano y la Unión Romaní. Sin embargo, el número podría ser algo mayor pues no existe ningún registro oficial por etnia y no siempre es posible confirmar quiénes son gitanos y quiénes no, como evidenció nuestro artículo "¿Y si tu alcalde fuera gitano?", de mayo de 2015. También se recogía, por boca de María Hernández, concejala de León, una cifra errónea respecto del número de candidatos de su etnia: "de los 27 gitanos que nos presentábamos en toda España", se leía. Un exhaustivo recuento de las autoras del artículo de mayo, Mónica Santos y Amanda Andrades, mostraba sin embargo que había habido, al menos, 61 candidatos.
En España hay al menos diez concejales gitanos. Según las últimas estimaciones del Consejo de Europa, en nuestro país hay alrededor de 750.000 gitanos y representan el 1,67% del total de la población. En las pasadas elecciones...
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Silvia Cruz
Periodista
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