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La cultura de Internet en 2015. La cultura del meme, del trol, del escarnio público, de la leyenda urbana, del topless en la portada de un periódico, de las cuentas de Twitter de políticos, del curso de community management, de las fotos de Instagram de futbolistas que protagonizan los deportes en televisión, de los vídeos de gatos, de los vídeos de perros, de los vídeos de cualquier cosa. Resulta deprimente, ¿no les parece?
El nuevo eslabón evolutivo del ser humano pasa por la reacción a información cada vez más vacía. Información que ha mutado para ser capaz de producir éxtasis en el lector en cualquier tipo de situación; un lector neurasténico, inerte, al que corrientes de imágenes, datos curiosos y titulares pretenciosos arrastran día y noche.
Por si fuera poco, los diarios online han cogido el testigo de lo que redes sociales, blogs y chats llevan años cocinando en sus guetos digitales, y unos y otros están encantados de abrazar dosis ingentes de insustancialidad en sus cabeceras de referencia.
Un reciente estudio de la firma Parse.ly indica que Facebook se ha convertido en la primera fuente de noticias en Internet —por encima de Google—, según los datos recogidos a través de más de 400 medios de comunicación que incluyen a Reuters o The Atlantic. En el informe, realizado entre mayo y julio de este año, las redes sociales representan un 43% del tráfico frente al 38% que constituyen las búsquedas.
El SEO (posicionamiento web) ha dejado de ser lo primordial. Ya no se trata sólo de optimizar las búsquedas, sino de optimizar el contenido. Una imagen de cabecera que llame la atención, un titular que invite a hacer clic, y el respaldo de la comunidad online para que una imagen y un titular no necesariamente relacionados con el cuerpo del artículo sirvan de embudo hacia su web.
Ahora Facebook completa el círculo, dando la oportunidad a los editores de dirigir mucho más y mejor el tipo de contenido que comparten en la red social hacia ese lector sin demasiado tiempo para el texto, pero sí para la reacción posterior. Y todo sea dicho, la jugada de Facebook es magistral.
Llevábamos tiempo bajo la atenta mirada del botón No me gusta, en lo que había terminado por convertirse en una moralina constante hacia el uso del Me gusta para publicaciones en Facebook que no te gustaban. Por ejemplo: a nadie (a casi nadie) le gusta que se muera algún famoso, y a todos (a casi todos) les resultaría sádico clicar en Me gusta ante una noticia así. Aun así, el “monopolio” del botón Me gusta llevaba a hacer clic.
El habitante de Facebook necesitaba algo con lo que mostrar disconformidad, y la red social no sólo le ha dado eso, sino que le ha dado algo mucho más potente.
Desde hace unos días España, junto a Irlanda, ha sido elegido para poner a prueba la nueva funcionalidad de Facebook, dejando a un lado el botón de la antítesis al Me gusta, y ofreciendo un abanico de posibilidades mayor. Chris Tosswill, jefe de producto de Facebook, lo explica: “Estamos empezando a probar las Reacciones, una extensión del botón Me gusta que ofrece a la gente más formas de compartir su reacción a un post de una manera rápida y fácil”.
Básicamente, ahora, al mantener pulsado el botón Me gusta, se despliega un menú que ofrece distintas “reacciones” con las que el usuario puede poner cara al contenido que está viendo. Desde un corazón, a una cara de diversión, otra de asombro, alegría, enfado y tristeza. Un Inside Out a lo Mark Zuckerberg que, conservando el Me gusta, nos da la posibilidad de expresarnos de una forma más gráfica que con un simple pulgar hacia arriba.
“Vemos esto como una oportunidad para que empresas y editores puedan llegar a comprender mejor cómo la gente responde a su contenido en Facebook”, dice Tosswill.
En el libro Rework, Jason Fried y David Heinemeier, dos experimentadas figuras del negocio del software y las aplicaciones, analizan lo que llaman una judo solution. “Busca una solución de judo, una que ofrezca la máxima eficiencia con el mínimo esfuerzo. Cuando algo es suficiente para conseguir que las cosas funcionen, ve a por ello”, escriben.
El concepto tiene bastante que ver con el movimiento de Facebook. La nueva funcionalidad llega de la mano de una generación que vive pegada al móvil y a las redes sociales —que la mayor parte del tiempo que pasamos en Internet lo pasamos en redes sociales no es ningún secreto—, y que busca la simplicidad en cada una de las cosas que hace. Las “reacciones” no son sino un paso más en la extinción del contenido fuera de Facebook, un paso en la dirección de ofrecer todo en un mismo lugar, relegando al usuario a su zona de confort virtual.
El tiempo que pasa el usuario en la red social viendo enlaces a noticias y artículos es mucho mayor que el que pasa en las webs que se referencian. Los comentarios de Facebook son el verdadero campo de discusión de lo que se dice en las webs. Si las reacciones —unas cuantas caras que poco difieren de un emoticono equiparadas al Me gusta, en lo que es un movimiento puramente estratégico— son el elemento definitivo para que el usuario pase aún más tiempo en Facebook y aún menos tiempo en las webs que se citan, sólo depende de una cosa, y es del contenido que hay en esas webs.
Publicar, compartir e interaccionar con la información en Facebook se está convirtiendo, cada vez más, en una experiencia completa. Ya no hace falta entrar a los enlaces para ver imágenes graciosas, asistir a debates con todo tipo de licencias, encontrar información de cualquier tipo o ver vídeos de lo que te plazca.
El contenido se la juega. Las palabras tienen la oportunidad de destacar y encontrar su espacio junto al lector que busca algo más que “reaccionar” a lo que está leyendo. Las palabras tienen la oportunidad de evitar convertirse a sí mismas en memes y morir junto a ellos en un muro de Facebook.
No hay nada más deprimente que morir en un muro de Facebook, ¿no les parece?
La cultura de Internet en 2015. La cultura del meme, del trol, del escarnio público, de la leyenda urbana, del topless en la portada de un periódico, de las cuentas de Twitter de políticos, del curso de community management, de las fotos de Instagram de futbolistas...
Autor >
Manuel Gare
Escribano veinteañero.
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