CRÓNICA
El 12 de octubre y los krupp
Sin IBEX y partidos con un futuro que la moderaran, la manifestación de este año no pudo disimular el pequeño mundo y la pequeña historia que engloba el Día de la Hispanidad
Guillem Martínez Barcelona , 14/10/2015
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El Día de la Raza nace, como todos los niños y niñas saben, en 1918, a través de un decretazo de Maura y Alfonso XIII, un rey muy preocupado por la simbología nacional, que por entonces ya se iba al garete en el País Vasco, Catalunya y, con otras banderas y símbolos, en el mundo urbano peninsular. Es divertido constatar que gran parte del yuyu simbólico español no se codifica durante el Franquismo, lo que parecería lo más lógico y más barato, sino durante la monarquía anterior y posterior. De hecho, el franquismo, en este negociado, se mantiene formalmente conservador. Sigue manteniendo esta fecha como fiesta nacional, que convive con las otras dos fiestas declaradas nacionales/de interés público, como el 18 de Julio y el Día del Caudillo. Y, salvo por su intensificación, practica pocos cambios al respecto hasta 1958, cuando le cambia el nombre artístico a la cosa, que pasa de ser Día de la Raza a Día de la Hispanidad. Ese cambio es, contra lo que pudiera parecer, una pátina falangista. Ramiro de Maeztu, desde la República, y a pesar del desinterés al respecto de la República, abogaba ya por ese cambio de nombre, con el que se arrastra la festividad durante las décadas posteriores. En 1981, el último gobierno de UCD revalida ese decreto franquista. En 1987, el PSOE, a través de otro decreto, y en lo que puede ser una metáfora del PSOE, de la Transición o del PSOE en la Transición, desdobla la fiesta nacional en dos fiestas. El Día de la Constitución y el 12 de Octubre que, ya sea por la propaganda anteriormente vertida durante décadas --el decreto, para vender la burra, habla de Descubrimiento, pero omite referencias al concepto Hispanidad--, parece ser conocido aún como Día de la Hispanidad por sus usuarios. Lo que nos lleva a hablar de sus usuarios. ¿Quiénes son sus usuarios? En primer lugar --si nos atenemos al número de participantes--, los representantes del Estado, que se reúnen en Madrid, y presencian un desfile y rinden honor a la simbología local, del modo que había previsto Alfonso XIII, y tal como lo practicaron, snif, sus sucesores hasta esta mañana a primera hora. "¿Qué piensan los representantes democráticos cuando, firmes y solemnes, ven la bandera y escuchan el himno contra el que lucharon?", se preguntaba Gregorio Morán hace chorrocientos años, en la primera entrevista que le hice. No hallaba respuesta. La respuesta, chorrocientos años después, parecer ser: nada. El otro colectivo de usuarios --menor, menos numeroso que el pack autoridades, público, soldados y cabra de Madrid-- es el formado por los manifestantes de Barcelona. ¿Qué piensan cuando, etc?
Desde los 70's, siempre ha habido manifestaciones de ultraderecha en Barcelona para el Día de la Hispanidad. En los últimos años, unos pocos centenares de militantes fascistas, barceloneses y de todo el Estado recorren un pequeño tramo en Montjuic, una especie de manifesdródomo, rodeados de policía. Caminan, gritan, emiten discursos prohibidos en Europa y queman banderas. Todo ello ante fotógrafos. Sin fotógrafos no hay ciertos tipos de manis y de guerras. No obstante, desde 2012 ha nacido otra manifestación, con la misma lógica, pero con otro itinerario y más participantes, también provenientes de Barcelona y del resto del Estado. Esta manifestación, primeramente fue organizada por particulares, relacionados con el nacionalismo español/regiones de la derecha homónima. Eran manifestaciones estáticas, con acopio de banderamen español y catalán con el que, básicamente, se vivía en tiempo real la aportación de Aznar a la política española, en los 90's: la incorporación de la extrema derecha a la democracia, que conllevó un cambio llamativo en el concepto democracia: la democracia pasó a ser sumisión a la ley, la ley una interpretación política, y España un producto milenario, perfecto y finalizado, como siempre, pero esta vez en 1978. En estas manifestaciones participaban, oficialmente, PP y C's. Incluso algún sector del PSC. El público era extremo. Es decir, de los extremos de la sociedad. De clase alta y de clase baja, alféreces provisionales y soldados de a pie. Y disfrutaba de algo inusual en la Barcelona posfranquista: la posibilidad de deambular por un espacio público con banderas bicolores, simbología constitucional, preconstitucional y paraconstitucional, y proferir gritos y gestos que, por lo general, están considerados en la ciudad de mal gusto --histórico--. Se da el caso de que, previamente, la última vez que hubo tantos manifestantes y tantas banderas de esa escuela estilística en la Plaça Catalunya fue el 26 de Enero de 1939 cuando, una vez entradas las tropas franquistas, se celebró en esta plaza una misa de campaña, la primera de las miles que se celebrarían en breve en esta ciudad para expirar sus pecados. La última campaña de misas con banderas, en fin, fue en 1951.
Se supone que el dinero viene del IBEX, vía Telefónica. O, al menos, esa es la explicación que se da a periodistas de medios con accionariado de Telefónica para no ir a cubrir el acto
La estabilidad de esa manifestación vino de la mano de Societat Civil Catalana, una entidad rara. A pesar del gancho de su nombre, sus apelaciones a la convivencia, y haber estado premiada por la UE por su encomiable labor social, entre los fundadores de la cosa y su staff prima lo que en otras democracias europeas con otro 1945 se conoce como extrema derecha. Su anterior presidente, por ejemplo, acaba de dimitir del cargo, una vez fue admitida a trámite una demanda por proferir amenazas a periodistas y personas del entorno independentista, a través de una cuenta de Facebook. En las últimas ediciones, SCC era la organizadora y la pagana del fiestorro. A pesar de ser una entidad que se declara transparente, no se sabe el origen de los fondos para organizar el acto --se ha hablado de 600.000 euros--. Se supone que el dinero viene del IBEX, vía Telefónica. O, al menos, esa es la explicación que se da a periodistas de medios con accionariado de Telefónica para no ir a cubrir el acto. Sí, este país es la pera, y sus medios, pues también. SCC, a través de alguna de sus individualidades o de alguna de sus sectoriales, ha participado mucho en la reciente campaña electoral catalana en apoyo de C's, un partido cuyo entorno fundacional, por otra parte, no difiere del de estas u otras organizaciones derechistas y ultranacionalistas.
Este año, SCC, el IBEX, o Telefónica han decidido no organizar el Día de la Hispanidad en Barcelona. Posiblemente, es ya una festividad amortizada, y se debe huir de ella como la prestigiosa firma Krupp huyó, en su día, del tufo a cervecería bávara, para alcanzar nuevos y mejores proyectos. El triunfo catalán de C's es, al parecer, un cambio de rumbo importante, que puede significar el fin de este tipo de saraos en Barcelona. Este año, por ejemplo, Albert Rivera, líder de C's, fue a los festejos de Madrid. "Quién quiere ser presidente del Gobierno debe venir a la fiesta del Día de la Hispanidad", declaró, en Madrid, en alusión a la ausencia de Pablo Iglesias. O en alusión a su ausencia de los fastos de Barcelona. Salvo Vox, ningún partido confirmó asistencia a los actos barceloneses. Sólo en el último momento fue Xavier Albiol --no el secretario general del PP en Catalunya-- y algunos cargos municipales y militantes, que fueron aplaudidos por una masa sensiblemente inferior a la de otros años.
Salvo Vox, ningún partido confirmó asistencia a los actos barceloneses. Sólo en el último momento fue Xavier García Albiol
Sin IBEX y partidos con un futuro que la moderaran, la manifestación de este año no pudo disimular el pequeño mundo y la pequeña historia que engloba el Día de la Hispanidad. Los oradores dejaron claro a qué tipo de cenáculos acuden --"el nacionalismo catalán es asesino", "somos almogávares", "el único carnet importante no es de ningún partido, es el Documento Nacional de Identidad", "El separatismo se debe cortar de raíz... Me parece que he hablado bastante claro y que me entendéis", "Hay tres razones para salir a la calle: la primera es la unidad de España, la segunda, la Hispanidad de Catalunya"; nota, el orador, ante el vértigo histórico, omitió la tercera--. Y las clases altas y las clases extraordinariamente bajas convivieron, separadas, en un acto que en otras culturas estaría prohibido o, al menos, culturalmente penalizado.
El acto finalizó con el himno de España, tal y como quedó tras las correcciones de 1939 y 1978. Los manifestantes, por cierto, lo cantaron, utilizando para ello, de entre las tres letras disponibles --tres joyas--, la de José María Pemán que, aunque cueste creerlo --"alzad los brazos hijos del pueblo español / que empieza a resurgir"--, es la más moderada. Tras la disolución del grupo quedó en el aire la celebración de esta fiesta en otras ediciones. Una fiesta que, en fin, ilustra lo poco que las sociedades de por aquí abajo ha podido elegir sus fiestas. De los días laborables, ya mejor ni hablar.
El Día de la Raza nace, como todos los niños y niñas saben, en 1918, a través de un decretazo de Maura y Alfonso XIII, un rey muy preocupado por la simbología nacional, que por entonces ya se iba al garete en el País Vasco, Catalunya y, con otras banderas y símbolos, en el mundo urbano peninsular. Es...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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