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En la temporada 1951-1952, dos delanteros marroquíes brillaron en la Primera División de la Liga Española de Fútbol. Los dos sudaban camisetas rojiblancas. Ben Barek, nacido en Casablanca, la del Atlético de Madrid; Chicha, nacido en Agadir, la del Atlético de Tetuán.
Aquella fue la primera y única temporada del Atlético de Tetuán en la Primera División española. Los colchoneros tetuaníes recibieron en su campo a los madrileños y les endosaron un 4 a 1 que aún resuena gozosamente en la memoria de sus aficionados. Ben Barek, lesionado, no pudo jugar con su equipo, pero Chicha sí lo hizo en el suyo, marcando dos de los cuatro tantos locales. En el partido de vuelta, en el Metropolitano, el padre lució al completo su Delantera de Cristal y se vengó con crueldad del hijo: 8 a 0. Ben Barek, la Perla Negra, anotó uno de los goles del Atlético de Madrid; Chicha, claro está, se quedó en blanco.
Una exposición recién inaugurada en el Instituto Cervantes de Tánger recrea ésta y otras historias del Atlético de Tetuán, el hijo norteafricano del Atlético de Madrid. Se titula Tetuán a rayas. El madroño se volvió palmera y es obra de la Asociación Rojiblanca Los 50. Tetuán a rayas es un testimonio interesantísimo tanto sobre las relaciones hispano-marroquíes como sobre la fraternidad universal que puede encarnar el fútbol.
Este deporte fue introducido en el norte de Marruecos por las tropas españolas que intentaban adueñarse de la zona y convertirla en protectorado en las primeras décadas del siglo XX. La historia de la justa resistencia que les opusieron los rifeños de Abdelkrim es relativamente conocida, pero lo es menos la de las relaciones que fueron tejiendo entretanto los dos pueblos.
El fútbol fue una de ellas. El 17 de marzo de 1933, militares españoles seguidores del Atlético de Madrid fundaron el Athletic Club de Tetuán en la que era la capital política y administrativa del ya para entonces 'pacificado' Protectorado español en el norte de Marruecos. Al frente de la aventura estaba el teniente Fernando Fuertes de Villavicencio, exjugador atlético.
El Atlético de Tetuán nació con los colores de su modelo madrileño: camiseta rojiblanca y pantalón azul. Y con un escudo que incluía un paisaje en el que, iluminado por la media luna y flanqueado por una palmera, el minarete de la mezquita de Sidi Baraka se alza sobre la medina tetuaní. Su estadio comenzó a construirse en 1935, pero la sublevación franquista interrumpió los trabajos. Cuando estos fueron concluidos en 1941, el estadio de los colchoneros norteafricanos, con capacidad entonces para diez mil espectadores, era el mejor del continente africano.
En un texto escrito para esta exposición, Esther Bendahan subraya que el fútbol fue un elemento integrador en aquellos tiempos coloniales no tan lejanos. Nacida en Tetuán, la escritora sefardí rememora que muchos cristianos, judíos y musulmanes de la ciudad expresaban su voluntad de querer vivir juntos y en paz con esta proclamación: "Soy del Atlético de Tetuán".
En otro texto, Almudena Grandes recuerda que sus bisabuelas maternas eran españolas instaladas en Marruecos. "No sé por qué vivían allí", escribe, en lo que supongo que es un recurso literario. No es arriesgado imaginar que Benita e Isabel, que así se llamaban las bisabuelas, habían ido al Marruecos colonial en busca de una vida mejor que la de sus natales Salamanca y Alhaurin el Grande, Por extraño que parezca hoy, aquel Marruecos ofreció a decenas de miles de españoles más pan y libertad que la madre patria durante buena parte del siglo XX.
En el Atlético de Tetuán jugaban moros y cristianos --también judíos, como Jaco Zafrani--, al igual que había moros y cristianos entre sus seguidores. Tras proclamarse campeón de la Segunda División española en la temporada 1950-1951, el equipo norteafricano alcanzó, al fin, el territorio en el que jugaba su padre madrileño. Sólo arrancó siete victorias en Primera, pero una de ellas, el 4 a 1, fue frente al mismísimo Atlético de Madrid. Su otra gesta fue el empate en su campo frente al Real Madrid, el día de los Reyes Magos de 1952. La memoria futbolística tetuaní también recuerda ese partido como si se hubiera celebrado ayer: terminó con serios incidentes porque el equipo y la afición locales estimaron que sólo el descarado madridismo del colegiado les había arrebatado la victoria.
En 1956 Marruecos recuperó su independencia. Franceses y españoles tuvieron que abandonar un país que se habían repartido a comienzos de siglo. El Atlético de Tetuán desapareció en la confusión del momento, pero no por mucho tiempo. Reapareció en 1961 como Mogreb Atlético de Tetuán. Desde entonces, ha ido abriéndose camino en el fútbol marroquí hasta conquistar por primera vez el título nacional de Liga en la temporada 2013-2014, justo la misma en que, al otro lado del Estrecho, el equipo del Cholo Simeone ganaba el título español.
Yo estaba en Tánger aquella primavera y recuerdo cómo buena parte de la afición local salió dos noches casi consecutivas a festejar victorias en el Bulevar Pasteur. En uno y otro caso llevaban las mismas banderas, bufandas y camisetas rojiblancas. No recuerdo el orden, pero una celebración era por el triunfo de los tetuaníes, la otra por los madrileños. Los colchoneros marroquíes adoran a sus parientes del otro lado del Estrecho. Hasta tal punto no han olvidado los vínculos que los unen, que su himno incluye palabras en castellano.
Único equipo marroquí que ha jugado en la Primera División española, el Atlético de Tetuán volvió a ganar su Liga el pasado curso, lo que no pudo conseguir el equipo del Cholo. Pero en Tetuán, Tánger, Larache y tantos otros lugares hispanófilos del norte de Marruecos se espera que esta temporada, Inshalá, se repita el doblete mágico del 2014.
En la temporada 1951-1952, dos delanteros marroquíes brillaron en la Primera División de la Liga Española de Fútbol. Los dos sudaban camisetas rojiblancas. Ben Barek, nacido en Casablanca, la del Atlético de Madrid; Chicha, nacido en Agadir, la del Atlético de Tetuán.
Aquella fue la primera y única...
Autor >
Javier Valenzuela
Hijo y ahijado de periodistas, se crió en un diario granadino sito en la calle Oficios. Empezó a publicar en Ajoblanco y Diario de Valencia. Trabajó en El País durante 30 años, como corresponsal en Beirut, Rabat, París y Washington, director adjunto y otras cosas. Fue director General de Comunicación Internacional entre 2004 y 2006. Fundó la revista tintaLibre. Doce libros publicados: tres novelas negras y nueve obras periodísticas. Su cura de humildad es releer “¡Noticia bomba!”, de Evelyn Waugh.
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