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Una mujer que se sienta ante el volante de su coche para salir a recorrer la ciudad y espiar vidas ajenas, embarcando desde hace años a su hija en esas largas sesiones de voyerismo. Dos ancianos desnudos (demencia senil o nudismo electivo) desaparecen con sus nietos, sumiendo a los padres de los chicos en la desesperación a medida que aparecen tiradas en calles aledañas prendas de los pequeños. La conversación de una pareja suspendida por abandono, cuando ella sale en albornoz a pasear en medio de la noche, dejando al otro esperando una réplica, y así. Siete casas vacías, publicado por Páginas de espuma, es el nuevo libro de la Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) y leerlo puede ser fascinante y aterrador a la vez, como la contemplación de un abismo.
Ganadora del IV Premio Internacional Narrativa Breve Ribera del Duero por estos cuentos, la prosa de Schweblin es quirúrgica: indaga en vidas rotas por alguna forma de la alienación y demuestra la fragilidad de eso que llamamos cordura ante situaciones que, aparentemente cotidianas (salir a comprar aspirinas y tardar en hallarlas, por ejemplo), derivan en instancias límites.
Distintas formas de locura urbana o de la normalidad puesta en entredicho pueblan sus historias. Resaca de muertes que ahondan enfermedades, jardines que invade la maleza, mordiscones de alzhéimer y amores contrariados enmarcan la exploración sobre distintos matices de la soledad que someten a sus criaturas (vacías es el adjetivo que eligió para definir las casas de los siete relatos).
Schweblin se encargó bien pronto de elegir su territorio: lo inquietante, que campeaba en sus cuentos inaugurales de 2002, reunidos en El núcleo del disturbio (premios Fondo Nacional de las Artes y Haroldo Conti). El escalofrío es la estación que mejor conoce y narra. Lo extraño, más sugerente que lo fantástico, da juego inagotable porque "de cerca nadie es normal" (Caetano Veloso dixit).
Esa cercanía sin embargo, no es está desprovista de ambigüedad, pues si bien es la adecuada para censar detalles, se elige narrar incluso los extremos con cierto desapego. La distancia es algo más que una variable en Schweblin: maneja el tono, exime del exceso, debe ser la adecuada para no perder el control del relato. Distancia de rescate (2014) es, justamente, el título de su novela y alude a la que le permite a una madre ser eficaz en ayuda de sus hijos: "...cuánto tardaría en salir corriendo del coche y llegar hasta Nina si ella corriera de pronto hasta la pileta y se tirara", se pregunta allí un personaje.
La literatura puede ser metáfora de su tiempo. ¿Tiene esa atmósfera de sofoco, de imposibilidad de salida que plantean muchas historias de Schweblin, asidero más allá de las páginas?
El miércoles se difundió el Monitor de la agenda social, un estudio nacional realizado por la consultora Voices! para el Consejo Publicitario Argentino (CPA), que reveló que sólo el 13% de los argentinos se siente capaz de cambiar su entorno. Un 37% cree que no puede generar ninguna mejora y un 30% dice que quizás podría cambiar algo, pero no sabe de qué modo. El mayor pesimismo, según el estudio, se da entre los más pobres, los habitantes del Gran Buenos Aires y los mayores de 50 años.
Y, sin embargo, florece algo cada día. Mi hijo tiene un compañero de escuela sirio. Achmed llegó hace cinco años con su familia, huyendo de las dificultades sociopolíticas de su país, que aún llenan las páginas de la prensa con desgarradoras imágenes de migrantes desesperados. Su papá tiene un negocio de venta de comida árabe y no le va mal. El crío juega al fútbol en los recreos ("defiende bien", coinciden las fuentes); habla sin acento el español, pero lo distingue su personal uso de algunas palabras: no celebra, "fiestea". Este bendito país sigue cumpliendo sueños.
Pienso en todo esto a horas de las elecciones presidenciales que se realizarán mañana, 25 de octubre, en la Argentina. Más allá del resultado --continuidad o cambio del modelo kirchnerista que gobierna hace doce años ha sido el eje de la campaña-- cada voto es una ilusión. Y la posibilidad de elegir apostar por ir más allá de la distancia de rescate de la que habla Schweblin, esa que permite salvar lo más amado de un presente hostil. Quizá podamos incluso comprometernos con la construcción de un futuro menos desigual, sin resignación y sin miedo.
Una mujer que se sienta ante el volante de su coche para salir a recorrer la ciudad y espiar vidas ajenas, embarcando desde hace años a su hija en esas largas sesiones de voyerismo. Dos ancianos desnudos (demencia senil o nudismo electivo) desaparecen con sus nietos, sumiendo a los padres de los chicos...
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Raquel Garzón
Raquel Garzón es poeta y periodista. Se especializa en cultura y opinión desde 1995 y ha publicado, entre otros libros de poemas, 'Monstruos privados' y 'Riesgos de la noche'. Actualmente es Editora Jefa de la Revista Ñ de diario Clarín (Buenos Aires) y Subdirectora de De Las Palabras, un centro de formación e investigación en periodismo, escritura creativa y humanidades.
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