Gregorio Morán / Periodista y escritor
“España es un país desnortado”
Carlos Pérez Cruz 11/11/2015
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Ocho agotadores años le llevó preparar El cura y los mandarines (Akal, 2014), minuciosa disección de las turbias aguas sociopolíticas de la cultura española entre 1962 y 1996. Tres semanas de penoso caminar en 1993, vivir las experiencias que le permitieron escribir uno de sus libros menos conocidos y “más queridos”, Nunca llegaré a Santiago, recién reeditado por la editorial Pepitas de Calabaza.
Acostumbrados a los generosos tomos de concienzudo y agudo análisis cultural, social y político, a la disección de iconos políticos como Adolfo Suárez y el Partido Comunista, sorprende descubrir a este Gregorio Morán (Oviedo, 1947) más lírico e íntimo, cuyos padecimientos de peregrino a Santiago humanizan la airada ironía que caracteriza sus imprescindibles 'Sabatinas intempestivas' en La Vanguardia. El libro, descartado en primera instancia por Anagrama y publicado en 1997 con poca fortuna por Anaya, renace en unos meses en los que también se ha reeditado El precio de la transición (Akal). Su presentación en la librería Katakrak de Pamplona nos permitió una larga conversación que, de camino a Santiago, nos lleva a reflexionar sobre Cataluña, España, sus izquierdas, su gastronomía y la salud de su prensa, entre otros asuntos.
Nunca llegaré a Santiago, reedición de un libro de viajes “a la antigua”. ¿Han acabado la televisión, Internet y los viajes low cost con los libros de viaje? ¿Con el concepto mismo de viaje?
Los libros de viaje llevan décadas que no están de moda. Viajar no era antes solamente un placer, sino algo insólito. Ahora, los viajes de bajo precio permiten que cualquiera haga un viaje a Shangai, no vea absolutamente nada, pero diga que estuvo en China y que conoce perfectamente el mundo chino. Cada vez más tendrá valor cómo haces el viaje: no que vayas a Soria, sino que vayas recorriendo los pueblos que hay antes de llegar a Soria. Eso tiene valor. Si te posan en Soria en sí, en dos horas ya sales corriendo.
Escribe en la dedicatoria inicial del libro: “A los que caminan. Especialmente, a los que no saben adónde van”. Precisamente mi escritorio lo preside una viñeta de El Roto en la que se ve a dos niños de la mano de su padre, niño y niña. Ella le pregunta: “Papi, ¿adónde nos llevas? ¡Ni puta idea, pero no os soltéis!”, responde el padre. ¿Deberíamos sospechar de quien dice tener claro su destino?
El Roto es un pensador. Le conozco bien, somos amigos, y me parece el pensador más lúcido que hay en este momento entre mis contemporáneos. Por supuesto, sin él El País sería de una sosería absoluta. No sé. Mira, cuando empezamos este viaje, Toni Meseguer, que me acompañaba, tenía la idea de que íbamos a encontrar algún cura teólogo, que íbamos a dialogar. Yo le decía: “Toni, yo creo que no vamos a encontrar ninguno, pero bueno”. Él estaba mucho más vinculado al mundo mediterráneo, a Barcelona, y yo, desde Oviedo, conociendo la meseta, pensé que iba a ser una cutrez. No me imaginaba que tanta, eso es verdad.
En aquel año 1993, el caminante parecía despertar sospechas por el mero hecho de serlo. De algo huye, alguna penitencia estará cumpliendo... Algo de ello había en varios de los caminantes con los que se cruzaron. Hoy el Camino de Santiago es una actividad turística más, masificada. Incluso las ciudades, entonces hostiles al caminante, le abren sus puertas. ¿Qué ha cambiado y quién lo ha cambiado?
En primer lugar está la crisis propiamente dicha. Otra, que la gente es muy cerrada de mollera. La gente tenía que haber entendido ya bastante tiempo antes que, igual que Lourdes es un lugar donde a nadie se le ocurre ir como no crea en los milagros --y como hay mucha gente que cree en los milagros, va a Lourdes--, tenían que haber promocionado más el Camino de Santiago. Aquellos pueblos absolutamente increíbles, de subsistencia, donde no había ni una tienda ni nada, nada más que frío. Yo siempre refiero que las dos dominantes del viaje son el frío y el chorizo, no hay más. Creo que era un problema de ignorancia en esa España que, a trompicones, se va dejando atrás.
La búsqueda de situaciones, viajes, comidas con pretensiones de autenticidad
no es más que una nostalgia o melancolía, un rasgo de ansiedad ante
un mundo que no satisface. (…) Se busca siempre lo auténtico hacia atrás,
en la memoria, en el pasado. (...)
Este aire rousseauniano vulgar, intuitivo, según el cual el pasado, por más duro o infeliz u olvidado, fue auténtico, nace de la desazón del hombre contemporáneo. Con nosotros se parió la crisis y nada mejor que ella nos limita y nos define.
¿Insatisfacción por ausencia de referentes? Incluso, y volviendo a la pregunta inicial, ¿por un no saber adónde vamos?
Creo que por las dos cosas un poco mezcladas. Pensaba hoy empezar la presentación del libro [en Pamplona] diciendo: ¿se han parado a pensar un momento en la cantidad de cosas que han pasado desde el 92 hasta aquí? Gobernaba Felipe González y pa pa pa pa, un poco la retahíla de cosas que han ido ocurriendo hasta 2015. Y es cuando dices: ¿Nostalgia del pasado? Yo creo que eso cuenta mucho en los casos de la infancia y la adolescencia, pero nosotros ya fuimos demasiado trabajados al Camino de Santiago. Sí hay una especie de melancolía de la experiencia, que no tiene nada que ver con aquellas boberías que a mí me sacaban de quicio de la mili. En la mili todo el mundo lo pasaba como perros y luego decían: “Yo me acuerdo en la mili...”. No, hombre, no, por favor. Era un recuerdo absolutamente vergonzoso y vergonzante. Creo que nostalgia y melancolía no. Lo que sí es cierto es esa experiencia de soledad que da el caminar, que aunque vayas con otra persona es raro que vayas hablando. ¡Al menos entonces! Ahora me imagino que debe de ser... Con esa fila de indios que hay será difícil hasta eso. “¿Me permite? ¿Me deja pasar?” [Risas]. Será diferente.
El camino que va de Calzada del Coto a Bercianos constituye
un toque surrealista en una ruta saturada de realismo. (…)
Más que ruta jacobea es camino regio para paseantes de lujo.
Se han gastado una fortuna haciendo estos Campos Elíseos
del Camino de Santiago.
Quizá se pueda clasificar éste como uno de los primeros testimonios sobre el terreno de la incipiente especulación en España. No sé si es consciente.
No lo era. Es verdad que era alucinante, porque después de caminar y no encontrar nunca nada, sitio donde comer, de tener que buscar el camino --porque no creas que estaba bien señalizado, al contrario--, de pronto, una avenida con chorritos de gota a gota --que había pagado la Comunidad Económica Europea, obviamente--, durante un trecho de unos cuantos kilómetros. ¿Aquí qué ha pasado? Y había como una hondonada, un valle... ¡Fray Luis de León! Era una cosa impresionante. Después volvimos a la barbarie, al camino real. Siempre sospeché que por allí empezaban ya los manejos. Me parece muy divertido cuando nos dicen: “Van a encontrar ustedes un albergue moderno, precioso, recién construido...”. Y cuando llegamos ahí, ¡vemos la fachada! No había más que la fachada, no había nada detrás. Era todo una triquiñuela. Ahora no, ahora con la cantidad de gente, con Hollywood haciendo una película... Eso ya no tiene que tener nada que ver.
Si extrapolamos esto a la realidad del país, quizá ahí está la clave de nuestra crisis: llegamos a ver como real lo que es puro surrealismo.
Sí, evidentemente. Ahí hay rasgos del salto de la pobreza a la burbuja.
En su descarte del libro, el editor Jorge Herralde lo definió como un “travelling de la cutrez”. ¿Acaso no es cutre España?
Hombre... [Resopla]. Así en genérico es difícil. Hay centros más o menos elaborados de cultura. La verdad es que no se me había ocurrido pensar nunca en esos términos. Si uno sigue las tertulias, que yo no sigo, o qué es lo que tira en este momento, incluso en literatura... Que escriba novelas y esas cosas la tal locutora de televisión... ¡Que no me parece mal! Porque además no las escribe ella. Piensas que más que cutre es un país desnortado. Son todos gente muy fina, pero arañas un poco y sale el pelo de la dehesa.
Me da la sensación de que estos años ha habido una especie de decorado de cartón-piedra y que la crisis ha hecho aflorar esa cutrez.
Sí. Hombre, la cutrez incluso se ha convertido en arte. No quisiera ofender a alguno, me da igual. Algunas películas se basan en la cutrez hispana y son de gran éxito.
En el ideario colectivo se han impuesto como el modelo de la “españolada”.
Sí. La “españolada” ha cambiado hacia lo cutre. Antes era la vulgaridad con ambiciones de finura, pero ahora la cutrez más absoluta. No soy más que televidente de los informativos de las ocho, el único que veo, que es cuando suelo cenar en casa con mi mujer, pero las cosas que te llegan --porque eso es inevitable--, te quedas absolutamente alelado. A veces incluso pregunto: “¿Quién es fulanita? Esta que ha escrito un libro plagiado de no sé quién”. Y resulta que es una presentadora, que yo conocía a su exmarido y tal... Joe, qué follón. Pero, ¡si esta no sabe escribir una o con un canuto!
Traslado la reflexión de la cutrez al terreno gastronómico. El Camino como “ruta de la matanza del cerdo”. El cerdo, que fue vuestro sustento básico en el Camino, junto con la sopa de ajo, frente a la cocina entendida como laboratorio. ¿Es el cerdo nuestra esencia y el laboratorio nuestra impostura?
El laboratorio es la gran burbuja gastronómica, eso es evidente. Estoy harto, primero porque cocino, tengo experiencia, no he pasado hambre de pequeño, cosas que son fundamentales en lo que se llama la formación de una cultura gastronómica. Ir a comer ahora a determinados restaurantes, además de ser un robo y un crimen, es sobre todo una experiencia de laboratorio. Evidentemente jamás podrás hacer esos platos. Primero, porque la explicación que te dan de esos platos es absolutamente desternillante. Tengo un hijo, el pequeño, que trabajó una temporada como enólogo en bodegas de Toro y yo le decía: “Si queréis, yo me dejo contratar para hacer la parte de atrás de las botellas”. Eso de que es un vino oloroso con buqué a bosque y a frutos silvestres y no sé qué... Esas paridas inconmensurables a mí me salen de tirón.
Peregrinos a Santiago. Hablemos de otros peregrinajes. De Nunca llegaré a Santiago a ‘Nunca llegaré a Montserrat’. La peregrinación catalana, ¿terminará en ofrenda de celebración a la Moreneta o en algún cabo costero con tentaciones de suicidio colectivo?
No lo sé, eso es muy complicado. Es un reproche que me hacen algunos amigos veteranos, pero yo nunca he estado en Montserrat.
Antes de las elecciones catalanas, escribió en tus 'Sabatinas Intempestivas' un artículo titulado: “Unas elecciones de trileros”. Una “farsa”, subrayaba, y advertía de la ruptura de la sociedad y de que sólo servirían para alimentar a la “casta política y aledaños”. ¿Hay una voluntad de ruptura fundamentada, razonada, en parte de la sociedad catalana o son víctimas de ese juego de trileros?
Lo primero es que ahí estamos jugando con los sentimientos, y como los sentimientos lo empañan todo, desde el fútbol a todo... Claro, racionalizar los sentimientos es imposible. Tú le dices que hay veintidós tíos en calzoncillos detrás de un balón, te dirá que habrá once gilipollas, pero que hay otros once que son genios, que son su equipo y punto. En primer lugar, es cierto que hay un impulso colectivo que no ha alimentado Rajoy. Eso hay que decirlo, porque los independentistas siempre dicen que Rajoy es el que ha alimentado el independentismo. No es verdad, no necesitaban a Rajoy. Para lo que se hizo en los últimos años en Cataluña no necesitaban a Rajoy, porque muchas de las boberías que se dicen ahora ya estaban con Zapatero. Así que esto no es verdad. Pero sí hay en este momento un clima sentimental según el cual, ¿en qué consiste la independencia? Consiste sencillamente en que somos independientes, en que no pasa absolutamente nada y seguimos igual, pero independientes. Pero bueno, ¿usted ha pensado en qué pasa con la moneda? ¿Qué pasa con las pensiones? ¿Quién cubre los gastos? “No, no, igual, con nosotros, como ganamos muchísimo más dinero del que recogemos...”. Esto es una falacia clarísima, ya lo han explicado tropecientas veces. Es verdad que hay un desajuste en las rentas de tres lugares en concreto, el primero es Madrid, el segundo Cataluña y el tercero, si mal no recuerdo, Baleares. Se está creando un clima muy difícil. Lo cierto es que, independientemente de nuestra opinión, la sociedad catalana se ha fraccionado. Depende, unas veces es el 52-48, otras el 46-54.
Pero eso no parece afectar a la convivencia cotidiana.
Sí, empieza a afectar.
Se menciona mucho lo de las familias cuando se reúnen, pero los periodistas no solemos entrar en las casas de las familias para corroborarlo.
Es verdad, eso es verdad. Vamos, lo notas por tus propios amigos, pierdes amigos. Es un momento muy difícil. En el periódico notas las tensiones. A mí hay cosas que me recuerdan mucho a los malos años de Euskadi, sin la sangre, aunque sí hay un nivel de violencia contenida que no se refleja en los medios de comunicación, pero no existe la sangre. Evidentemente nadie mata a nadie, aunque a más de uno no le faltan ganas de empezar a hacerlo. La tensión es muy grande y no era una sociedad tensionada. Todo lo contrario, era una sociedad amable. Además es que es auténticamente suicida. Una ciudad como Barcelona vive del turismo. En el momento en que haya tensiones... Eso se ve en San Sebastián. Donosti, cuando había tensiones, cayó muy bajo. Sin embargo, ahora es una ciudad perfecta para la convivencia, para vivir, como lo había sido siempre por otra parte.
El Camino de Santiago ofrece rutas variables; la izquierda en España es especialista en dispersarse por los diferentes ramales. ¿Demasiado ramal para que el camino de la izquierda desemboque en La Moncloa?
La primera parte tiene su aquel. Es verdad que han aparecido Caminos de Santiago como champiñones. Hay uno de Asturias, otro de Castilla... Cada uno ha visto el negocio y ha hecho un Camino de Santiago. Pero refiriéndome ya a la metáfora de la izquierda... [Resopla]. Las cosas parecían bastante más fáciles hace unos meses de como están en este momento. Ahora que se nota muchísimo más el peso de la casta es cuando menos se habla del peso de la casta. Es muy difícil, es también una ingenuidad pensar que la clase dominante se iba a retirar sencillamente con el impulso de la palabra. Y no es lo mismo discutir de política que hacer política. La izquierda real, por llamarla de alguna manera, está en muy mal momento de cara a las elecciones. Muy malo.
¿Por errores propios? ¿Porque la presión...?
Primero porque la presión fue muy fuerte y no sabían lo que era la presión del Estado. Claro, están acostumbrados a discutir sobre el Estado como entelequia y el Estado son muchas cosas. El Estado puede ser el ministro Fernández Díaz, que no daría ni para discutir media hora... Pero es verdad que hay además una bajada del nivel de las ilusiones que lleva no sólo a la decepción sino al hecho de que la gente pueda votar útil o no votar. Las elecciones del 20 de diciembre son unas de las más complicadas. En algunos aspectos a mí me recuerdan a las del 15 de junio del 77. Cada uno tiene que enseñar sus cartas y esta sociedad no está muy dispuesta a los cambios. Además, se ha creído un montón de falacias y de mitos que ha ido construyendo el Partido Popular. Y vamos, lo del PSOE tiene nombre, pero no se puede decir. Entonces claro, la perspectiva de la izquierda... Vamos a ver hasta el 20 de diciembre, pero es muy complicado. Y evidentemente están los problemas de trascendencia como pueden ser Cataluña y Euskadi, aunque en este caso menos, pero lo de Cataluña sí que va a ser importante.
En el caso de Ciudadanos, en Cataluña los conocen bien, llevan años en el Parlament. En España aparece como un partido que emerge, nuevo, pero tiene un pasado y una trayectoria. Parece que ha habido un lavado.
Sí, sí, lo de Ciudadanos es un fenómeno a estudiar. Debate acaba de publicar un libro sobre su historia, que lo ha hecho Iñaki Ellakuria (Alternativa naranja), uno de los periodistas más brillantes de La Vanguardia, y es un libro fascinante. Quiero hacer algo sobre ese libro pero, ¡no sé cuándo! Porque claro, si hago algo, ¡parece que voy a hacer una campaña electoral a favor de Ciudadanos! Incluso he hablado con Iñaki para decirle que no lo tengo claro. El libro es muy bueno pero, ¿qué hago ahora? El libro lo que viene a demostrar es que estamos ante un animal político; que pueda funcionar o no es otro tema. A este tío se lo han puesto muy difícil. En Cataluña se lo pusieron imposible. No hay que olvidar que el boicot de los medios de comunicación en Cataluña a Ciudadanos y a él era absoluto, ¡absoluto! Vamos, ¡lo que pudo moverse él! Era visceral el odio. Y les ganó la partida.
Le preguntaba al principio por la salud de los libros de viaje, le pregunto ahora por la de la prensa en virtud de periodista y de “paciente y masoquista lector de periódicos”.
La prensa española está pasando, quizá la de todo el mundo... A mí cuando me dicen que pasa en todo el mundo... Sí, pero resulta que The New York Times vende un millón de ejemplares y además tiene otro millón de internautas. Nuestra prensa es muy chica, muy modesta. Conozco algo la prensa portuguesa y nuestra prensa es mucho peor que la portuguesa, sin comparación. Nuestra prensa es heredera de la Transición, eso está claro. Heredera espuria, pero heredera de la Transición. Y mediatizada, primero porque económicamente no anda bien. ¿Y por qué no anda bien? Porque todos se metieron en un invento alucinante que se llama televisión. Y eso les ha hundido, porque las empresas de prensa estaban más que saneadas pero, hombre, ¿qué era un gran hombre de medios de comunicación sin hacer el Murdoch o el Berlusconi? Eso les ha hundido. Y con ello se ha deteriorado, se ha hecho una gran burbuja, de la cual los periodistas pagaron el pato. Y claro, no digamos la politización, pero la parcialidad periodística es... Como lector habitual y cotidiano, es realmente escandalosa.
Y la relación de Gregorio Morán con La Vanguardia, ¿es una relación de respeto mutuo? ¿De tolerancia a lo que escribe?
De, llamémosla, una amable tolerancia distante. Es que hace años que no voy a la redacción y no conozco ni a los directivos. Yo no he visto al conde [de Godó] en mi vida.
Agradece en el prólogo que Pepitas de Calabaza le ofreciera la reedición de este libro “cuando ni él ni yo mismo sabíamos los avatares y el eco de El cura y los mandarines”. Vuelvo a El Roto: los escándalos, ¿ya no escandalizan?
Sí escandalizan, pero tienen un ciclo de vida muy corto, cortísimo. La creencia de que El cura y los mandarines iba a tener un centenar de querellas y tal... No ha tenido ni una. Creo que es del libro que más sorpresa puede causar. Pero no, nada, ninguna.
Ocho agotadores años le llevó preparar El cura y los mandarines (Akal, 2014), minuciosa disección de las turbias aguas sociopolíticas de la cultura española entre 1962 y 1996....
Autor >
Carlos Pérez Cruz
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí