Música
Richard Hawley: canciones desde Sheffield
Marta Castro Berthelin 13/11/2015
El músico Richard Hawley.
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Hablar de Sheffield en la biografía de Richard Hawley no es sólo la obligada localización para situar y explicar al artista. Es el lugar en el que se crió y en el que sigue madurando, por el que pasea a su perro Fred, en busca de nuevas melodías y al que mira con la nostalgia de quien sabe que esos míticos edificios, bares y tiendas de la antigua capital del acero, acabarán desapareciendo. Todos sus discos deben sus títulos a puntos geográficos de la boscosa Sheffield, o a momentos bien marcados en el mapa emocional que Hawley guarda de esa ciudad. Difícil encontrar mejor embajador que este dandy del norte de Inglaterra.
A pesar de que empezó a escribir canciones a los 14 años, su primera aspiración era convertirse en un buen guitarrista. Tras sus experimentos y grupos de adolescencia, entre 1993 y 2000 perteneció a los Longpigs, en una etapa de excesos químicos y vitales de la que salió escaldado pero a tiempo. La terapia llegó a la vez que su participación en el We love life (2001) de Pulp, a quienes acompañó en la gira.
La lista de artistas con quienes ha colaborado es larga y variopinta: All Saints, Gwen Stefani, Paul Weller, Elbow o Lisa Marie Presley. Su ego nunca ha sido lo bastante grande como para no ser un buen acompañante de caras más célebres. Sin embargo, su amigo y cantante de Pulp, Jarvis Cocker, fue uno de los que insistió en que sus propias composiciones eran demasiado buenas como para no grabarlas en solitario.
En 2001, publicó un mini álbum homónimo en el que su preciosa voz de crooner clásico dejó a todo el mundo con la boca abierta. Desde ese primer momento, ya se vio clara su intención de bajarse del carro acelerado en el que viaja el mundo y avanzar sin prisa. Y sus siguientes discos no hicieron más que confirmarlo. Como la canción que da nombre al disco Coles corner (2005). Su melodía le vino a la mente con el movimiento del columpio en el que balanceaba a sus hijos. Si a eso le sumamos su admiración por el sonido de Sun Records, obtenemos esa marca tan reconocible de Hawley.
Just like the rain (Coles Corner, 2005)
La prensa siempre le ha comparado con Roy Orbison, Scott Walker e incluso Nick Drake, algo inevitable pero que a él no le puede dar más pereza escuchar. De hecho, ha asegurado no tener ni un sólo disco de Nick Drake. Él se lo pierde y lo sabe. Pero reconoce que cuando compone, que es casi siempre, no escucha música, y menos la de artistas que puedan influirle. Aunque con Elvis es diferente, claro. Sin oxígeno y sin Elvis no puede vivir.
De todos modos, todas las horas que desde niño pasó escuchando la enorme colección de discos que tenía su padre en casa, ya le sirvieron de inspiración. Tras quince horas diarias de trabajo en la industria del acero, este guitarrista aficionado tuvo tiempo para transmitir a su hijo su amor por la música y sus dotes con el instrumento. Bill Monroe, Howlin’ Wolf, Eddie Cochran, Buddy Holly, Lee Hazlewood o Stanford Clark siguen estando en su corazón como homenaje a esa enorme dedicación de su padre.
En Truelove’s Gutter alargó las canciones para que los ambientes se instalasen a sus anchas en cada una de ellas. Esa profundización en los temas era un reflejo de su visión crítica de los tiempos modernos en los que no se leen libros ni artículos sino grandes titulares. La calma, el romanticismo, los ecos de los clásicos, son sólo la superficie de un sentimiento de pertenencia a otra época. Aunque él lo tiene claro, da igual el momento, la música tiene que emocionar.
En Standing at the sky’s edge (2012) Hawley quiso deshacerse de todos los arreglos orquestales para darle protagonismo a la guitarra, su primer amor. Los aires del rock de los setenta no sorprendieron del todo a quienes conocían sus artes sobre el escenario, ya que siempre combinó las melodías ejecutadas con elegancia intemporal y los desarrollos de guitarras, casi muros de ruido. El lado cósmico del disco reflejaba su fascinación por la insignificancia de la Tierra en medio del Universo infinito. Y de lo general, a lo particular. En las entrevistas de ese año analizaba el lado furioso de ese álbum. El cabreo venía por pertenecer a una de las sociedades que, a pesar de ser una de las más ricas del mundo, se permitía tener una infraclase y perder derechos de muchos en beneficio de unos pocos. Hawley no se caracteriza por sus letras políticas pero siempre ha sido un hombre concienciado, debido una vez más al legado moral de su abuelo y su padre.
La psicodelia en esta gira llegó también en forma de medicamento. Hawley se rompió una pierna al resbalar en unas escaleras y acabó tocando en silla de ruedas y dopado con un fuerte analgésico similar a la morfina. De hecho, él confiesa no recordar demasiado de esas actuaciones. Tras quince años sin tomar drogas, comprobó lo fácil que es engancharse a unas pastillas recetadas por un médico y lo difícil que es recuperar la vida sin ellas.
Y la crónica de desgracias físicas nos lleva a la gestación de su último disco. Postrado en cama durante cinco meses por una hernia de disco, torturado por dolores insoportables, tuvo que componer Hollow Meadows en posición horizontal. Una convalecencia tan larga le retrotrajo a su infancia. Hasta treinta veces tuvieron que operarle por tener el labio leporino y el paladar hendido, y eso, además de darle ese rostro tan característico, le exigió pasar mucho tiempo consigo mismo. Este disco nace de esa reconexión con su interior.
Y del interior, al exterior y a la relación entre ambos. Un amigo le sugirió Hollow Meadows como nombre para el disco por ser un lugar pintoresco de Sheffield, donde hubo un antiguo hospital psiquiátrico y anteriormente un asilo para pobres. Lo que no sabía Richard es que esta zona era conocida como Auley Meadows porque allí vivió la estirpe de los Hawley desde el siglo XIV. Imagínense qué alegría para un incondicional de su ciudad, saberse tan arraigado desde siglos atrás a ese pedazo de tierra.
Con Hollow Meadows regresa a su aire más clásico y de cantautor. Su voz, menos forzada que en el anterior, recupera su gravedad llena de matices. Martin Simpson, eminencia del folk británico, acompaña al banjo; Nancy Kerr, al violín; y Jarvis Cocker, al bajo. Buenos amigos de Sheffield grabando en su propio estudio, Disgraceland (más homenajes), en un bosque no muy lejos de casa. Un plan perfecto para un Hawley.
Heart of Oak (Hollow Meadows, 2015)
Richard Hawley tocará el 16 de noviembre en Madrid (Teatro Barceló) y el 17 en Barcelona (Teatro Apolo).
Hablar de Sheffield en la biografía de Richard Hawley no es sólo la obligada localización para situar y explicar al artista. Es el lugar en el que se crió y en el que sigue madurando, por el que pasea a su perro Fred, en busca de nuevas melodías y al que mira con la nostalgia de quien sabe que esos...
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Marta Castro Berthelin
Documentalista y enamorada de la música.
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