ESCRITO A CIEGAS
Encantador embustero
José Luis Merino 18/11/2015
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La exposición antológica del pintor estadounidense Robert Rauschenberg en el Museo Guggenheim de Bilbao (noviembre 1998) fue e-x-c-e-p-c-i-o-n-a-l. Parecía haber sido realizada por dos centenares de artistas, y no por un solo hombre.
El día de la inauguración fui presentado al artista por la responsable de conservación del museo (testimonio fotográfico incluido). Al término del encuentro, le recordé que el año que le conceden el Premio de Pintura de la Bienal de Venecia (1964), abrí en Bilbao una galería de arte de vanguardia. Esta fue su respuesta: “Ahora yo he venido a encontrarte a ti”. Al día siguiente le dejé en su hotel una carta de felicitación por su formidable muestra y dos libros míos de crítica de arte.
A mediados de mayo de 2008 los noticiarios anunciaron la muerte de Rauschenberg, de un ataque al corazón, en su estudio de Captiva Island (Florida). La vida cotidiana dejaba de tener para él aquel sentido que tuvo años atrás cuando iba viviendo el presente de los acontecimientos y los introducía en sus obras: lo mismo los viajes a la Luna, como las botellas de Coca-Cola o el magnicidio de Kennedy, además de cuantos materiales encontraba en el deambular existencial.
Murió el artista que habló por una generación entera. Ya no está entre nosotros el encantador embustero, quien dijo haber venido a Bilbao para encontrarme. [El halago siempre se postulará como la mermelada del ser].
La exposición antológica del pintor estadounidense Robert Rauschenberg en el Museo Guggenheim de Bilbao (noviembre 1998) fue e-x-c-e-p-c-i-o-n-a-l. Parecía haber sido realizada por dos centenares de artistas, y no por un solo hombre.
El día de la inauguración fui presentado al artista...
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José Luis Merino
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