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Señor presidente,
Señor secretario general,
Señoras y señores ministros,
Señores embajadores,
Agradezco a los señores Hans Blix y Mohamed El Baradei las informaciones que nos acaban de proporcionar sobre las inspecciones en Irak. También deseo reiterarles la confianza y el apoyo total de Francia en su misión.
Ustedes saben cuánto valora Francia, desde el origen de la crisis iraquí, la unidad del Consejo de Seguridad. Esta unidad descansa hoy en dos elementos esenciales:
1. Juntos perseguimos el objetivo de un desarme efectivo de Irak. En este ámbito estamos obligados a tener resultados. No cuestionemos nuestro compromiso común en este sentido. Asumimos colectivamente esta importante responsabilidad en la que no pueden caber segundas intenciones ni juicios de intenciones. Seamos claros: ninguno de nosotros alberga la menor benevolencia hacia Saddam Hussein ni hacia el régimen iraquí.
2. Al adoptar por unanimidad la resolución 1441, hemos rubricado colectivamente nuestro acuerdo con la actuación en dos tiempos propuesta por Francia: el desarme mediante inspecciones y, en caso de fracaso de esta estrategia, el examen por el Consejo de Seguridad de todas las opciones, incluida el recurso a la fuerza. Este escenario, el del fracaso de las inspecciones, y solamente él, podría justificar una segunda resolución.
La cuestión que hoy se plantea es sencilla: ¿consideramos en conciencia que el desarme mediante las misiones de inspección es ahora una vía sin salida o consideramos que no han sido exploradas todas las posibilidades de inspección que ofrece la resolución 1441?
La opción de la guerra puede parecer, a priori, más rápida. Pero no olvidemos que, tras haber ganado la guerra, hay que construir la paz. Y no nos engañamos: será una tarea larga y difícil pues hay que preservar la unidad de Irak, restituir una estabilidad duradera en un país y una región enormemente afectados por la intrusión de la fuerza
Respecto a esta cuestión, Francia tiene dos convicciones:
La primera es que la opción de las inspecciones no se ha explorado hasta el final y que puede aportar una respuesta eficaz al imperativo del desarme de Irak; la segunda, que un uso de la fuerza tendría tales consecuencias para los hombres, para la región y para la estabilidad internacional que sólo debería ser contemplada en último extremo.
¿Qué acabamos de escuchar en el discurso de los señores Blix y El Baradei? Hemos escuchado que las inspecciones dan resultados. Evidentemente, cada uno de nosotros quiere más y continuaremos presionando a Bagdad para conseguirlo. Pero las inspecciones dan resultados.
En sus precedentes intervenciones ante el Consejo de Seguridad, el 27 de enero, el señor Blix, presidente ejecutivo de la Comisión de Control, Supervisión e Inspección de la ONU, y el señor El Baradei, director general de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), identificaron con precisión los ámbitos en los que se esperaban progresos. Se han obtenido avances significativos en varios de ellos:
En los ámbitos químico y biológico, los iraquíes han entregado nuevos documentos a los inspectores. También han anunciado la creación de comisiones de investigación, dirigidas por los exresponsables de armamentos, conforme a las exigencias del señor Blix.
En el ámbito balístico, las informaciones proporcionadas por Irak también han permitido hacer progresos a los inspectores. Sabemos con precisión la capacidad real del misil Al-Samoud. Ahora, hay que proceder al desmantelamiento de los programas no autorizados, de acuerdo con las conclusiones del señor Blix.
En este contexto, hoy no está justificado el uso de la fuerza. Hay una alternativa a la guerra: desarmar a Irak a través de las inspecciones. Además, recurrir prematuramente a la opción militar tendría graves consecuencias
En el ámbito nuclear, se ha proporcionado a la AIEA una serie de informaciones útiles sobre los puntos importantes evocados por el señor El Baradei el pasado 27 de enero: la adquisición de imanes susceptibles de servir para el enriquecimiento de uranio y la lista de los contactos entre Irak y el país susceptible de haberle proporcionado el uranio.
Es el núcleo de la lógica de la resolución 1441, que debe garantizar la eficacia de las inspecciones gracias a una identificación precisa de los programas prohibidos y su posterior eliminación.
Todos somos conscientes de que el éxito de las inspecciones significa lograr una cooperación plena y total de Irak. Francia no ha dejado de exigirlo. Empiezan a surgir progresos reales:
Irak ha aceptado que aparatos de reconocimiento aéreo sobrevuelen su territorio; ha permitido que los inspectores interroguen a científicos iraquíes sin testigos; se va a aprobar un proyecto de ley prohibiendo todas las actividades ligadas a los programas de armas de destrucción masiva, conforme a una vieja petición de los inspectores. Irak debe proporcionar una lista detallada de los expertos que asistieron en 1991 a las destrucciones de los programas militares.
Francia espera, evidentemente, que estos compromisos se verifiquen de un modo estable. Más aún, debemos presionar fuertemente a Irak para que avance en la vía de la cooperación.
Estos progresos nos reafirman en la convicción de que la vía de las inspecciones puede ser eficaz. Pero no debemos engañarnos sobre la amplitud de la tarea que tenemos por delante: todavía hay cuestiones que esclarecer, verificaciones que llevar a cabo, instalaciones o materiales que destruir.
Para ello debemos posibilitar que las inspecciones tengan éxito.
La autoridad de nuestra acción descansa hoy en la unidad de la comunidad internacional. Una intervención militar prematura cuestionaría esa unidad, lo que la despojaría de legitimidad y, a la larga, de eficacia
El 5 de febrero hice una serie de propuestas ante el Consejo. Desde entonces, las hemos precisado en un documento de trabajo que entregué a los señores Blix y El Baradei y puse en conocimiento de los miembros del Consejo.
¿Cuál es su espíritu? Se trata de una serie de propuestas prácticas y concretas que pueden ponerse en marcha rápidamente y están destinadas a aumentar la eficacia de las operaciones de inspección. Se inscriben en el marco de la resolución 1441 y no necesitan, por tanto, de una nueva resolución del Consejo. Están encaminadas a apoyar los esfuerzos de los señores Blix y El Baradei. Ellos son los que están en mejores condiciones de decirnos con cuáles quieren quedarse para garantizar la mejor eficacia de su trabajo. En su informe, nos han hecho recomendaciones útiles y de carácter operativo.
Francia ya ha anunciado que ponía medios adicionales a disposición de los señores Blix y El Baradei, empezando por sus aparatos de vigilancia aérea Mirage IV.
Sí, escucho críticas:
Algunos piensan que por principio, las inspecciones no pueden ser eficaces. Pero recuerdo que son el fundamento de la resolución 1441 y que dan resultados. Se pueden considerar insuficientes pero ahí están.
Otros creen que proseguir con el proceso de inspección sería una especie de maniobra dilatoria para impedir una intervención militar. Ello plantea, naturalmente, la pregunta de qué tiempo hay que conceder a Irak. Hemos llegado al centro del debate. En ello nos va nuestra credibilidad y nuestro espíritu de responsabilidad. Tengamos el valor de hablar claro.
Hay dos opciones:
La opción de la guerra puede parecer, a priori, más rápida. Pero no olvidemos que, tras haber ganado la guerra, hay que construir la paz. Y no nos engañamos: será una tarea larga y difícil pues hay que preservar la unidad de Irak, restituir una estabilidad duradera en un país y una región enormemente afectados por la intrusión de la fuerza. Frente a estas perspectivas, está la alternativa que ofrece las inspecciones, que permite avanzar día a día por la vía de un desarme pacífico de Irak. A fin de cuentas, ¿no se trata de la opción más segura y rápida?
Debemos medir el impacto que tendría una acción militar. ¿No correríamos el riesgo de agravar las fracturas entre las sociedades, entre las culturas, entre los pueblos, unas fracturas de las que se nutre el terrorismo?
Nadie puede afirmar hoy que el camino de la guerra será más corto que el de las inspecciones. Nadie puede afirmar tampoco que desembocará en un mundo más seguro, más justo y más estable. Pues la guerra es siempre la constatación de un fracaso. ¿Va a ser, acaso, nuestra única salida frente a los numerosos desafíos actuales? Concedamos, pues, a los inspectores de las Naciones Unidas el tiempo necesario para que su misión tenga éxito. Pero estemos juntos vigilando y exijamos a los señores Blix y El Baradei que informen regularmente al Consejo. Francia, por su parte, propone una nueva cita el 14 de marzo a nivel ministerial para evaluar la situación. Entonces, podremos juzgar los progresos que se han llevado a cabo y lo que falta por realizar.
En este contexto, hoy no está justificado el uso de la fuerza. Hay una alternativa a la guerra: desarmar a Irak a través de las inspecciones. Además, recurrir prematuramente a la opción militar tendría graves consecuencias.
La autoridad de nuestra acción descansa hoy en la unidad de la comunidad internacional. Una intervención militar prematura cuestionaría esa unidad, lo que la despojaría de legitimidad y, a la larga, de eficacia.
Una intervención de ese tipo podría tener consecuencias incalculables para la estabilidad en esa región herida y frágil. Aumentaría el sentimiento de injusticia, agravaría las tensiones y correría el riesgo de abrir la vía de otros conflictos.
Todos compartimos la misma prioridad: combatir sin tregua el terrorismo. Este combate exige una determinación total. Desde la tragedia del 11 de septiembre, es una de nuestras responsabilidades prioritarias ante nuestros pueblos. Y Francia, que ha sido duramente golpeada en varias ocasiones por este terrible azote, está totalmente movilizada en esta lucha que nos afecta a todos y que debemos llevar a acabo juntos. Ese es el sentido de la reunión del Consejo de Seguridad del 20 de enero a iniciativa de Francia.
Hace diez días, el secretario de Estado de EE. UU., el señor Powell, mencionó supuestos lazos entre Al-Qaeda y el régimen de Bagdad. Actualmente, según nuestras investigaciones e informaciones llevadas a cabo con nuestros aliados, nada nos permite establecer dichos lazos. Por el contrario, debemos medir el impacto que tendría una acción militar, hoy contestada. ¿No correríamos el riesgo de agravar las fracturas entre las sociedades, entre las culturas, entre los pueblos, unas fracturas de las que se nutre el terrorismo?
Francia lo ha dicho siempre: no excluimos la posibilidad de que un día haya que recurrir a la fuerza si los informes de los inspectores llegaran a la conclusión de la imposibilidad de proseguir las inspecciones. El Consejo debería entonces pronunciarse y sus miembros tendrían que asumir toda la responsabilidad. Y en semejante hipótesis quiero recordar aquí los interrogantes que subrayé en nuestro último debate del 4 de febrero y a los que debemos responder:
- ¿En qué medida la naturaleza y amplitud de la amenaza justifican el recurso inmediato a la fuerza?
- ¿Cómo hacer para controlar realmente los considerables riesgos de esa intervención?
En cualquier caso, ante semejante eventualidad, la unidad de la comunidad internacional sería garantía de su eficacia. Lo mismo que --pase lo que pase-- las Naciones Unidas seguirían estando en el centro de la paz que habrá que construir.
Señor presidente, me gustaría decir a aquellos que se preguntan con angustia cuándo y cómo vamos a ceder a la guerra que, en el seno de este Consejo de Seguridad, nada, y en ningún momento, será fruto de la precipitación, de la incomprensión, de la suspicacia o del miedo.
En este templo de las Naciones Unidas, somos los guardianes de un ideal, somos los guardianes de una conciencia. Nuestra gran responsabilidad y nuestro inmenso honor deben llevarnos a dar prioridad al desarme en la paz.
Os lo dice hoy un viejo país, Francia, de un viejo continente como el mío, Europa, que ha conocido la guerra, la ocupación, la barbarie. Un país que no olvida y que sabe todo lo que debe a los combatientes de la libertad procedentes de Estados Unidos y otras partes. Y que, sin embargo, siempre se ha mantenido en pie frente a la Historia y ante los hombres. Que, fiel a sus valores, quiere actuar con decisión junto a todos los miembros de la comunidad internacional. Que cree en nuestra capacidad de construir juntos un mundo mejor.
Muchas gracias
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Autor >
Dominique de Villepin
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