El mundo al revés según JR
Se publica un nuevo monográfico sobre las peripecias del misterioso artista
Gloria Crespo MacLennan 25/11/2015
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París era un lienzo para JR, un grafitero de 15 años que se aventuraba por tejados y oscuros túneles dejando su impronta en la ciudad. Un día encontró una cámara de fotos abandonada en una estación de metro. Fue entonces cuando el inquieto francés comenzó a hacer retratos de sus amigos, que fotocopiaba en pequeños formato y pegaba en las paredes de la capital, enmarcados por chillones colores espolvoreados con sprays que servían para distinguirlos de la publicidad. A los 17 años, el joven artista callejero se percató de que la calle era la mejor de las galerías para su arte. Sin intermediarios, quiso establecer un diálogo directo con el espectador, a través de una obra donde los protagonistas son aquellos que no tienen voz: los pobres, los refugiados, los marginados, aquellos que se sienten amenazados y que en ocasiones también amenazan. Gente desconocida, los protagonistas anónimos de algunos de los tristes episodios de nuestra historia más reciente.
Hoy, a sus 32 años, JR, este provocador Millet contemporáneo presume de tener la galería más grande del mundo. Tanto en las banlieues parisinas como en las favelas de Río de Janeiro, en los puentes rotos de Monrovia o en los inhumanos suburbios de Nairobi, así como en el muro de Israel o en el Panteón de París, en la Isla de Ellis y en las calles de Nueva York, entre otros muchos lugares, sus fotoinstalaciones, una mezcla de fotografía documental y activismo, han servido como espejo de nuestra sociedad a través de sus gigantescos retratos. La editorial inglesa Phaidon Press recoge toda la trayectoria del intrépido artista en JR: Can Art Change the World. Un primer y espléndido libro monográfico que nos acerca a uno de los personajes más dinámicos y comprometidos del panorama del arte actual, con una obra que logra captar la atención de gente que normalmente no se interesa por el arte ya que alude a temas de gran interés social como el compromiso, la identidad, la libertad, y sus límites.
De su pasado grafitero ha conservado el gusto por la clandestinidad y la transgresión. JR son las iniciales de un nombre que aún sigue siendo un misterio. Le gusta vestir con una chaqueta reversible, a la que pueda dar la vuelta en caso de que tenga que salir de escapada. Lleva siempre sombrero y gafas de sol para impedir ser reconocido. Solo las personas a las que ha fotografiado le han podido mirar directamente a los ojos.
De origen tunecino, creció en un barrio humilde a las afueras de París. Las paredes vacías del cercano Les Bosquets, en Montfermeil, sirvieron de soporte a las primeras fotocopias, a gran tamaño, de los retratos de sus amigos que le harían famoso. Un año más tarde, en 2005, tres niños se electrocutaron en este mismo barrio al esconderse de la policía en una estación de electricidad. Fue entonces cuando estallaron los disturbios y el vandalismo y el pánico se apoderó del lugar. Jóvenes descontrolados tiraban cócteles molotov, quemaban coches de policía, y asaltaban los supermercados. Durante uno de esos días JR pudo ver, con asombro, cómo uno de sus retratos, que mostraba a un grupo de amigos -entre ellos, uno apuntando con una videocámara, como lo haría con un arma-, aparecía detrás de un coche de policía ardiendo en las imágenes retransmitidas por televisión. La imagen que se estaba dando de sus amistades era de auténticos matones. El fotógrafo decidió volver al barrio y retratar de nuevo a los más jóvenes pero esta vez con una lente de 28mm, que requiere una proximidad muy cercana al retratado. Hizo así una serie de retratos en los que sus protagonistas se caricaturizaban a sí mismos. Quería mostrar al mundo cuál era la verdadera cara de estos muchachos, distinta a la que mostraban los medios de comunicación. “No son ángeles pero tampoco monstruos”, diría JR. Esta serie conocida como Portrait of a Generation (Retrato de una Generación), fue colgada en distintos zonas de París, hasta verse colgada al completo en una exposición organizada en frente del ayuntamiento de la ciudad. Una década después el artista regresó al barrio, donde llevó a cabo una de sus instalaciones en uno de los edificios a punto de ser demolidos y filmó un vídeo, The Bosquets, con un ballet coreografiado por el propio JR. El artista callejero gozaba ya de un renombre internacional.
El conflicto palestino-israelí fue el segundo reto para este joven al que algunos denominan el Banksy francés, y que consiguió llevar a cabo la mayor exposición ilegal de todos los tiempos, Face 2 Face. Esta vez se planteó retratar a personas que desempeñaran el mismo oficio pero en distintos lados del muro y pegar su caras en ambos lados de la zona en conflicto, las de los israelíes en el lado palestino y las de los palestinos en el lado israelí. Llegando incluso a pegarlas en las torres de control militar israelíes. “Lo imposible se hizo posible”, recuerda el artista. El poder del papel y el pegamento quedaba nuevamente constatado y así ha venido ocurriendo durante esta última década cuando los distintos proyectos de JR han demostrado que si bien el arte no puede cambiar el mundo sí puede cambiar nuestra forma de mirarlo. Utilizar el arte para poner el mundo al revés, fue el deseo que expresó el artista al recoger el premio TED2011.
En su afán por conceder esos pocos minutos de gloria warholiana a los olvidados de la tierra, JR posó su mirada en las mujeres de distintas comunidades en conflicto, aquellas en que las que recae gran peso de estas sociedades, y que siempre permanecen en la sombra. De esta suerte viajó a Monrovia para fotografiar a las víctimas de la guerra civil, y consiguió pegar sus caras con la ayuda de los exrebeldes; también lo hizo a la favela de Morro da Providência, en Río de Janeiro; en Liberia, Sierra Leona, Camboya, India y Sudán, así como en Kibera, Nairobi, uno de los mayores suburbios de África, con un millón de habitantes, donde imprimió los retratos de las mujeres en vinilo de forma que sirvieran como tejado para sus casas. “Ahora Dios podrá vernos”, le agradecía una de las protagonistas de sus obras.
En 2008 JR se trasladó a Cartagena, bastión de la resistencia republicana en la Guerra Civil, para llevar a cabo otro de sus proyectos, Wrinkles of the City (Los Surcos de la Ciudad), donde aquellos que sufrieron la contienda se convirtieron en su objetivo. El artista quedó sorprendido por cómo los recuerdos de aquellos que habían luchado contra el fascismo encontraban resonancia en los paisajes una ciudad monumental a la vez que decadente. Cartagena reflejaba las arrugas y cicatrices de sus habitantes, y durante varios meses los rostros protagonistas de la resistencia volvieron a surgir de las sombras para adueñarse de un pedazo de su historia.
JR es un artista atípico que valora más la interacción con el público que la demostración de su destreza artística. Su arte ha ido evolucionando hasta convertirse en una mezcla de distintos campos que abarcan la fotografía, la escultura, el ballet, el vídeo - Ellis, el último, tiene a Robert de Niro como protagonista- el performance y las instalaciones, aunque el papel y el pegamento siguen siendo sus principales señas de identidad. Considera su arte como una declaración, de ahí que su medio natural sea la calle, pero no pone ningún reparo a que este sea expuesto en museos. Es sin duda el tamaño de las reproducciones de su obras un buen aliado a la hora de conceder un matiz épico a sus proyectos, cuyas dimensiones están determinadas por los propios retos que se impone el artista. Se caracteriza también por huir de los sponsors y autofinanciarse a través de la venta de sus obras en galerías. Alérgico a la publicidad que domina la sociedad contemporánea, rechaza trabajar para cualquier marca o institución.
En este último mes, uno de sus proyectos más conocidos, Women are Heroes (Las Mujeres son Heroinas) realizado en Kibera, Nairobi, ha vuelto a ocupar las páginas de la prensa, debido a una controversia que ha surgido entre el artista y Deutsch, una agencia de publicidad. Bajo el slogan Art heist for good (Un golpe al arte en busca del bien), la agencia norteamericana se propuso subastar los tejados de vinilo, realizados por JR con los retratos de las mujeres, en una casa de subastas y destinar los fondos recaudados a Water for Life, una ONG que opera en Kenia. Según informa el periódico británico The Guardian, tras visitar el suburbio y comprobar el deterioro de los tejados, Deutsch procedió a desmantelar los tejados remplazándolos por unos nuevos de metal; para ello obtuvieron el permiso de los representantes locales, pero no consiguieron ni el de JR ni el de las mujeres retratadas. Del primero, según declaraciones a The Guardian, no recibieron respuesta. A las mujeres no las consiguieron localizar. Las obras fueron subastadas en Julien´s Auction, una casa de subastas de Los Ángeles especializada en pertenencias de famosos, y solo se consiguió recaudar 10.000 $. JR no solo ha cuestionado la eficacia de la estrategia, sino la autenticidad de las obras subastadas, ya que una vez que él abandonó el proyecto, su continuidad se mantuvo a través de una fundación creada por el propio artista, donde los jóvenes de Kibera se encargaban de seguir construyendo tejados, pero esta vez con fotos realizadas por ellos mismos. Aun así, Julia Neumann, directora creativa de proyectos de Deutsch, espera recaudar más fondos en un futuro próximo “Creo que la comunidad podrá beneficiarse de lo que estamos haciendo, no me dio la impresión de que les importará el arte. No tienen ni dónde orinar, no saben de dónde vienen sus alimentos. Esos son sus verdaderos problemas”, declaraba al diario británico.
París era un lienzo para JR, un grafitero de 15 años que se aventuraba por tejados y oscuros túneles dejando su impronta en la ciudad. Un día encontró una cámara de fotos abandonada en una estación de metro. Fue entonces cuando el inquieto francés comenzó a hacer...
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