Jimmy Butler, el jugador mendigo
"Soy un gran jugador de baloncesto por todo el trabajo que he puesto, por la gente con la que me he rodeado y si siguiera estancado en el pasado no mejoraría más"
Jesús Santos 25/11/2015
Jimmy Butler durante un entrenamiento el pasado mes de abril.
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23 de junio de 2011. Jimmy Butler se convierte en jugador profesional de la NBA. En el Prudential Center de Newark, Nueva Jersey, los Chicago Bulls seleccionan en el puesto número 30 del draft a un chaval de la Universidad de Marquette que podía jugar tanto de alero como de escolta.
Apartada de las cámaras hay una mujer adulta que no para de llorar, Michelle Lambert. Sus apellidos no coinciden, no es su madre biológica, pero Jimmy es su hijo. “No me gusta esa mirada, vete de una vez”. Fueron las últimas palabras que escuchó de Londa, su madre, que con apenas 13 años le echó de casa. Mientras a esas edades la mayoría de chicos aún juegan en el patio del colegio o conocen a su primera chica, Jimmy se encontró viviendo en la calle. Literalmente. No le quedó más remedio que buscar ayuda y pidió a sus amigos que lo acogieran.
El rechazo de su madre fue un sentimiento que le acompañaría día a día, sin estabilidad familiar ni un sitio propio al que llamar hogar. Rebotando de casa en casa, pasó así sus primeros tres años en el Tomball High School. La pasión por el baloncesto fue lo que llevó al pequeño Butler a conocer a Jordan Leslie –el que posteriormente se convertiría en su hermano– en una de las canchas de baloncesto que había cerca de su casa. El deporte unió a estos dos chicos, que no tardaron mucho tiempo en hacerse grandes amigos.
Al poco tiempo, Jordan se enteró de la situación en la que se encontraba su amigo. Jimmy se había vuelto a quedar en la calle hacía poco tiempo porque en la casa en la que estaba viviendo necesitaban la cama para un familiar. Sin pensarlo dos veces, Jordan decidió acoger a Jimmy en su propia casa, al menos durante un tiempo.
Su madre, Michelle Lambert, intentó explicarle a Jordan que no podían acoger a Jimmy. Ya tenía siete hijos, cuatro de su primera pareja y otros tres de la segunda. Con dos trabajos para mantener a la familia, su situación era complicada. Tras hablar con su marido, decidieron que se podía quedar un par de noches. El tercer día Michelle preguntó a Jordan por qué seguía en casa; otro de sus hijos, Brad, contestó: “Oh, Jimmy está pasando la noche conmigo”. “Entonces me di cuenta de que estábamos vencidos”, explicó Michelle al Chicago Sun-Tribune.
A partir de entonces, Butler empezó a conocer lo que significaba ser parte de una familia. Los Lambert adoptaron a su octavo hijo y le colmaron de cariño y atención, pero también le hicieron entender que la vida era sobre todo trabajo, y si pretendía ser parte de aquella familia debería estudiar y esforzarse al máximo. “Le tuve que decir a Jimmy muchas veces que este no es un amor condicional. Esto es para siempre. Podemos discutir y quizás no estemos de acuerdo, pero no hay nada en el mundo que te tiene que hacer pensar que te voy a dar la espalda”, dijo Michelle al Chicago Sun Times.
Por aquel entonces, Jimmy comenzó a destacar y en su temporada como senior en el Tomball High School llegó a promediar casi 20 puntos por partido, aunque ningún ojeador se fijó en él. Siguió trabajando y esforzándose y tras pasar por el Tyler Junior College consiguió despertar el interés de universidades como Kentucky, Marquette o Clemson. Dejando de lado criterios deportivos, eligió la Universidad de Marquette atendiendo únicamente su carrera académica.
Allí empezó un camino ascendente que le llevaría a la cima de la universidad, aunque sus comienzos no fueron prometedores. Su primer año fue muy duro y no destacó en el equipo. Su entrenador por aquel entonces, Buzz Williams, le mantuvo la mayor parte de los partidos en el banquillo. "Nunca fui tan duro con un jugador como lo fui con Jimmy. Fui así porque él no sabía lo bueno que podía ser. Le dijeron toda su vida que no podía ser bueno”.
Al llegar su segunda temporada, su talento explotó llegando a promediar más de 15 puntos por partido, aunque lo que de verdad terminó por convencer a su entrenador era su capacidad de sacrificio y su espíritu de no dar un balón por perdido. Más tarde explicaría las razones que habían forjado su carácter. “Mi niñez me hizo duro, me hizo entender cómo debo tratar a la gente”, dijo Butler a medios de Chicago, ciudad del equipo que le eligió en el draft de 2011, los Bulls.
La élite del baloncesto
Antes de coger el avión que le llevaría a Chicago para cumplir su sueño de jugar en la NBA, Butler recibió un SMS del que iba a ser su futuro compañero en los Bulls, Derrick Rose. Le felicitó por su elección y le invitó a su propia casa para conocerse. En su presentación con los medios declaró: “Hablamos de baloncesto un poco, pero mayormente se trataba de dos chicos de edades parecidas que intentaban conocerse”.
En su presentación ante los medios, no tardó en aflorar la humildad de sus orígenes: había venido para ser un compañero más, ganar partidos e intentar aportar energía al juego. “Siento que he recorrido un largo camino desde Tomball y no podría estar más orgulloso. Siento que los Bulls están orgullosos de mí”, reconoció.
Desde que llegara a los Bulls hace ya cuatro años, Butler no ha dejado de crecer. En su primer año apenas jugó la mitad de los partidos de la temporada regular, sin muchas oportunidades para lucirse. Al año siguiente, la lesión de Luol Deng le permitió jugar más minutos, llegando a promediar más de 8 puntos por partido. Ya en la temporada 2013-14 mejoró sus registros hasta los 13 puntos. Este último año ha terminado de consagrarse, con 21 puntos por partido, como uno de los pilares de los Chicago Bulls. Unas estadísticas envidiables para cualquier jugador de la NBA, la cima mundial del baloncesto.
En el equipo reconocen la importancia que tiene su juego. Su ex entrenador, Tom Thibodeau, agradeció a Butler sus esfuerzos, pese ha ser cesado poco después: “No estaríamos donde estamos sin él”. En 2015, Jimmy ha sido elegido Most Improved Player (Jugador que más ha mejorado) e incluso ha llegado a disputar el All-Star –partido que reúne a las grandes estrellas de la liga– con la Conferencia Este junto a Lebron James, Carmelo Anthony o su compañero de los Chicago Bulls, Pau Gasol.
A pesar de su turbulento pasado y las dificultades que se encontró en su camino hasta donde está ahora, Butler se encuentra incómodo al hablar de ello. "No quiero que mi pasado me defina”, confesaba Butler al Chicago Magazine. “Odio cuando es de lo único que todo el mundo quiere hablar conmigo. No me ha llevado adonde estoy hoy. Soy un gran jugador de baloncesto por todo el trabajo que he puesto, por la gente con la que me he rodeado y si siguiera estancado en el pasado no mejoraría más. No habría dejado de ser aquel niño”.
Una ruptura con su pasado que de forma inevitable le acompaña desde su debut en la NBA. Una historia difícil de obviar por su carga emocional y prácticamente imposible de no asociar con el carácter luchador que impregna su juego pero que, tal y como quiere el propio Butler, corre el riesgo de convertirse en mera anécdota, sepultada por los logros deportivos que su prometedora proyección parece depararle.
23 de junio de 2011. Jimmy Butler se convierte en jugador profesional de la NBA. En el Prudential Center de Newark, Nueva Jersey, los Chicago Bulls seleccionan en el puesto número 30 del draft a un chaval de la Universidad de Marquette que podía jugar tanto de alero como de escolta.
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Jesús Santos
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