Es la ideología, estúpido (II)
PSOE: vuelve la sobriedad socialdemócrata
El programa socialista es de calado, nítidamente socialdemócrata y deja poco espacio al riesgo y a la especulación. Es una oferta de gestión, poco política, con efectos a muy largo plazo
José Moisés Martín Carretero 25/11/2015
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
Si algo saben los estrategas de Ferraz es que los acontecimientos políticos han situado el principal caballo de batalla en las elecciones generales de 2015 lejos del debate económico. Y el programa económico con el que se presenta el PSOE a estas elecciones así parece demostrarlo. Una primera lectura del mismo nos recuerda a las palabras de John Maynard Keynes, en las que soñaba con el día en el que los economistas se convirtieran en profesionales modestos y competentes como los dentistas. Atendiendo al programa económico de los socialistas, estamos a un paso de ese momento. Que nadie espere encontrar soflamas contra la austeridad o medidas “mediáticas” en el mismo: la mayoría de las propuestas responden a un perfil discreto que sitúa los focos de la propuesta socialista en otros apartados –seguramente en la reforma constitucional--, pero no en el económico.
Pero esta afirmación no debe ser tomada como una descalificación del mismo, en absoluto. Bien al contrario, se trata de un texto denso, de unas noventa páginas en total, que relata de manera detallada toda una batería de propuestas de la más diversa índole, atendiendo tanto a la visión global como a los detalles sectoriales. Es, probablemente, el más completo de los programas económicos que se presentan, y el que tiene el formato más nítidamente identificable como un programa de gobierno. Entre sus líneas, sin embargo, se esconden algunas medidas de calado que destilan una orientación precisa de la política económica, que debe ser leída en su conjunto para resultar creíble. Como los mosaicos que se hicieron famosos hace unos años, una primera visión ofrece una imagen borrosa o casi irreconocible, pero mirando desde una determinada perspectiva ofrece una imagen bastante completa.
El programa concentra sus esfuerzos en varios apartados. El primero de ellos, quizá el más destacable de todos, se propone orientar la economía española hacia el conocimiento, la innovación y la digitalización. A diferencia de otros programas, el PSOE considera que esa orientación requiere de una política industrial activa que, más allá de incrementar las cifras de inversión en I+D (hasta el 3%, pero sin horizonte temporal), suponga una nueva arquitectura del sistema nacional de innovación. Le acompañan medidas como el fomento de la compra pública innovadora, la eliminación de trabas económicas y regulatorias al crecimiento de las empresas, y un extenso apartado de apoyo a la internacionalización. Pero lo más destacado de este apartado es sin duda la dedicación extensiva que se hace a recuperar la política sectorial, situándola en primer plano. Parece que en la propuesta socialista, el Ministerio de Industria tendrá tanto peso como el de Economía. Así, el programa aboga por recuperar la industria manufacturera a través de planes sectoriales –sin detallar en unos casos-- y de políticas específicas, como el fomento y la creación de clusters sectoriales, o la creación de instrumentos financieros públicos de carácter estratégico –como el Fondo Estratégico de Innovación y Reindustrialización, o el Fondo Estratégico de Capital Riesgo Tecnológico--. También proponen reforzar el papel del ICO, de manera que actúe como banca pública de inversiones.
Medidas todas ellas que sorprenden porque dejan un sabor de boca de vocación intervencionista en la economía. Este activismo programático en la determinación de instrumentos de apoyo público a la “reindustrialización” no gustará a los sectores más liberales del electorado de centroizquierda, aunque combina bien con la recuperación de la política industrial que desde hace unos años empieza a ganar peso de nuevo en el debate sobre la política económica.
El segundo gran bloque es el destinado al mercado laboral. El PSOE aboga por arrancar este bloque, de nuevo, con el desarrollo de las políticas públicas: los socialistas proponen una reforma del sistema público de empleo que fomente la coordinación entre las políticas de protección y las políticas activas y de formación. Reconoce que el sistema no es capaz de responder a los retos que tiene por delante en materia de paro de larga duración y propone reforzar las políticas activas, la formación y extender la protección.
En cualquier caso, su propuesta más definida es la elaboración de un nuevo estatuto de los trabajadores, que permita recuperar terreno a la negociación colectiva y al diálogo social, y que actualice algunos de los aspectos clave de nuestro mercado laboral. Los socialistas abogan por una simplificación de los sistemas de contratación, con tres tipos de contrato: indefinido, temporal y de sustitución, y proponen reducir el uso del contrato temporal a un año como máximo. Su palanca fundamental para luchar contra la precariedad es actuar contra el fraude de las contrataciones reforzando la inspección del trabajo. En materia de salarios, proponen subir el salario mínimo interprofesional para situarlo, en dos legislaturas, en un 60% del salario medio neto (que no bruto), lo cual llevaría a un incremento del SMI del 4% nominal anual de promedio, situándolo alrededor de los 14.000 euros en 2023 frente a los actuales 9.080.
Destaca también el haber incorporado en el apartado económico buena parte del programa energético y ambiental del PSOE. Los socialistas abogan por políticas ambiciosas de reducción del consumo energético, apuestan por las energías renovables y fomento de la eficiencia, incorporando una de sus novedades: el impuesto a la emisión de dióxido de carbono, una propuesta que la Unión Europea viene sugiriendo en sus revisiones periódicas de nuestro sistema fiscal.
Aborda seguidamente una propuesta fiscal encaminada a incrementar los ingresos públicos en 2 puntos sobre la senda presentada en el Programa Nacional de Reformas, lo cual significa que los ingresos públicos pasarían del 38,2% al 40,2% en 2019, al tiempo que se compromete a reducir el déficit público hasta el 1% en 2019, en coherencia con la senda de estabilidad presupuestaria impuesta por la Unión Europea. Este cálculo equivale a plantear que el gasto público estará en el entorno del 41% del PIB, esto es, ligeramente inferior al actual. Para los socialistas, esta reducción del gasto público en relación con el PIB no se basará en nuevos ajustes fiscales, sino aprovechando el efecto del ciclo, y la reducción de gastos públicos cíclicos (seguro de desempleo) o los intereses de la deuda.
En cualquier caso, el PSOE aboga –como otros partidos-- por intensificar la lucha contra el fraude fiscal, fomentar la cooperación internacional en materia tributaria y, y esto sí es una diferencia frente a, por ejemplo, Ciudadanos, incrementando los impuestos. Los socialistas proponen la recuperación de impuestos de sucesiones y patrimonio, estableciendo una base mínima obligatoria para todas las Comunidades Autónomas, así como fijar un límite inferior en el impuesto de sociedades del 15% sobre resultado contable. Apuestan también por crear el impuesto sobre el dióxido de carbono y por incrementar la progresividad del IRPF.
Los redactores del programa socialista opinan que estas medidas de incremento de ingresos, así como el efecto del crecimiento económico previsto, podrían facilitar el espacio fiscal necesario (unos 3 puntos de PIB en 2019) para incrementar las políticas sociales y mejorar la redistribución de la renta, reactivar la política industrial y de I+D a la que tanto esfuerzo dedican y cumplir con los requisitos de la consolidación fiscal, todo ello en un Estado con un peso en la economía sensiblemente inferior a la media de la Eurozona.
El PSOE termina su programa económico incorporando una batería de medidas para mejorar el clima institucional de nuestra economía, tanto en ámbitos de regulación económica y de mercado como de gobernanza empresarial y de inclusión económica, incorporando el fomento de la economía social y la economía colaborativa. Estas medidas difieren sólo en parte de las ya propuestas por otros partidos de cara a acabar con el “capitalismo de amiguetes”, aunque inciden en mayor medida en la inclusión económica a través del uso de la economía social y la innovación social.
Por último, los socialistas realizan una reflexión sobre la gobernanza del euro y proponen un mecanismo de reforma, lo cual se agradece, en la medida en que buena parte de las restricciones a las que se enfrenta la economía española tiene su origen en el deficiente diseño de dicha gobernanza, y en particular, en la ausencia de una política fiscal coordinada digna de tal nombre.
Leído en su totalidad, el programa económico socialista sorprende. Sorprende que, aun planteando un modelo completo de política económica, mantenga un perfil tan discreto, evitando centrarse en medidas “mediáticas” exceptuando –quizá-- el nuevo estatuto de los trabajadores. Son en su mayoría políticas a desarrollar en decretos y órdenes ministeriales, esto es, un programa muy de gestión, cuyos efectos sólo se notarán a muy largo plazo. El texto deja la sensación de que el equipo económico socialista ha huido de prometer aquello que no está totalmente seguro de poder realizar, de manera que deja poco espacio al riesgo y la especulación, y por eso precisamente puede ser calificado por algunos analistas como tímido y falto de audacia. Su sobriedad sólo gana brillo si se lee en su conjunto, y, como tal, es un programa detallado, de calado, y nítidamente socialdemócrata: impulso público al cambio productivo, recuperación de las relaciones laborales y política fiscal tendente a incrementar los ingresos y a mejorar la redistribución. Es un buen plan, y aunque no entusiasme, está pensado para gobernar y no paga ganar las elecciones.
Después de años de excesos dialécticos en economía, la sobriedad socialdemócrata deja un sabor de boca contradictorio. Quizá hemos tenido años de “burbuja” en el ámbito del debate económico, con –como diría Víctor Lapuente-- tantos chamanes como analistas serios debatiendo día sí y día también, pero sacar la economía del debate público para recluirla en la gestión no es necesariamente bueno. Puede que estas orientaciones –valiosas-- se lleven efectivamente a cabo a través de un trabajo discreto y competente (como los dentistas de Keynes), pero también, precisamente por su perfil de gestión, se corre el riesgo de que queden diluidas y olvidadas en una agenda política tan convulsa como la que viviremos en los próximos años, perdiendo así una oportunidad de oro. A juicio de quien escribe este comentario, un perfil más político de las propuestas socialistas habría contribuido a darles el valor que se merecen y a facilitar su ejecución llegado el caso.
Si algo saben los estrategas de Ferraz es que los acontecimientos políticos han situado el principal caballo de batalla en las elecciones generales de 2015 lejos del debate económico. Y el programa económico con el que se presenta el PSOE a estas elecciones así parece demostrarlo. Una primera lectura...
Autor >
José Moisés Martín Carretero
Economista y consultor internacional. Dirijo una firma de consultoría especializada en desarrollo económico y social. Miembro de Economistas frente a la Crisis. Autor de España 20130: Gobernar el futuro. Autor de España 2030: Gobernar el Futuro.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí