Análisis
Europa echa el cerrojo en los Balcanes
La llegada del invierno ha ralentizado la llegada de refugiados a Europa. Miles de ellos se encuentran, sin embargo, bloqueados en Serbia debido al cierre de las fronteras de la UE
Carmen Rosa Belgrado , 16/12/2015
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Llega el invierno y en los Balcanes se recibe con una mezcla de alivio y preocupación. Alivio porque, inevitablemente, menos refugiados se lanzarán a las peligrosas aguas griegas y cruzarán Macedonia y Serbia para alcanzar Europa. También esperarán a que mejore el tiempo para volver a dormir en los bosques de Bulgaria, ocultos para no ser detectados por la violenta policía de ese país de la UE por el que saben que hay que pasar lo más rápido posible. Pero la preocupación se mantiene porque llegarán menos, pero no ninguno. Esperarán, pero volverán a intentarlo aunque les cierren cien fronteras. Y si cierran fronteras, la posibilidad de que la región reviva fantasmas de un pasado no tan lejano es cada vez más real. La canciller alemana Angela Merkel no ha podido decirlo más claro: si Alemania cierra sus puertas, “los Balcanes podrán sufrir un retroceso”. Y las mismas declaraciones advirtió: “No quiero que volvamos a conflictos militares en la zona”. Evitarlo pasa para analistas y organizaciones humanitarias por que la Unión Europea salga de su ensimismamiento y despierte. Tiempo perdido y descoordinación son los dos aspectos que más se lamentan de una crisis que sorprendió al mundo este verano. Nadie esperaba lo que se ha visto en las fronteras: 10.000 personas cruzando de Macedonia a Serbia en un solo día, policías húngaros lanzando gases lacrimógenos a los ojos de mujeres y niños o perros policías en Bulgaria agarrando las piernas de los que huyen de una guerra. Estos meses los ciudadanos del mundo han visto cómo Europa no daba la talla y la pregunta ahora es: ¿reaccionará al fin?
“De momento no lo parece. Tanto el acuerdo entre la UE y Turquía como los sistemas de criba por nacionalidad [solo dejando entrar a iraquíes, afganos y sirios] han sido una manera más de la UE de alejar el asunto. Eso solo consigue lanzar otra vez a la gente en manos de las mafias. Se está forzando a personas ya en riesgo a correr aún más peligro”. Kirk Day expresa su frustración sentado en un céntrico hotel de Belgrado. Es el coordinador regional del International Rescue Committee (IRC), organismo que en verano se vio obligado a reabrir su oficina en Serbia, centrada hasta 2004 en los huidos que generó la guerra de los Balcanes en los noventa.
“Europa está actuando como una Europa sin Unión Europea”. Florian Bieber, profesor del Centro de Estudios del Sudeste de Europa de la Universidad de Graz, cita a su colega Stefan Lehne de Carnegie Europe para explicar la sensación general entre los analistas europeos ante el papel de la UE en esta crisis. “Y eso asusta mucho. La Unión ha perdido su relevancia como actor y cada país ha luchado egoístamente por sus intereses particulares sin rendir cuentas a nadie”.
En lo que todos [expertos y representantes de ONG] coinciden es en que los refugiados no van a volver al infierno que les espera en casa y está de sobra probado que prefieren morir intentando alcanzar un lugar en paz
Otra delegación que iba a cerrar sus puertas en mayo después de 20 años de servicio a los refugiados de los Balcanes era la de ACNUR Serbia. “Lo que necesitamos son acciones políticas, que todos esos planes se conviertan en realidad”, insiste la directora de Unidad de Información Pública, Mirjana Milenkovski. En verano tuvieron que duplicar su personal y reactivar su programa de captación de fondos. “De pronto 10.000 personas entrando al día. Nos pidió ayuda la Cruz Roja de Serbia y por suerte pudimos reaccionar rápido y ayudar a aligerar los registros”. Milenkovski lleva en esta oficina desde el 96 y dice que nunca había visto nada igual.
En lo que todos coinciden es en que los refugiados no van a volver al infierno que les espera en casa y está de sobra probado que prefieren morir intentando alcanzar un lugar en paz. Esto genera ahora una pausa tensa en la que todos saben que el escenario va a cambiar pero no cómo. “Estamos a la expectativa. Grecia y Bulgaria eran para ellos las rutas más fáciles. Si se cortan ¿cómo serán las difíciles?” Un ejemplo de los rocambolescos cambios de estrategia que se espera se multipliquen estos meses lo personifican los marroquíes que han cruzado los Balcanes para sorpresa del personal humanitario. Cambian el Estrecho de Gibraltar por un vuelo de Casablanca a Turquía para de allí empezar su periplo por aguas griegas. “Antes la ruta por Libia e Italia se descartaba por ser más peligrosa. Ahora tememos que el flujo gire hacia allí. Hemos visto incluso refugiados en campos de Líbano que vuelven a Siria, algo impensable, para de ahí arrancar hacia Turquía. Todo puede pasar. Que el mundo es un lugar pequeño nunca ha sido más cierto que en esta crisis”.
Desde hace unos días autobuses de ACNUR llevan desde Macedonia a todos estos “refugiados de segunda”, los de Pakistán, Eritrea o Somalia, de vuelta a Atenas pero no habrá muchos que quieran ni puedan quedarse allí. “Según mi experiencia, ningún país de la ruta puede acoger a 20.000 refugiados por mucho tiempo”, añade Day.
El cerrojo ha pillado a miles por sorpresa cuando la policía fronteriza macedonia les pidió los papeles con los que demostrar su procedencia (prácticamente el 80% viaja sin pasaporte) y les cortó el paso. Muchos duermen aún pegados a la valla, nerviosos, pensando dónde llevar ahora a su familia. Y las mafias se frotan las manos. “Todo dependerá del dinero que conserven. Si tienen suficiente buscarán nuevas rutas, lo que aumentará los casos de tráfico de personas. Si se quedan sin nada tendrán que esperar allí donde estén y es muy probable que empecemos a ver campos semipermanentes como el de Calais”. Para los organismos, la única buena señal es que el parón obligue por primera vez a muchos a recibir asistencia médica. Hasta ahora, enfermos, heridos o mujeres que acababan de dar a luz preferían seguir a curarse porque temían que un descanso fuera el final del viaje.
El cerrojo ha pillado a miles por sorpresa cuando la policía fronteriza macedonia les pidió los papeles con los que demostrar su procedencia (prácticamente el 80% viaja sin pasaporte) y les cortó el paso
“Todas las personas tienen derecho, al menos, a pedir asilo. Lo que se está haciendo en las fronteras viola la Convención de Ginebra de 1951”. ACNUR, junto con otras organizaciones, no se ha cansado de criticar la criba por nacionalidad, pero la Convención de Ginebra no es el único marco legislativo internacional que muchos países han decidido ignorar sin ser sancionados.
Hungría es miembro de la UE desde 2004, Bulgaria desde 2007. Organizaciones como Oxfam, Amnistía Internacional, Belgrade Center of Human Rights y el International Rescue Committee han denunciado el trato vejatorio que ambos países han infringido a los refugiados que cruzaban su territorio, pero tanto sus gobiernos como una vez más la UE han mirado hacia otro lado. Las cosas no cambiaron ni siquiera después de que a mediados de octubre Ziaullah Vafa, un joven afgano de 19 años, muriera por un tiro de la policía búlgara.
“La UE tendría dos mecanismos de sanción a su alcance: la Comisión podría iniciar un procedimiento de infracción por violación del Derecho de la UE ante el Tribunal de Justicia de la Unión o iniciar la llamada "opción nuclear", prevista en el artículo 7 del Tratado de la Unión Europea (TUE), y que consiste en privar de los derechos de voto del Estado infractor en el Consejo por violar los valores de la Unión consagrados en el artículo 2”, explica Elisa Uría, investigadora de Derecho Internacional Público en la Universidad Carlos III de Madrid. Esa es la teoría que, como hemos comprobado desde el comienzo de esta crisis, en el campo europeo se ha quedado siempre en el papel. “Tendría más viabilidad en el seno del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, mecanismo de control del Convenio Europeo de Derechos Humanos, a donde podría acudirse una vez agotada la vía judicial interna en Bulgaria o Hungría”. Pero este órgano no depende de la UE y además requiere que los refugiados presenten una denuncia en el país donde ocurran los abusos y que sigan los eternos procedimientos hasta el tribunal nacional de mayor rango. Solo entonces podrían acudir a la instancia europea. Algo evidentemente irreal para cualquiera de los que corren por la “jungla” búlgara.
La Convención de Ginebra no es el único marco legislativo internacional que muchos países han decidido ignorar sin ser sancionados
Esta crisis ha sucedido además en los Balcanes, una región con tensiones latentes y heridas sin cicatrizar que se abren ante cualquier provocación. Se pudo comprobar en octubre, cuando Croacia aprovechó la coyuntura para cerrar durante tres días la frontera con Serbia a refugiados, pero también a vehículos, lo que supuso un duro golpe económico para los serbios, que respondieron prohibiendo la entrada a su país de productos croatas. “La crisis de los refugiados ha llevado al peor periodo de las relaciones bilaterales de ambos países desde el final de la guerra en 1995. Ha dañado mucho la región.”, señala James Ker Lindsay, profesor del Instituto Europeo de la London School of Economics and Political Science.
Hasta ahora, Serbia se ha comportado como el alumno ejemplar. Desde su primer ministro, Aleksandar Vucic, llamando a un trato digno hacia unas personas en situación de necesidad, hasta los ciudadanos, volcados en una marea solidaria nacida de su propio pasado como huidos de la guerra. Una actitud intachable para conseguir la aprobación de la Unión Europea, que anda valorando la próxima adhesión de Serbia. “Lo malo es que el país se ha visto abandonado por la UE. No les indicaban qué quería que hiciesen ni sus expectativas. Serbia ha buscado durante meses una señal y nunca llegó, lo que ha provocado que la población pierda el entusiasmo por formar parte de la Unión”, afirma Florian Bieber. “Yo era pro europeo pero lo que he visto en las fronteras me ha defraudado”, contaba Aleksandar, estudiante de Políticas en la Universidad de Belgrado. “Si no han sabido gestionar esta crisis ni tampoco la económica y trataron así a Grecia ¿para qué nos serviría la UE?”. Es un sentimiento común entre muchos serbios, que se han sentido solos y temen, además, que el cierre de más fronteras les vuelva a aislar del mundo, su mayor miedo.
Si esto ocurre, muchos refugiados se quedarían atrapados en Serbia y es probable que la actitud de la población hacia ellos ya no sea tan cordial. Hasta ahora solo estaban de paso, pero Serbia no cuenta con la capacidad para acoger en invierno a varios miles de personas durante largas temporadas, ni tampoco con la cooperación de sus países vecinos por las conocidas rencillas históricas. A no ser que la UE apoye al país más de lo que ha hecho y realmente le incluya en sus planes de acción futuros, si es que existen. “Lo que tememos es que el dinero prometido a Turquía salga de la ayuda efectiva a países con problemas económicos como Serbia, que se verían en serios apuros si Europa no les apoya con más fondos mientras les pide que reciban a un mayor número de personas. Es una receta para el desastre”, apunta Kirk Day, del IRC.
En Belgrado, una pintada cerca del parque Bristol, durante meses hogar improvisado de muchos refugiados, exclama en azules y blancos: “Estas son las cosas que marcan la historia de Europa”. Queda por ver si Europa estará esta vez a la altura de su historia.
Llega el invierno y en los Balcanes se recibe con una mezcla de alivio y preocupación. Alivio porque, inevitablemente, menos refugiados se lanzarán a las peligrosas aguas griegas y cruzarán Macedonia y Serbia para alcanzar Europa. También esperarán a que mejore el tiempo para volver a dormir en los...
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