Albert Rivera, ayer en Barcelona.
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Hotel Juan Carlos I. Tiene el valor agregado de ser, junto al museo de cera, el único local con imaginería del rey, el anterior rey, o como se diga, en Barcelona. Hoy hay sesión de Primera Plana -un foro organizado por El Periódico y pagado por empresas IBEX, como todo el mundo-. Starring: Albert Rivera. El interés de ver a Albert Rivera es constatar su estado de evolución. Ese pollo evoluciona tan rápido y de forma tan creativa que, si fuera el eslabón perdido, hoy el homo sapiens tendría ruedas. Hola. Les saludo desde el típico salón de convenciones de hotelazo ad-hoc. Periodistas, empresarios, señores y señoras pobres y de derechas -el entorno C's-, croisants y esas azafatas de congresos tan serias que esto parece un avión a punto de estrellarse.
Sobre Rivera. Tiene el aspecto de joven dinámico que está deseando que esto se acabe para meterse en un coche rojo e irse a la disco. Ahora mismo, desde la mesa en la que estoy sentado, le estoy viendo la coronilla. Parece, lo dicho, joven. Pero también lo parecía Dorian Grey o Fausto. Que, ahora que lo pienso, tampoco son personajes de comedia -rayos, si sigo con ese imaginario, y como nadie se caiga de la silla o se tire un pedote, me va a costar levantar esta crónica-. Sobre el hecho de que posee una juventud ficticia: es el líder más antiguo de un partido local, sólo por detrás, pero no mucho, de Rajoy y Mas. Por lo demás, entró viejo en la política. Es decir, con maneras de tipo que llevaba años en ella, y que se la conocía al dedillo. Tanto que, interrogado sobre su pasado en el PP, en el minuto 1 de su aventura C's, el joven-viejo mintió -el PP, que entonces no le veía como una amenaza, no filtró a la prensa su declaración de IRPF, sino su formulario de inscripción al PP-. Por otra parte, el partido que fundó también era viejo. En aquella época, durante la redacción del Nou Estatut -hace mil años-, nació C's, como una respuesta del nacionalismo español en Catalunya al carácter tibio del PP. Que, recordemos, hermanos, estaba viviendo su Época Azul, una pequeña gran Edad de Oro del ultra-constitucionalismo, el extremo-centrismo, y de las banderas tan grandes que podían haber envuelto la deuda. El PP de aquel momento estaba, como recordarán, a un cuarto de hora de repartir, epistemológicamente, aceite de ricino, e iba por la vida recogiendo firmas contra la cosa Estatut y promocionando boicots al cava. Quizás ese Rivera a la derecha del PP fue Rivera1.0. Hay otros. En el libro De Ciutadans a Ciudadanos, de Josep Campabadal y Francesc Miralles -no se lo pierdan- salen todos. Hay, en fin, más Riveras que Gormitis. Yo me limitaré a explicarles el de esta mañana a primera hora, que debe de ser el Rivera.23456789.0.
El Rivera que entró en campaña era una versión mejorada. Era usuario de la cultura disponible en los grandes partidos de la Restauración2.0, con la que llegó equipado de serie en C's. Recurrió a ella cuando Josep Campabadal, desde CTXT, cuestionó el balance económico de C's. Con un par, es decir, como Lola Flores, o un político de la Transi, se limitó a explicar que sí, que había algunos fallos contables, pero que era natural, porque sólo tenían un par de contables. Coló. Nadie se rió. Posiblemente porque C's era una cosa muy seria. Desde hace un año recibe cierta tutela de los grandes medios. Por aquí abajo es importante que los medios te tengan cariño. Una cultura que ha apostado por el periodismo de declaraciones -un tipo declara lo que quiera ante un micro, y los medios van y lo reproducen; reproducen, por el ejemplo, "se está creando empleo", "hemos salido de la crisis", "nunca estuvimos en Irak"-, se sustenta en medios que organizan las declaraciones para que los declarantes no hagan el ridículo. A parte de sus declaraciones sólidas, Rivera se abrió paso a través de su inteligencia, ocupando un espacio que el Podemos post-Vistalegre había trivializado. EL reformismo. La sensación es que, en unos pocos meses, aquel joven que quería apretarle las tuercas a España, ya era ingeniero y podía cambiarle, incluso, el delco. En las encuestas, era un proyecto que primero se acercaba y, luego, acabó por superar al Podemos más ñoña y más despistado de su breve historia. En el momento del inicio de esta campaña, Rivera era un gran producto. Lo mejor de la izquierda y la derecha. No tenía techo. EN esto, pasó algo no previsto. La campaña electoral.
Rivera, ese joven dinámico, se peló la campaña electoral en la primera mañana. Es decir, acabó con todo su vocabulario. El resto de campaña ha sido una sucesión de lapsus lingüísticos. Tanto él como, al parecer, un número razonable de su staff, no supieron manejar la única herramienta de la que disponían desde su fundación. EL lenguaje. Aquel lenguaje repleto de silogismos, de argumentos progresistas e izquierdistas para demostrar científicamente la viabilidad de la derecha, recogido del PP en su momento fundacional, y que podía crispar a un muerto, se les fue de las manos. No les funcionó en Primera División. Es decir, no lo dominaban tanto como creían. Metáfora: se han pasado media campaña tratándose de explicar -al final, a sí mismos-, su acceso al concepto violencia-de-género.
Bueno. Ese Rivera pocho, que lleva días pidiendo al árbitro el fin del partido, es el que ahora se levanta de su silla, se abotona la americana y se dispone a hablar desde un atril. Las encuestas andorranas -está prohibido hablar de ellas, bajo amenaza penal-, lo ubican ya lejos de ser la primera fuerza. Incluso, la tercera. Por su boca, a través de cierto vitalismo y empaque, surge, no obstante, su última reformulación, el último estadio Rivera.
Aquella opción democrática opuesta a la dinámica democrática hispana -desde el siglo XIX, cualquier avance democrático va unido a la descentralización-, ahora es federalista. Aboga por una financiación de corte federal, como la del Estatut contra el que nació Ciutadans. Cita Dinamarca y la RFA como ejemplos de su ideario. Se presenta como el centro, esa región de la política que posibilitará pactos de gobierno. Defiende armonía entre empresarios y trabajadores. Defiende cambios en la Constitución, aquel producto que, como el Génesis, era perfecto. Aboga por el diálogo con el independentismo en Catalunya. Es un discurso, en fin, indemostrable, bajo el cual se intuye otro. No obstante, eso pasa con todos los grandes partidos. Lo llamativo, el hundimiento lingüístico al que aludía para describir esta campaña de C's, ocurre después, en el turno de preguntas.
Vía lapsus, o declaración no prevista, Rivera deja intuir que se abstendrá en la votación para un gobierno PP. Es decir, que no es una opción de gobierno, que todo el folklore danés y alemán exhibido durante 15 días, era sólo el plan B. Explica, vamos, una función suya no prevista. A lo largo del día irá a más. En otro foro que tiene a continuación, ya dirá eso de manera más abierta. Al atardecer, vía twit, ese cacharro sensible a los errores lingüísticos, ya explica que se abstendrá en la votación del futuro presidente de Gobierno. Si el día tuviera 25 horas, la sensación es que, antes de la jornada de reflexión Rivera se hubiera pactado encima.
Este bello final de campaña de Rivera es, tal vez, el único dato humano de esta campaña en la que, todo apunta a ello, el bipartidismo nos deja. Será divertido explicar lo que viene a continuación, máxime si tenemos en cuenta que, para ello, no servirá el periodismo de las últimas cuatro décadas, que ni tan siquiera ha podido explicar C's, el último intento para que el bipartidismo no muriera.
Buena suerte, amiguitos.
Hotel Juan Carlos I. Tiene el valor agregado de ser, junto al museo de cera, el único local con imaginería del rey, el anterior rey, o como se diga, en Barcelona. Hoy hay sesión de Primera Plana -un foro organizado por El Periódico y pagado por empresas IBEX, como todo el mundo-. Starring:...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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