La de arriba es una imagen institucional. Tanto que quizá acabe plasmada en óleo sobre lienzo en algún pasillo del mismo edificio donde sucede. El primer síntoma visible de la nueva política es la mezcla entre solemnidad y temporalidad. La precariedad laboral ha llegado al Congreso y los parlamentarios que llegaban por primera vez a la carrera de San Jerónimo tomaban posesión del maletín y el escaño sin saber si tendrán que devolverlos en cuatro años o en dos meses, malditos trabajos eventuales, sin saber qué decirles a la caseras de Madrid, beneficiarias de las dietas por desplazamiento de sus señorías. Mire, yo es que soy diputado de la nueva política y contrato de alquiler de un año entero la verdad es que no me atrevo.

La de arriba es una imagen institucional en la que toma posesión la mesa del Congreso, algunos de ellos temporales, alguna que otra fija con diez trienios, un par de ujieres y Patxi López, interino en eso de ganar la carrera sin haber llegado el primero. Hace unos años, sin ningún pintor presente para reflejar la verdadera esencia del personaje y colgar la escena en los pasillos del hemiciclo, estaba Patxi López de cervezas en la Plaza del Salvador de Sevilla. Un sábado por la noche en los bares del Salvador, tres locales diminutos y contiguos que hay bajo unos soportales, la gente se amontona ante una pequeña ventanilla que hace de barra directa a la calle, formándose tal cola que cuando después de un rato llega tu turno pides dos cervezas en lugar de una para que la aventura de meterte el barullo haya merecido la pena. Quienes vieran llegar a Patxi López a la Lehendakaritza desde el segundo lugar en las elecciones vascas y quienes lo hayan visto ahora llegar a la presidencia del Congreso con el peor resultado de la historia del PSOE, creerán el final de la anécdota en la que al acercarse Patxi al tumulto delante de la ventanilla de las cervezas, de repente un camarero grita “se me ha acabado el barril…”, haciendo que la cola se disuelva y se integre en las otras dos colas contiguas, dejando paso a un Patxi López que al llegar a la ventanilla vacía se encontró con la última parte del mensaje a voces del camarero “… pero ya mismo está cambiado, ¿una cervecita, caballero?”.

Justo enfrente de la imagen de arriba, las corbatas y el solemne juro se mezclaban con las camisas, camisetas, jerséis y vestidos, algunos prometo sin más, otros prometo que nunca volveremos a pasar hambre, unas rastas pasaban ante la cara de asombro de Rajoy, que no recordaba a nadie con rastas en aquellas oposiciones de registrador de la propiedad del año 79 en Pontevedra, mientras unos asientos más arriba un diputado valenciano tarareaba aún las canciones de la banda de música que lo había acompañado hasta la puerta por la que un rato antes un diputado de Equo había metido la bici. La primera diputada de raza negra de la historia del Congreso recibía los flashes de los fotógrafos a pocos metros del bebé pixelado que acompañaba a su madre parlamentaria y Gómez de la Serna, algo más escorado, se disculpaba porque no había podido conciliar y se había tenido que llevar los presuntos delitos de corrupción esa mañana al Congreso. La imagen de arriba es una imagen institucional nueva y habrá que buscar un pintor de cámara que sepa mezclar bien los colores.