Sortu frente al espejo
La decisión de la dirección del partido de renunciar a la amnistía de los presos de ETA y de acordar con la fiscalía y la AVT un texto donde reconoce el “daño causado” produce un terremoto dentro de un colectivo que trata de asumir su historia
Isabel Camacho / Gorka Castillo Bilbao , 20/01/2016
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Sentado en un banco con vistas a la ría de Bilbao, un veterano dirigente de la izquierda abertzale explica la convulsa situación que se vive en Sortu. “Prefiero que no aparezca mi nombre porque es un tema delicado”, dice. El asunto al que se refiere es la ruptura que se ha producido en el inabordable y monolítico Colectivo de presos (EPPK, por sus siglas en euskera) tras la decisión tomada por la dirección de Sortu de comenzar un ejercicio de persuasión para que se olviden de la amnistía y acepten que la única vía que les queda para salir de la cárcel es la legalidad. “Un grupo más o menos importante nos desmarcamos de esa estrategia”, añade. Es sábado y la capital vizcaína vive un día agitado con la manifestación convocada por la red ciudadana Sare en contra de la dispersión de los presos de ETA.
Enciende un cigarro mirando a los turistas que se fotografían bajo la panza de la gran araña que Louise Bourgeois colocó junto al Museo Guggenheim y comienza a hablar. Cita al etarra Mikel Karrera, que en diciembre denunció en París haber recibido una carta instándole a romper con el EPPK y con la izquierda abertzale por esta decisión. La respuesta de Sortu fue inmediata y antes de fin de año los críticos estaban fuera de la organización. Aunque sin datos que lo corroboren, asegura que 93 de los cerca de 450 presos de ETA se han sumado a la iniciativa de rechazar “la decisión de que asuman el daño causado y que acepten las vías individuales penitenciarias dictadas por Rufi Etxebarría y Pernando Barrena”. La nueva organización que han formado este colectivo de presos, familiares y simpatizantes se conoce como Amnistia ta Askatasuna (ATA) pero explica el viejo militante abertzale que también apoya la manifestación contra la política de dispersión del Gobierno celebrada en Bilbao el pasado 10 de enero: “No hemos nacido para perjudicar a Sortu aunque estemos descontentos por su decisión y porque nos han excluido del debate. Vamos a seguir con la lucha colectiva para lograr la amnistía”.
Desde entonces, todo se ha precipitado. La Audiencia Nacional ha puesto en libertad, con medidas cautelares, al exdirigente de ETA Aitor Elizaran, que se presentó voluntariamente en los juzgados en respuesta a la orden de busca y captura impuesta tras cumplir condena en Francia. La semana pasada, Pernando Barrena firmaba junto a otros 35 cargos de la antigua Batasuna un insólito acuerdo con la Fiscalía y la Asociación de Víctimas por el Terrorismo (AVT) en el que reconocían su vinculación con ETA, “el daño causado a las víctimas” y renunciaban “a cualquier actividad violenta” a cambio de una rebaja de penas por un caso aún pendiente de resolución. Ese es el camino que ahora piden a los presos para acercar su libertad. Nada de amnistía total. Otro signo de los nuevos tiempos que corren por Euskadi.
El sector más preocupado por este inesperado giro es el que agrupa a los cerca de 180 etarras que cumplen condenas superiores a los 30 años de cárcel que, si no cambian las cosas, afrontarán en su integridad. “La dirección de Sortu cree que ellos son la izquierda abertzale. Para nosotros, es mucho más. Es una cultura política, gente que desde muy joven ha estado ahí y que no renunciará a la amnistía porque lo exijan Rufi y Barrena”, asegura este exmiembro de Batasuna mientras muestra una copia de la carta difundida en Internet por veteranos dirigentes de ETA en la que reclaman la libertad de los reclusos de la banda “sin condiciones y con dignidad, sin arrodillarse ante nadie”.
Hace unos años, Ander Estevez les hubiera dado la razón. Fue detenido tras quemar un autobús en Bilbao en los tiempos álgidos de la kale borroka. Estevez también pasó por prisión. Su transformación como militante independentista comenzó con la frustrada negociación de 2006 que la banda dinamitó con el atentado del aeropuerto de Barajas. Lo suyo fue un largo proceso de examen sobre la futilidad de la lucha armada. “Me costó admitir que las cosas estaban cambiado radicalmente. Por primera vez sentí que la esperanza de paz se conquistaba con otros métodos”, explica.
Considera que la amnistía es hoy imposible y que la izquierda abertzale también debe contribuir “a rebajar el sufrimiento al que están sometidas muchas familias, entre ellas, las de los presos con la dispersión”, afirma mientras cierra los ojos para recordar pasajes de su azaroso pasado: “No hemos encontrado la manera de resolver la contradicción entre normalización política y la situación de los presos. Pero hay que ser posibilista, y la amnistía es una lucha perdida. Entonces, ¿qué salida queda? La única es la vía legal”, concluye.
Los pésimos resultados obtenidos por EH Bildu en las elecciones generales, 2 diputados frente a los 7 que lograron en 2011, también ha contribuido a acelerar este cambio de estrategia en la izquierda abertzale. Un buen conocedor de su historia señala “que lo que antes era un punto indispensable e innegociable para consolidar la paz, hoy es una pesada carga de difícil resolución interna”. Sortu se enfrenta ahora al reto que supone la irrupción de Podemos en Euskadi, con toda la corriente social que arrastra y con la simpatía que produce la batalla que han iniciado para descabalgar al PNV del poder. Y es ahí donde el espinoso tema de los presos les mantiene enredados en un laberinto.
Además de los más de 450 encarcelados en España y Francia, ETA tiene alrededor de un centenar de deportados desperdigados en México, Venezuela, Cuba, Uruguay y Argentina que desempeñaron importantes funciones logísticas. La mayor parte de ellos presionaron con fiereza a la dirección de la banda para que anunciara su renuncia definitiva a la violencia. Muchos de aquellos activistas son veteranos militantes con muchos años en el extranjero y están deseosos de volver a casa. Ahora, exigen que se asuman fórmulas prácticas para resolver un problema fundamental, quizá el último, de aquella dramática historia.
La propia ETA emitió un comunicado el pasado año donde censuraba las posiciones críticas de grupos como ATA --aunque no los citó expresamente-- respecto al acatamiento de las vías legales que permitan a los encarcelados que lo deseen acogerse a beneficios penitenciarios de los que ahora carecen. La respuesta de ATA fue que el texto de la banda había sido distorsionado de manera interesada por la dirección de Sortu. Pese a carecer de medios, de infraestructura y de políticos profesionales a los que escuchar, la tensión interna es alta. Tanto que en las últimas semanas varios desconocidos quemaron dos autobuses del servicio urbano de Bilbao cerciorándose de dejar bien clara su procedencia: “Amnistia osoa” (Amnistía para todos). Para que no haya dudas y nadie se olvide. El viejo recado que la gran parte de la ciudadanía hace tiempo que borró de su memoria.
Sentado en un banco con vistas a la ría de Bilbao, un veterano dirigente de la izquierda abertzale explica la convulsa situación que se vive en Sortu. “Prefiero que no aparezca mi nombre porque es un tema delicado”, dice. El asunto al que se refiere es la ruptura que se ha producido en el inabordable y...
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