James Sadri / Director de campaña de The Syria Campaign
“Los sirios no creen en la neutralidad de la ONU”
Xili Fernández Gazientep (Turquía) , 3/02/2016
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Ha venido a dar un taller sobre activismo a distintos colectivos sirios en la ciudad fronteriza de Gazientep (Turquía), a tan solo 55 kilómetros de Siria. James Sadri es el director de campaña de The Syria Campaign (TSC), un grupo de incidencia política creado en 2014 para ejercer como altavoz de las voces y las demandas de aquellos que viven “atrapados entre Bashar Al Assad y los grupos extremistas como Daesh”. Para ello, cuentan con una red de colaboradores en el interior del país que les informan de las violaciones de derechos humanos sufridas por la población, y de sus resistencias.
Sadri no es sirio. Nacido en Teherán en 1979, con ocho años llegó al Reino Unido. Dos años de su vida transcurrieron, sin embargo, en Siria, antes de la “revolución”, entre Damasco y el campamento de refugiados palestinos de Yarmuk. De vuelta a Londres, a su sofá, no aguantó permanecer en la distancia. “Decidí mudarme de nuevo a la región y ver si mis habilidades en campañas de denuncia podían ser utilizadas en solidaridad con los sirios”, recuerda este exdirector de movilización de la sección británica de Greenpeace. The Syria Campaign daba sus primeros pasos y Sadri, que había fijado su base en Beirut, empezó a trabajar con ellos.
Son las ocho de la mañana, tras saludar, Sadri pide unos minutos para enviar los últimos mensajes y hacer una llamada rápida, antes de concentrarse en la entrevista. En estos momentos su trabajo se centra en la campaña Breaking the sieges (Romper los asedios), cuyo objetivo es denunciar el silencio internacional ante los distintos asedios que matan de hambre a miles de civiles sirios atrapados en el conflicto. Por ello, recuerda que, más allá de las impactantes imágenes de niños y adultos famélicos en la localidad de Madaya, hay en torno a un millón de personas viviendo en zonas asediadas. Sadri se muestra además muy crítico con la actuación de la ONU, de la que llega a afirmar que “se esconde tras los trámites burocráticos” en lugar de cumplir con la resolución 2165 del Consejo de Seguridad que les autoriza explícitamente para distribuir ayuda sin necesidad de autorización de nadie. “Toda la gente con la que hablamos en zonas asediadas se encuentra extremadamente frustrada y muy furiosa con la ONU”, cuenta.
El pasado 29 de enero arrancaba una nueva ronda de negociaciones en Ginebra para lograr la paz en Siria [En el momento de publicación de esta entrevista, miércoles 3 de febrero, las conversaciones se habían suspendido ante la falta de acuerdos]. Sadri no tiene, sin embargo, demasiadas esperanzas puestas en estas conversaciones, a pesar de que desearía que tuviesen éxito. Para llegar a buen puerto sería necesario, según él, que los países clave del Consejo de Seguridad hiciesen mucho más para “detener las bombas barril y los ataques indiscriminados, romper los bloqueos sobre civiles hambrientos o negociar la liberación de los presos políticos”. Para Sadri, la llave la tiene Moscú. “La única forma de poner fin a este conflicto es si Rusia decide parar los ataques”, defiende.
En las últimas semanas y meses, varios periodistas y activistas como Ruqia Hassan y Naji Jerf han sido asesinados por Daesh en Raqqa y en Gaziantep (Turquía), ¿ha afectado a su trabajo?
Estos ataques de Daesh han tenido consecuencias en el trabajo de muchos de ellos, pero, en nuestro caso, la mayoría de los activistas con los que trabajamos sufren los ataques del régimen sirio; reciben amenazas de Daesh, pero es el régimen de Al Assad el que representa la mayor amenaza para su trabajo. Yo no diría que la situación ha empeorado pero sí que está cambiando. Hay activistas en zonas bajo asedio y las amenazas hacia ellos han aumentado. Además, los ataques aéreos han aumentado, no sólo por parte de Damasco, sino también por la aviación rusa y eso es lo que más afecta a las organizaciones y colectivos con los que trabajamos.
Documentan ustedes las violaciones de derechos humanos que sufre la población tanto en las zonas controladas por Bashar Al Assad como por grupos rebeldes o Daesh, ¿cómo vive la población civil en estas zonas?
Responden con formas creativas de resistencia. Siempre me impresiona y me inspira ver la consistencia de la gente con la que trabajamos en su lucha por la libertad y los derechos humanos. En zonas controladas por el régimen, por el Ejército Libre de Siria, por Al Nusra o Daesh, existen diferencias respecto a qué tan públicamente pueden expresarse. En algunas zonas pueden hacerlo mediante acciones organizadas y protestas, mientras que en otras el trabajo se lleva a cabo de forma clandestina. En Alepo la gente ha organizado protestas pacíficas contra el control de Daesh, mientras que en otras zonas como Raqqa y Deir Ezzor los activistas tienen que permanecer anónimos para poder contar los crímenes,como hacen por ejemplo, los miembros Raqqa is Being Silently Slaughtered (Raqa está siendo asesinada silenciosamente).
Al menos 13 países han participado o participan en los bombardeos contra Daesh u otros grupos, ¿ayudan a resolver el conflicto?
Los ataques aéreos contra Daesh no hacen nada por detener el conflicto y muy poco o nada por proteger a los civiles. Estos bombardeos suelen destruir la infraestructura local que utilizan los civiles como, por ejemplo, los tanques de agua, cuando no atacan directamente a la población. Además, más allá de esto, bombardear a Daesh indica una lectura errónea del conflicto sirio. La comunidad internacional debería hacer que se cumplan las resoluciones de Naciones Unidas. El régimen sirio asesinó siete veces más que Daesh sólo el año pasado y, sin embargo, la comunidad internacional no hace nada por detener el bombardeo indiscriminado de la población. Las bombas barril son la principal causa de muerte de civiles en Siria. Quizás ahora que vemos las fotos de Madaya y los niños muriendo de hambre quede claro que se está haciendo muy poco o nada por reforzar las resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Éstas exigen que la ayuda entre en las áreas asediadas. Con 13 países bombardeando a Daesh, la pregunta es por qué estos países lanzan bombas y no comida.
¿Qué consecuencias están teniendo estos bombardeos para la población civil?
El mayor impacto lo provocan las bombas rusas, que no van dirigidas contra Daesh, sino hacia zonas de oposición al régimen, atacando así a los civiles que viven en ellas. Hay una política explícita, de la que te habla la gente en el terreno, que implica ataques a hospitales, mercados, escuelas. Antes de la incursión rusa en el conflicto, había ataques contra estructuras médicas una vez cada cuatro días. Ahora esto sucede un día de cada dos, según la Asociación Médica Sirio-Americana (SAMS). Los civiles sirios no son un daño colateral, son el objetivo de esta guerra.
Estas últimas semanas hemos conocido la situación de hambruna en Madaya, ¿tienen ustedes información acerca de otras ciudades o pueblos sitiados por el régimen o por otros grupos?
Decenas de zonas están bajo distintos grados de asedio, pero hay una que nos preocupa particularmente: Moadamiya, a las afueras de Damasco. El mes pasado el régimen decidió romper el alto el fuego alcanzado entre sus fuerzas y los grupos locales y reforzar el asedio. Según nuestras fuentes, hay una situación de hambruna y se han producido varias muertes relacionadas con la malnutrición. Moadamiya se encuentra a pocos minutos de los almacenes de Naciones Unidas en la capital, repletos de ayuda internacional. La ONU espera, sin embargo, el permiso del régimen de Bashar Al Assad, un acuerdo que no necesita puesto que la resolución 2165 del Consejo de Seguridad les autoriza explícitamente para distribuir ayuda sin necesidad de autorización del régimen sirio o de cualquier otro actor. Naciones Unidas sólo debe informar al gobierno sobre la ayuda que distribuye. Las preocupaciones en torno a la seguridad deben tomarse en cuenta, pero actualmente la ONU se esconde tras los trámites burocráticos mientras muchas personas mueren de hambre asediadas. En el último año, Damasco decidió no responder a más de la mitad de las peticiones de Naciones Unidas para distribuir ayuda humanitaria. Por esto, muchos sirios están furiosos con Naciones Unidas y le acusan públicamente de ser cómplices del gobierno sirio.
En este sentido, Foreign Policy ha publicado un duro artículo en el que señala que Naciones Unidas conocía desde hace meses la urgencia de llevar ayuda humanitaria a Madaya. Según su experiencia, ¿las organizaciones humanitarias están actuando correctamente en Siria?
No. Naciones Unidas nos debe una respuesta seria sobre por qué espera ante innecesarios permisos burocráticos para distribuir la ayuda, cuando muchos civiles inocentes se encuentran en riesgo de hambruna. Toda la gente con la que hablamos en zonas asediadas se encuentra extremadamente frustrada y muy furiosa con la ONU por no hacer más para entregar la ayuda humanitaria cuando, muchas veces, sus almacenes se encuentran a pocos minutos de las zonas afectadas. ¿Cómo le explicas a los sirios que Naciones Unidas no es cómplice del gobierno cuando su secretario general adjunto de asuntos humanitarios, Stephen O’Brien, es filmado tomándose fotos con ministros de Damasco mientras el Gobierno lleva a cabo ataques aéreos a pocos minutos de ese lugar? Los sirios no creen en la neutralidad de la ONU. El gobierno ha obligado durante mucho tiempo a las organizaciones humanitarias a elegir dónde distribuir la ayuda. Damasco puede retirarles los permisos y las visas si cree que la ayuda está siendo destinada a zonas que no le convienen. Permitirle este poder de veto está convirtiendo la ayuda en un arma política. Cuando las estimaciones hablan de un millón de personas bajo distintos asedios, es importante recordar que el castigo colectivo y la utilización del hambre como un arma constituyen crímenes de guerra.
En estas zonas asediadas, ¿la población ha puesto en marcha iniciativas propias para sobrevivir?
Hemos hablado con decenas de personas en todas las áreas asediadas y la creatividad de la gente para salir adelante es inspiradora. Algunos están creando sus propias herramientas de cirugía, otros producen medicinas básicas. Cualquier espacio donde puede cultivarse comida está siendo convertido en una pequeña granja, en los techos de los edificios o en zonas bombardeadas que han sido limpiadas. El suministro de combustible es extremadamente bajo, así que la gente derrite plástico para obtenerlo o utiliza energía a pedal para cargar los teléfonos y mantener las líneas de comunicación abiertas. Otros cavan túneles para intentar mantener el suministro de bienes. La población encuentra muchas formas para resistir cuando se enfrenta no sólo con la brutalidad del asedio, sino con el silencio de la comunidad internacional.
Cada asedio varía en intensidad, pero en zonas como Deir Ezzor, existe un doble asedio. ¿Podría explicarnos la situación?
La situación en Deir Ezzor es única. Está erróneamente clasificado por Naciones Unidas como un asedio sólo de Daesh. La zona cercada está bajo control de fuerzas del régimen, quienes hasta hace poco controlaban también el aeropuerto militar. Estas impiden que los civiles puedan huir de la zona. Les obligan por la fuerza a formar parte de milicias locales leales al régimen o les extorsionan con sobornos a cambio de comida o de poder huir. Aquellos que logran pagar 1.000 dólares americanos para abandonar la zona asediada pueden caminar a través de “tierra de nadie” hacia la zona de Daesh y decidir si quieren vivir ahí o tratar de irse a Turquía o a otra parte.
Damasco también opera una base de helicóptero justo al noroeste de la zona asediada. La utiliza para suministrar a sus fuerzas, pero hasta ahora ha rechazado usarla para introducir ayuda para la población local. Los residentes de Deir Ezzor nos cuentan que, como ellos fueron de los primeros en levantarse contra Al Assad, hay muy poco interés en quienes aún son leales al gobierno en brindarles apoyo. Cuando Rusia lanzó hace poco ayuda desde el aire, la población se quejó de no haberla recibido. Fue capturada por las fuerzas del régimen. La situación en Deir Ezzor es increíblemente mala ya que las batallas entre Daesh y las fuerzas del régimen han aumentado y el hambre al igual que la extrema desnutrición es rampante.
¿Qué esperan del inicio de las conversaciones de paz auspiciadas por la ONU?
Esperamos muy poco y no porque no queramos que tengan éxito. Todos en Siria saben que la solución sólo puede obtenerse mediante negociaciones y no con bombas. La confianza en la comunidad internacional debe ser restaurada mediante resultados y no con buenas intenciones. Hasta ahora, ésta no ha hecho nada para hacer valer las resoluciones de Naciones Unidas, prohibir el asedio como arma de guerra, detener los ataques aéreos o exigir la liberación de los presos políticos. ¿Cómo tener confianza entonces en algún resultado en particular?
Y entonces, ¿tienen aún esperanzas en la comunidad internacional?
En estos momentos es la actuación de Rusia la que determinará el resultado del proceso de paz. Obama, en su último año como presidente y después de haberse resistido durante tiempo a implicarse de manera importante en Siria, no va a hacerlo ahora. La única forma de poner fin a este conflicto es si Rusia decide parar los ataques. Algunas personas dicen que las recientes declaraciones de Putin sobre la posibilidad de dar asilo a Al Assad son una prueba de la voluntad de finalizar el conflicto, pero Moscú debe implicar a la oposición en la mesa de negociación. Y con ello me refiero a la oposición que no se sienta en Damasco. Rusia no ha llegado aún a ese punto y otros países claves no parecen interesados en crear las condiciones que lleven al consenso y al cese de hostilidades.
Tras cinco años de guerra, ¿queda algo de las revueltas iniciales de marzo de 2011 por la libertad, la justicia y la dignidad?
Sí, aún queda algo, pero ha sido aplastado y dañado no sólo por el régimen de Al Assad, sino, sobre todo, por la desilusión creada por Europa y otros países. Los activistas con los que hablo me dicen siempre que, cuando se levantaron pacíficamente para exigir dignidad y libertad, esperaban que Europa y otros países a los que siempre miraron los apoyasen en esta lucha, pero no recibieron nada de ellos. De hecho, son los mismos que ahora les obligan a arriesgarse a morir ahogados. Pero, incluso en las esquinas más oscuras de las zonas bajo asedio, encuentras aún gente que defiende la protección de los derechos humanos y la democracia, cuestiones que parecen muy alejadas de donde nos encontramos actualmente.
Ha venido a dar un taller sobre activismo a distintos colectivos sirios en la ciudad fronteriza de Gazientep (Turquía), a tan solo 55 kilómetros de Siria. James Sadri es el director de campaña de The Syria Campaign (TSC), un grupo de incidencia...
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