Mentira nº11
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La vida de Galileo es una obra de teatro de Bertolt Brecht que cuenta, adivinaste, la vida del astrónomo, filósofo, ingeniero, matemático y físico italiano. Narra, sobre todo, su enfrentamiento con la Iglesia por eso de sus descubrimientos en torno al funcionamiento del sistema solar y la puedes ver en el Centro Dramático Nacional, en el María Guerrero de Madrid.
Cuando Galileo perfecciona el telescopio inventado en Holanda y empieza a meter el ojo en el agujerito, observa que las cosas no son como decía la física aristotélica. La Tierra se mueve alrededor del Sol y no al revés, no hay mundo sublunar ni mundo supralunar sino un sistema de planetas y satélites en torno al astro rey y, más allá, un universo que se deja ver poco a poco y, por eso, la teoría de las esferas de cristal, como que no.
Por supuesto, a la Iglesia el descubrimiento le parece revolucionario en el mal sentido y somete a Galileo a sus tribunales. En la obra, hay un momento en que el científico, desesperado por el cerril diálogo que está teniendo con los cardenales que le interrogan, les invita a usar el telescopio y ver que lo que les está contando es tal cual. Ellos, como es normal, se niegan porque en aquellos tiempos, lo que hoy nos parece ciencia de lo más elemental (las lentes de aumento, por ejemplo) era considerado como superchería. Entonces, lo científico era lo que se podía demostrar con la lógica de la experiencia, lo que se tenía a mano. Las explicaciones complicadas hechas a través de observación con extraños artilugios eran consideradas magia y, por tanto, herejías.
Tampoco han cambiado tanto las cosas, no te creas. Y no lo digo porque haya una comunidad reunida en torno a una web llamada The Flat Earth Society y convencida de que la Tierra es plana, con estrellas del firmamento musical gringo que lo confirman porque “no hay curvatura en el horizonte”. Lo digo porque, en el fondo, seguimos conformándonos con lo conocido y nos cuesta mucho dolor entender lo nuevo. Llevamos un inquisidor interior, ese pesado que cuando viajamos a una nueva ciudad necesita reafirmarse comparándola con otras (“ese bar de Hong Kong es igual que el de Murcia en el que estuvimos en tu cumple”) o que siempre guarda bajo la lengua el argumento de que la historia es cíclica para evitar dejarse llevar por el cambio.
Hace casi ocho años que estamos oficialmente en crisis. Por mucho que insistan Rajoy y Obama, la economía no se ha recuperado, la gente que antes vivía mal ahora vive peor y los que se pensaban clase media están con los pies colgando de la azotea. El sistema sigue obsesionado con el crecimiento y forzando más y más desigualdad. El petróleo barato, ese truco geopolítico, está demostrando que los milagros no existen y menos si están impulsados sólo por el combustible de siempre. Ni siquiera China está ya para salvar a nadie sino que, más bien, puede ser la piedra que nos termine de arrastrar hasta el fondo.
Como los cardenales que interrogaban a Galileo, nos negamos a ver la verdad: no es una crisis y no es pasajera, es el estado natural del capitalismo, la vida misma. Insistir en fabricar, comerciar, trabajar y vivir como hasta ahora es sufrir. Aceptar el cambio es empezar a adaptarse a él. Pero no lo hacemos, ni nos lo planteamos. El decrecimiento es una teoría que nadie se atreve a nombrar muy alto para que no le miren raro. Sostenibilidad es un concepto que sólo sostenemos de boquilla. Solidaridad no deja de confundirse con caridad. Vivimos en un estado de reafirmación y repetición constante y, sin embargo, pensamos que estamos avanzando. Como dijo Albert Einstein, tan heredero de Galileo, “locura es hacer lo mismo una vez tras otra y esperar resultados diferentes”.
La vida de Galileo es una obra de teatro de Bertolt Brecht que cuenta, adivinaste, la vida del astrónomo, filósofo, ingeniero, matemático y físico italiano. Narra, sobre todo, su enfrentamiento con la Iglesia por eso de sus descubrimientos en torno al funcionamiento del sistema solar y la puedes ver
Autor >
Pedro Bravo
Pedro Bravo es periodista. Ha publicado el ensayo 'Biciosos' (Debate, 2014), sobre la ciudad y la bicicleta, y la novela 'La opción B' (Temas de Hoy, 2012). En esta sección escribe cartas a nuestro director desde un lugar distópico que a veces se parece mucho a éste.
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