FONDO DE ARMARIO
El futuro del pasado
En el mundo capitalista todo tiene un precio, salvo el conocimiento. Nuccio Ordine afirma que el declive de la cultura y el abandono del saber son consecuencia de la austeridad impuesta por el neoliberalismo
Raúl Gay 18/11/2015
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La utilidad de lo inútil. Manifiesto
Nuccio Ordine
Con un ensayo de Abraham Flexner
Traducción de Jordi Bayod
Acantilado, 2013
176 páginas
Hace poco hablaba con un amigo sobre la situación de las artes, las letras y el conocimiento en general. Hay quien se pregunta: ¿para qué sirve estudiar o aprender latín, historia, literatura (ponga el campo que quiera)? La respuesta, aunque cortante, sólo puede ser una: a ti, para nada. Si te preguntas por la utilidad a corto plazo de ciertos conocimientos, nunca vas a aprovecharlos. ¿Para qué sirven las Variaciones de Bach? ¿Qué utilidad tiene leer a Bolaño o a Kafka? No te vas a hacer rico (a no ser que seas librero o editor). ¿Y una flor? Hay cosas en la vida que parecen inútiles. A veces, son las más importantes.
De esto mismo (y más) trata La utilidad de lo inútil, un breve volumen publicado hace dos años por Acantilado. Fiel a su pasión por las letras y el conocimiento, la editorial reúne diversas reflexiones de Nuccio Ordine, profesor de literatura y experto en Renacimiento. Presenta su tesis en apenas 150 páginas, a las que añade un artículo de un pedagogo estadounidense. El volumen está estructurado en cortos capítulos, a veces de una página. Las citas salpican todo el texto y por momentos el estilo y el contenido recuerda a otro sabio europeo, George Steiner.
Ya el prólogo es una declaración de intenciones. Ordine afirma que no sólo hay un desprecio por la alta cultura, sino que este declive es una de las consecuencias de la austeridad impuesta por el neoliberalismo, que entiende el mundo como un gran almacén donde todo se compra y se vende. Sin embargo, no cae en el tópico y recuerda que la obsesión por el dinero es vieja:
Ya Rousseau había notado que los “antiguos políticos hablaban incesantemente de costumbres y de virtud; los nuestros sólo hablan de comercio y de dinero”. Las cosas que no comportan beneficio se consideran, pues, como un lujo superfluo, como un peligroso obstáculo. “Se desdeña todo aquello que no es útil”, observa Diderot, porque “el tiempo es demasiado precioso para perderlo en especulaciones ociosas”.
Saber que existe algo porque sí, sin utilidad inmediata, consuela.
En el mundo capitalista todo tiene un precio, salvo el conocimiento. Ganar el Euromillón nos otorga tiempo para leer y aprender, pero el esfuerzo que requiere la asimilación de conocimientos es inevitable. Aunque no es una carga, sino una pasión; merece la pena realizar ese esfuerzo. Tal vez por eso no se pueda comprar.
La literatura, asegura Ordino, puede asumir una función importante. Al no ser pensada para obtener un beneficio, se convierte en una forma de resistencia a los egoísmos del presente, un antídoto contra la barbarie de lo útil que ha llegado incluso a corromper nuestras relaciones sociales y nuestros afectos más íntimos. Saber que existe algo porque sí, sin utilidad inmediata, consuela.
A lo largo de una decena de capítulos, repasa las obras en las que se trata la influencia del dinero. La isla del tesoro, Utopía, El mercader de Venecia.... Todos sus autores coinciden en que el vil metal nunca trae nada bueno y animan a alejarse de él. Kant llega a argumentar en este sentido que el gusto por lo bello es desinteresado; no se busca nada al admirar un paisaje, al disfrutar del arte. También recoge una sentencia de Théophile Gautier que sigue vigente: En general, cuando una cosa se vuelve útil, deja de ser bella.
Hoy se critica la afición a los móviles, se advierte del riesgo de que nos convirtamos en hombres-pantalla y mujeres-pantalla, que no soportemos un instante de inactividad y necesitemos ocupar nuestra mente con algo que no sea nosotros mismos. De nuevo, descubrimos el Mediterráneo. Nordine recuerda una conferencia pronunciada en 1961 por Eugène Ionesco:
Mirad las personas que corren afanosas por las calles. No miran ni a derecha ni a izquierda, con gesto preocupado, los ojos fijos en el suelo como los perros. [...] El hombre moderno, universal, es el hombre apurado, no tiene tiempo, es prisionero de la necesidad, no comprende que algo pueda no ser útil; no comprende tampoco que, en el fondo, lo útil puede ser un peso inútil, agobiante.
Si no se comprende la utilidad de lo inútil, la inutilidad de lo útil, no se comprende el arte. Y un país en donde no se comprende el arte es un país de esclavos o de robots, un país de gente desdichada, de gente que no ríe ni sonríe, un país sin espíritu; donde no hay humorismo, donde no hay risa, hay cólera y odio. Porque esta gente atareada, ansiosa, que corre hacia una meta que no es humana o que no es más que un espejismo puede, súbitamente, al sonido de cualquier clarín, al llamado de cualquier loco o demonio, dejarse arrastrar por un fanatismo delirante, una rabia colectiva cualquiera, una histeria popular.
¿Les recuerda a algo?
En la segunda parte, Ordine escribe sobre la universidad, la empresa y los estudiantes convertidos en clientes; sobre este asunto, es recomendable leer Sin fines de lucro, de Martha Nussbaum (Katz). Las universidades, argumenta, venden futuro, venden un hipotético trabajo al salir. No importa tanto el estudio en sí sino a qué mercado laboral va dirigido. El estudiante compra esta promesa y se convierte en cliente. Y el cliente, dice el lema, siempre tiene razón.
Hoy la ciencia se mercantiliza, se apoyan proyectos por sus fines económicos, se pervierte el sistema de publicaciones.
Lo vimos en un capítulo reciente de la serie The good wife. Una exalumna demanda a su universidad porque no cumplió con lo prometido, no encontró trabajo al terminar. La relación se trastoca cuando en la enseñanza el profesor se convierte en la parte débil, mero proveedor de un cliente más poderoso, y debe satisfacer las demandas del alumno.
Lamenta Ordine la progresiva desaparición de los estudios humanísticos, que sólo haya dinero y espacio para conocimientos prácticos y a corto plazo. En realidad, dice, los conocimientos aparentemente inútiles son una inversión a largo plazo. Hay que combinar la enseñanza de profesiones con la enseñanza de una cultura y fomentar un espíritu crítico.
Un aspecto interesante de La utilidad de lo inútil es que no se centra en las humanidades. Bebedor de la tercera cultura de Brockman, sabe que la ciencia también sufre de este virus de cortoplacismo y utilidad. Hoy la ciencia se mercantiliza, se apoyan proyectos por sus fines económicos, se pervierte el sistema de publicaciones. Recuerda que se han realizado grandes descubrimientos científicos por pura curiosidad, sin un objetivo económico. Galileo o Newton son ejemplos de esto; pero también inventos más recientes como la radio surgen de una base científica que nace de la pura pasión. Dice Henri Poincaré: El hombre de ciencia no estudia la naturaleza porque sea útil; la estudia porque encuentra placer, y encuentra placer porque es bella. Si la naturaleza no fuera bella, no valdría la pena conocerla, ni valdría la pena vivir la vida. Si el Estado se retira y reduce el apoyo económico a la ciencia y la cultura, se verán obligadas a buscar financiación en las empresas. Y éstas siempre van a buscar un beneficio.
En la última parte, Ordine da voz a los clásicos para hablar de la dignidad, el amor y la verdad. Deja a un lado la tesis del libro para elogiar la dignidad humana, la tolerancia en la pareja y la tolerancia religiosa. Aunque son reflexiones valiosas, están traídas por los pelos.
Este pequeño ensayo deja grandes frases (El conocimiento es una riqueza que se puede transmitir sin empobrecerse) y una reflexión. Coincidiendo con todo lo que Ordine dice, ¿cómo ponerlo en práctica en la Europa de 2015? ¿Es posible conjugar la necesidad de estar en el mercado laboral, la presión por consumir y mantener la cadena productiva, con esta pasión por el conocimiento? Lo desconozco.
La utilidad de lo inútil. Manifiesto
Nuccio Ordine
Con un ensayo de Abraham Flexner
Traducción de Jordi Bayod
Autor >
Raúl Gay
Periodista. Ha trabajado en Aragón TV, ha escrito reseñas en Artes y Letras y ha sido coeditor del blog De retrones y hombres en eldiario.es. Sus amigos le decían que para ser feliz sólo necesitaba un libro, una tostada de Nutella y una cocacola. No se equivocaban.
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