Tribuna
PSOE / Ciudadanos: primera prueba de restauración
Se está produciendo un complejo proceso de toma de decisiones en el que participan los centros de poder del país, "las élites"
Emmanuel Rodríguez / Isidro López 25/02/2016
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¿Cuántos agujeritos habría que hacer y cuantas paredes habría que taladrar para enterarse bien de lo que está ocurriendo estos días? Seguramente muchos más que los que le valdrían a un “conspiparanoico” mediano. A la contra, no obstante, de todos aquellos que llaman “conspiranoia” a cualquier proceso de decisión mínimamente ordenado, lo que se está produciendo en estas semanas de impás es un complejo proceso “decisional” en el que participan los principales centros de poder del país, o por ser más claros, el conjunto de las élites “españolas”.
Para entendernos, por élites no nos referimos a los “mejores”, sino a esa constelación intrincada y nada transparente que forman los propietarios y la intelligentsia de los grandes grupos de prensa, los cerebros y las “direcciones en la sombra” de los principales partidos —siempre en dificultades para embridar los liderazgos desbocados que se dan en estas “prolongaciones del Estado”— y aquello que llamamos poder económico, que coincide con el capitalismo familiar español, pero también con el anidamiento de las viejas familias locales en el capital financiero transnacional, y sobre todo europeo. Si se quiere completar al cuadro, añádanse los obligados de la alta nobleza de Estado (un puñado de altos funcionarios, magistrados principalmente), los “conseguidores” que conectan a unos con otros y la ahora intempestiva Unión Europea. Reunidos todos quedará compuesta esa ensalada que llamamos las “élites”.
Lo cierto es que hay que reconocer que la situación no era muy propicia para esta constelación que tiene forma de bloque oligárquico. Además de sus divisiones y desacuerdos internos, tres elementos han venido enturbiando las aguas desde el 20D. Primero, la “estabilización parlamentaria” de esa inestabilidad sistémica llamada 15M/Podemos/confluencias. Segundo, la crisis casi terminal de la alternativa del “turno” con marca socialista. Y por último, el desgaste, ya en situación de recambio obligado, del partido en el gobierno, los populares.
Con esos mimbres y pasadas las elecciones de diciembre, a los “centros decisionales” del país no les quedaban muchas opciones. Podían, sin duda, probar a una repetición del gobierno del PP. Pero esto tenía el precio de desgastar aún más al partido de la corrupción, inmolar al PSOE y regalar todo el campo de la alternativa a Podemos et alii. Podían, también, intentar la jugada más audaz, una nueva Transición, con un pacto constituyente a cuatro. Contra esta opción, que implica la “ampliación de las élites” –la inclusión de los de la nueva política–, concurrieron seguramente buenas razones; como la de que es “demasiado pronto para repartir” y la de que todavía hay en esta “gente” una parte demasiado incontrolable, o lo que es lo mismo, la constatación de que el ciclo político de la “revolución democrática 15M” no ha acabado de ceder. Y finalmente podían jugar al “centro”, asociando ese juguetito llamado Ciudadanos al centenar corto de diputados socialistas.
Las ventajas de esta última opción son muchas y fáciles de explicar. La principal es que permite seguir apostando a todos los juegos. No agota, o al menos no del todo, el “recambio socialista”, que puede continuar toreando a Podemos al tiempo que se ancla en el “centro”. De otra parte, da tiempo para la recomposición-reconstitución del nuevo Partido Popular. Aun cuando el nuevo gobierno durase meses o un año, este lapso permitiría operar a las máquinas de limpieza interna (la justicia) hasta tener una alternativa presentable. Y todavía si la cosa se torciera, los socialistas podrían intentar la “integración” de Podemos tras el “fracaso” del experimento con Ciudadanos.
Naturalmente, el pacto PSOE-Ciudadanos depende de la abstención (pseudónimo de “aquiescencia”) del PP. Y esta no está todavía garantizada. Ni mucho menos. Es tal el guirigay interno en el PP, tal su desajuste con la “lógica de Estado”, que todavía puede pasar cualquier cosa. Ocurra lo que ocurra, no obstante, el próximo martes, el PSOE y Ciudadanos nos han ofrecido ya un esbozo de lo que puede ser la línea política de esta fase. Y para ello nada mejor que un documento programático con su particular serie de medidas “estrella”. 66 páginas.
Antes de entrar al texto, merece la pena que nos detengamos en su presentación. Parece que estamos ante un "todo puede ser como antes", si conseguimos hacer los retoques necesarios. Simbólicamente, el pacto viene a decir que en lo fundamental tenemos una buena arquitectura institucional. Y esto aun cuando haya que hacer alguna reformilla en la Constitución.
Cuando se atiende a su letra, el documento no es muy original. Contiene la clásica mezcla de elementos que corresponden a la estrategia neoliberal post 2013, esto es, una cierta contención en los ataques a los servicios públicos, en los programas de recortes y privatizaciones, mientras Bruselas lo permita. Amén pues al Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la UE. En esta misma línea, el grueso del ataque neoliberal se centra en el flanco menos guarnecido y que menos protestas ha generado en estos años, el mercado laboral. El acuerdo sobre formas contractuales está fuertemente inspirado en la idea de contrato único que insistentemente “vende” Luis Garicano.
Con una forma intencionadamente enrevesada –tanto que cabe la duda de si el PSOE se ha enterado– se propone un claro abaratamiento del despido y una consagración de las formas de contrato temporal (de hecho, justo al cerrar este artículo el PSOE comprendía por fin lo que era el contrato único y rectificaba). Para terminar, la parte económica se aderezaba con la ya clásica cháchara sobre la centralidad de la innovación y el emprendizaje. Un claro homenaje a la grandes ideólogos económicos de los últimos decenios, que nos han hecho pasar por “capitalismo de la innovación” lo que no eran más que burbujas financieras e inmobiliarias.
Un segundo bloque de medidas, que habría que atribuir a Ciudadanos, parece responder a las demandas de lo que podríamos llamar la "clase media antisistema de derechas". Un caso sintomático: la suspensión de las diputaciones provinciales. ¿Se han planteado estos chicos que la supresión de este organismo carece de todo sentido fuera de un replanteamiento general de la administración local? ¿Saben acaso que las diputaciones cumplen todavía funciones importantes en el medio rural y en algunas áreas metropolitanas como Barcelona o la costa de Euskadi? No preocuparse, el objetivo es meramente propagandístico ¿Recuerdan la consigna “hay que adelgazar la administración de grasa cara e inútil”? Por si cabe alguna duda, la suspensión es meramente nominal. Supuestamente se mantiene un organismo llamado Consejo de Alcaldes al que se le concederían más o menos las mismas funciones.
Tercer bloque: las clásicas medidas electorales de tinte izquierdista, en este caso a propuesta del PSOE. Son las medidas “brindis al sol” y como casi siempre en este partido están desconectadas de cualquier tipo de línea política coherente. Valga un ejemplo: el impuesto sobre las grandes fortunas, sin definición de ningún tipo en el acuerdo. Otro: el reestablecimiento del impuesto de Patrimonio y el de Sucesiones, el mismo que Ciudadanos se ha negado a restablecer en la Comunidad de Madrid.
En definitiva, la “opción centro”, que se ratificará o no la próxima semana, nos ha puesto delante del primer envite concreto de una reforma por arriba o, si se prefiere, de la restauración del régimen. Conviene tomar nota, porque aun cuando el martes Sánchez no acabara siendo presidente, lo que se ha avanzado se puede volver a retomar, ya sin disimulo, a partir de junio.
¿Cuántos agujeritos habría que hacer y cuantas paredes habría que taladrar para enterarse bien de lo que está ocurriendo estos días? Seguramente muchos más que los que le valdrían a un “conspiparanoico” mediano. A la contra, no obstante, de todos aquellos que llaman “conspiranoia” a cualquier proceso de...
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Emmanuel Rodríguez / Isidro López
Emmanuel Rodríguez es historiador, sociólogo y ensayista. Es editor de Traficantes de Sueños y colaborador de la Fundación de los Comunes. Su último libro es ¿Por qué fracasó la democracia en España? La Transición y el régimen de 1978.
Isidro López es diputado de Podemos en la Asamblea de Madrid.
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