Editorial
Primer paso hacia una investidura improbable
24/02/2016
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La decisión de Pedro Sánchez de firmar un pacto con Ciudadanos, detallado en más de 60 páginas, solo tiene sentido si el líder socialista cree que es posible abrir una segunda etapa de negociación con Podemos, para la que se ha reservado otra tanda de concesiones, desde una Ley de Emergencia Social hasta la derogación de la Ley de Seguridad Ciudadana, por ejemplo. Obviamente esa segunda etapa necesitaría de una tenaza capaz de presionar a Podemos, muy irritado por la estrategia socialista. El PSOE precisaría, por ejemplo, un acuerdo con Alberto Garzón (que tiene que fortalecer a Izquierda Unida) y con Compromís (que suspira por que se acepte la existencia de una “deuda histórica” con Valencia, capaz de despejar su negrísimo panorama financiero). Si Sánchez consigue el apoyo de IU-UP y de Compromís, calcula que sería muy complicado que Podemos no aceptara, por lo menos, abstenerse. Esta estrategia negociadora es muy arriesgada, pero parece la única que explicaría el anuncio del acuerdo con Ciudadanos, dado que no tiene el menor sentido acudir a una investidura para perderla con 130 votos. Y hay que dar siempre a los políticos el beneficio de la duda de que no están locos.
La estrategia negociadora de Sánchez (y de sus asesores) es “de libro”, pero también arriesgada porque depende de la reacción de los dirigentes de Podemos ante la presión a la que se les somete. El líder socialista parece haber optado por tranquilizar primero al establishment, al Ibex35, a Europa y a los barones de su propio partido para, solo después, idear un paquete de medidas sociales que ofrecer a Podemos y que contenga suficientes alicientes como para justificar un cambio de actitud, frío, pero cambio al fin y al cabo, de los podemitas. Sánchez se arriesga, sin embargo, a que la lógica de los dirigentes de Podemos no sea la que imagina Ferraz, la que se espera de un partido político más o menos clásico, y que Pablo Iglesias y sus colegas no acepten el envite. La óptica socialista es que si el paquete social (y de defensa de las libertades) fuera lo suficientemente atractivo y tuviera el respaldo de Izquierda Unida, Podemos tendría difícil explicar a sus votantes (o al menos, a aquellos que huyeron del PSOE) su negativa a abstenerse.
En esas estamos y quedan muy pocos días para que Pedro Sánchez haga su segundo movimiento. Realmente, debe detenerse a pensar cuál será su oferta “a la izquierda”, porque su oferta “a la derecha” ha sido muy sustancial. “Hemos cedido para que ganen todos los españoles”, explicó el líder socialista en la presentación y defensa del documento que acababa de firmar con Albert Rivera. Y efectivamente, los socialistas han renunciado a algunos puntos de su programa electoral en asuntos principales. De hecho, parece que la principal crítica del documento llegó desde dentro de la propia ejecutiva del PSOE: la secretaria de Empleo, Luz Rodríguez, se mostró muy contrariada con los términos del capítulo laboral. No gusta en la izquierda socialista ni el contrato único encubierto ni la ridícula congelación del salario mínimo ni, desde luego, la idea del complemento salarial mínimo, que, afirman los portavoces del ala crítica, no sería necesario si existiera un salario mínimo interprofesional digno.
Tampoco entusiasman los acuerdos de política fiscal, especialmente la muy ambigua mención a la reforma del Impuesto de Sociedades “con el doble objetivo de acercar los tipos efectivos a los nominales y de aproximar la recaudación por este tributo en España a la media de la zona euro”. Acercar y aproximar no parecen compromisos muy sólidos que se diga. Más interesante es que se paralice la LOMCE, que se modifique el artículo 135 añadiendo el blindaje de los derechos sociales, que se suprima el copago, que se estudie aprobar un incierto impuesto a las grandes fortunas y que se anuncie una reforma de las políticas de asilo para hacerlas más acogedoras con los refugiados.
Tampoco están nada contentos con las cesiones “a la derecha” los grupos feministas que leen con estupefacción el término “violencia intrafamiliar” (expresión de Ciudadanos que subleva a las socialistas) y cómo se renuncia a imponer el permiso de paternidad en igualdad de condiciones con el de maternidad o a legislar el derecho al aborto de las menores de 16 a 17 años, o incluso se recurre a la famosa custodia compartida por la que clamaba C's. Las feministas del PSOE están sufriendo lo suyo...
Sea como sea, no es posible pensar que Sánchez y sus asesores hayan creído que Podemos podría sumarse, sin más, al documento firmado con Rivera. Y tampoco que estén tan desnortados que crean que se puede acudir a un voto de investidura con sólo 130 votos. Para colmo, Pedro Sánchez corre un riesgo añadido, porque si en el último suspiro no consiguiera el apoyo de IU y de Compromís ni convencer a Podemos para que se abstenga, es decir, si no logra ser elegido presidente del Gobierno, se puede encontrar con que ha dejado atado al PSOE a un documento, un programa de gobierno que no es el suyo. ¿Se imaginan una situación en la que el PSOE tuviera que decidir qué vota en una hipotética investidura de Albert Rivera con el mismo programa que firmó su secretario general y que aprobaron los militantes socialistas en consulta directa?
Los ciudadanos no deberían dejarse asustar por quienes se pasan el día augurando catástrofes y ridiculizando la situación política. No pasa nada raro. Por el contrario, estamos asistiendo a una apasionante negociación, a un momento políticamente brillante, en el que los dirigentes de los partidos se ven obligados a actuar cara al público y a negociar entre ellos. Un momento que enriquece a la sociedad mucho más que los empobrecedores cuatro años de aplastante rodillo a los que acabamos de asistir. Dicho esto, convendría que Sánchez trate a los 6 millones de votantes representados por Podemos e IU con la misma generosidad y lealtad que ha utilizado con Rivera. Y, sobre todo, que cumpla su palabra de no gobernar con el apoyo, pasivo o activo, del PP, y resista la presión de los poderes nacionales e internacionales para favorecer ese escenario de Gran Coalición oculta. Y de Iglesias y Garzón cabe exigir también respeto a los votantes socialistas, y que no antepongan la irritación a la posibilidad de actuar, desde el gobierno o haciendo valer su fuerza en el Parlamento, como catalizador de una socialdemocracia escindida y como agente transformador de una democracia frágil y cada vez menos igualitaria.
La decisión de Pedro Sánchez de firmar un pacto con Ciudadanos, detallado en más de 60 páginas, solo tiene sentido si el líder socialista cree que es posible abrir una segunda etapa de negociación con Podemos, para la que se ha reservado otra tanda de concesiones, desde una Ley de Emergencia Social...
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