Pactólogo de guardia
El Factor cuchi-yogui-pandi
Si entendemos que esto es un proceso iniciado en la abdicación, es posible suponer que el Pacto a tres, el encargo pedido por el nuevo rey a Sánchez, es la primera meditación que el Régimen ha hecho sobre sí mismo y la Transición
Guillem Martínez 11/03/2016
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La posibilidad de que el Pacto a la Naranja no sólo no esté muerto, sino que sea un niño rollizo y cargado de futuro parece que se está dibujando por encima de otras posibilidades. Con ello parece confirmarse que la idea inicial de la cosa Pacto era fabricar un pacto efectivo, que cerrara la crisis española en la línea contraria a su apertura, en 2011. El pacto, así, no es tanto un programa gubernamental como una poética, que orienta a) un conjunto de acciones de gobierno en un Estado sin soberanía --muy pocas; no sobrepasan lo dictado desde el pack UE; no desaparece la contrarreforma del PP, pero se dulcifica en sus aristas y en su vocabulario--, y que orientan también --y esto es importante, quizás lo que más-- los límites y el estilo de una reforma constitucional. Tanto a) como b) son formatos asumibles para un PP que aún no ha interpretado que necesita a) y b). La actitud del PP, reacia al Pacto, no es más, tal vez, que un conflicto en las élites, el sello de una crisis de Régimen. Lo natural es suponer que, no obstante, el PP se sume al Pacto. Lo natural, por otra parte, es una lógica que ni siquiera sucede siempre en la naturaleza.
La votación, la semana pasada, del Pacto en el Congreso, ha tenido una función. Tal vez, dramática. Evidenciar la marginación de la política --el Pacto aspira a ser LA POLÍTICA, sus límites, así en mayúscula, como antaño ese límite fue la Constitución, es decir, una lectura reducida de ella-- a todo aquel que no cabe en su interior. A saber: el pack 15M, y los nacionalismos no españoles. Si esto es una refundación del Régimen --parece ser que lo es; es un intento de reforma rapidita y por arriba--, la expulsión de los dos accesos a la crisis política española --la democracia y el problema territorial-- es toda una declaración de principios. Y una descripción del riesgo de la operación. Para estar seguro de que esto que les apunto es lo que está pasando --están pasando, como siempre, muchas cosas a la vez, pero es posible que la inteligencia del Régimen se esté ordenando hacia esa dirección--, sólo falta una cosa. Lo dicho: la incorporación del PP al Pacto, tal vez presidiendo, incluso, el Gobierno resultante, tras un ERE honorable a Rajoy, ese hombre que en momentos difíciles bla-bla-bla.
Hasta aquí, la cosa no sólo no es nada del otro jueves. De hecho, es una suerte de vía catalana hacia la contrarreforma. A escala 1:1, casi. La diferencia es la ausencia de elemento cohesionador. Ya vendrá. Tal vez, el éxito de la operación depende del hallazgo de ese catalizador. Por lo que veo, tendrá que ver con la Unidad Nacional y con la palabra Reformismo. Tal vez, con la palabra Transición también. Sí, son conceptos menos sexis que, pongamos, República o Independencia, los catalizadores del viaje a la austeridad sin protestas en Catalunya. Serán mas sexis conforme se vayan desprestigiando las opciones de los dos bloques marginados. Supongo que su desprestigio marcará la velocidad de la formulación explícita del Pacto a tres. Por lo que he visto en las portadas-papel de la semana, el desprestigiómetro va a toda pastilla, y se está ensañando con la crisis de Podemos, difícil de cuantificar --incluso de verificar-- y, por lo visto, más madrileña que española. A pesar de toda la propaganda que se verterá al respecto, es posible que, incluso, la cosa requiera tiempo. Es decir, nuevas elecciones, enojoso trámite al que nos aboca la irresponsabilidad de Podemos, las Confluencias e IU, que bla-bla-bla.
Los lectores de CTXT estarán familiarizados con esta posibilidad/descripción. De hecho, la han leído aquí en varios de sus colaboradores. Para formularla, simplemente hemos dejado de utilizar el periodismo de declaraciones, hemos hablado con testigos, hemos interpretado, y hemos pasado ocho pueblos de considerar que el periodismo español consiste en defender las instituciones españolas de cualquier cosa que señalen como amenaza. El periodismo consiste, más bien, por cierto, en defender la democracia, que comúnmente es otro negociado, y transcurre por otros derroteros. Desde 2011, la democracia, por ejemplo, está más en la calle que en las instituciones. Ignoramos no obstante, o yo al menos lo ignoro, dónde ha nacido esta operación/Pacto. Sólo sabemos que en los tramos institucionales del PSOE no se ha hablado del Pacto en estos términos programáticos, refundacionales y marginadores. Algo, por otra parte, normal. En las instituciones de los partidos, como se ve a diario en las páginas de sucesos, no se fabrican ni tramitan las decisiones. Suceden en núcleos más pequeños. Posiblemente, en estos momentos de crisis política, esos núcleos están muy descentralizados, por decirlo de alguna manera, por lo que se hace difícil y nebuloso explicar dónde suceden las cosas, lo que es una parte importante de las cosas. Exemplum: se sabe que la abdicación del anterior rey --para el Régimen, y esto también se sabe, una solución satisfactoria, el punto final de la crisis política, y la única gran medida a realizar-- vino al parecer mediada y propuesta por Felipe González, en alguno de sus tramos más importantes. Es posible que, en ese momento, naciera como programa o idea de la consecución de un Gobierno de Unidad Nacional --el Pacto es, básicamente eso, que con el tiempo se ha denominado también Gran Coalición, vocablo que queda menos Batalla de Inglaterra--, que guiara y adoptara las reformas en el tramo que va de adaptar una Constitución que no existe en sus artículos sociales ni su título territorial, y que es la poseedora de menor soberanía de toda Europa --fija escaso control para la adhesión a tratados internacionales, que es nulo para los tratados comerciales-- a un Estado sin soberanía, incapacitado, por ejemplo, para elaborar sus propios Presupuestos Generales del Estado, ese sitio en el que antaño se elaboraba la política o, incluso, la socialdemocracia.
Si entendemos que esto es un proceso iniciado en la abdicación --insisto, el momento en el que la élite del Estado consideró salvada la situación--, es posible suponer que este Pacto es su segundo movimiento. Y, por tanto, el encargo pedido por el nuevo rey a Sánchez. Es decir, el Pacto es la Monarquía. Es su apuesta, es su futuro. O, al menos, el jefe de Estado no ha dicho nada --es decir, no ha defendido-- a los marginados de la nueva formulación del sistema. Es su apuesta por la vida --su vida pasa, al parecer, por desvincularse del bando democrático en este conflicto español y europeo de reformulación de la democracia--. Se trataría de una apuesta formulada, por cierto, desde la muerte. El caso Nóos la ha matado. Algo, por otra parte, anecdótico en un Estado en el que la Monarquía ha estado, desde el siglo XIX, más muerta que viva y, sin embargo, reinando. Los chats de Letizia con López Madrid dibujan, por otra parte, la sensibilidad de ese negociado en esta crisis. Básicamente, esos mensajes son un sé-fuerte-Luis --en este caso, un sé-fuerte-Lopezmadrid--, y una mirada simpática hacia el mundo que queda reflejado en el caso tarjetas black. O el caso Nóos, otra región del expolio institucional.
El Pacto a tres, ese encargo es la primera meditación que el Régimen ha hecho sobre sí mismo y la Transición. Lo que sugiere cierta preocupación interna. También es un intento serio, y confiado y seguro de sí mismo, de prolongar esta cultura del poder, y de unir su futuro al de la reestructuración democrática que está viviendo Europa y, más concrétamente, su Sur. Como cualquier actuación en el Sur es también una situación de riesgo.
La posibilidad de que el Pacto a la Naranja no sólo no esté muerto, sino que sea un niño rollizo y cargado de futuro parece que se está dibujando por encima de otras posibilidades. Con ello parece confirmarse que la idea inicial de la cosa Pacto era fabricar un pacto efectivo, que cerrara la crisis...
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Guillem Martínez
Es autor de 'CT o la cultura de la Transición. Crítica a 35 años de cultura española' (Debolsillo), de '57 días en Piolín' de la colección Contextos (CTXT/Lengua de Trapo), de 'Caja de brujas', de la misma colección y de 'Los Domingos', una selección de sus artículos dominicales (Anagrama). Su último libro es 'Como los griegos' (Escritos contextatarios).
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