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Dice hoy Alberto Olmos en un artículo de El Confidencial que “tener 200.000 seguidores en Twitter es como tener 200.000 euros en el banco, enseguida se te pone esa cara como de poder dejar el Mercedes aparcado en doble fila si te da la gana. También puedes enviar tu capital (200.000 euros o 200.000 seguidores) contra alguien que te toque las narices o, simplemente, te caiga mal, a sabiendas de que encontrará al adversario indefenso”.
Apenas horas antes de leer este artículo, mientras me lavo los dientes antes de ir a dormir, pienso que el brutal y salvaje atentado de Bruselas también nos ha sacado al salvaje y brutal que todos llevamos dentro. También la estulticia, por cierto.
No he dedicado ni un minuto a cambiar mi avatar ni a poner un hashtag, lo cual supongo que me convierte en una ameba o, lo que es peor, en una insensible. Y para los hipersensibles con mucho tiempo libre, creo que ya soy una mala persona. Y encima con cartucheras. Maldita sea.
Tampoco he puesto nada de Tintín aun teniendo buena parte de sus cómics en casa (ahora heredados por mis hijos), no he escuchado las tertulias de los expertos ni me he parado a resumir en 140 caracteres que ser musulmán equivale a terrorista. Vaya. Pero si ni siquiera he estado en Bruselas.
Asisto atónita al bullir de las redes por otro drama por el que conmovernos (mañana tocará otro, preparen sus avatares o sus catanas) y el odio que se genera en ellas. Mientras unos cuantos piden prudencia, tan sobrevalorada para el periodismo, otros canalizan iras y frustraciones freudianas. A un medio deportivo se le ocurrió la osadía de publicar que la celebración de un partido de la selección belga de fútbol estaba en entredicho y tardaron segundos en llamarlo miserable. Cuando todo el mundo sabe que el que compra un diario deportivo o lee una sección de deportes está esperando el minuto a minuto de una tragedia semejante.
Hubo incluso diarios económicos que destacaron el batacazo bursátil de las aerolíneas. En fin, ya saben, gentuza hierática a la que sólo le importa el dinero. Será posible. “Mira, que hoy de los resultados del Santander te olvidas, que hoy vas a ser corresponsal, periodista de sucesos y experto en yihadismo. Y sin rechistar”. Lo típico, vamos.
Si teníamos que habernos ido todos de inmediato a Bruselas a hacer periodismo de verdad... (esto me recuerda a los entrevistados del corazón, cuando dicen eso tan mítico de “He venido a contar mi verdad”, como si hubiese varias), que no es otra cosa que lo que digan las estrellas de Twitter, las que a la mínima te lanzan su brigada del aplauso para hincarte el colmillo y hacerte pasar un mal rato. El que lamenta que se suspenda un partido es mezquino y ruin, el que dice que el Ibex está en rojo también, y la veinteañera que protesta porque no ponen Mujeres, hombres y viceversa no digamos, una lerda sin paliativos.
Termino este artículo y el supuesto detenido en el aeropuerto que era de todas todas uno de los asesinos resulta que ya no lo es. Pues eso, que hemos venido a contar nuestra verdad, y hay varias. Felices vacaciones.
Dice hoy Alberto Olmos en un artículo de El Confidencial que “tener 200.000 seguidores en Twitter es como tener 200.000 euros en el banco, enseguida se te pone esa cara como de poder dejar el Mercedes aparcado en doble fila si te da la gana. También puedes enviar tu capital (200.000 euros o...
Autor >
Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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