Perfil
Rufián, independentista, charnego, poeta
El portavoz adjunto de Esquerra Republicana de Catalunya en el Congreso se reivindica de izquierdas, marxista, admirador de Allende, Anguita y el subcomandante Marcos
Elise Gazengel Barcelona , 30/03/2016
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Muchos lo habrán descubierto el pasado 4 de marzo en el Congreso de los Diputados con su discurso atípico en el pleno de (no) investidura. Gabriel Rufián, portavoz adjunto de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) en la Cámara, provoca tanto insultos como elogios. Algunos le llaman el ‘poeta de los olivos’ por sus orígenes (sus abuelos eran de Granada, tierra del poeta, y de Jaén, tierra del olivo), otros prefieren decirle ‘gilipollas’ (como Justo Molinero hace unos días) por reivindicarse “charnego e independentista”, y hay quien le ha insultado comparándolo con Mussolini, Goebbels o los conversos occidentales reclutados por el ISIS... Pero la mayoría de los que le conocen coinciden: Rufián, de 34 años, es una persona muy normal y, tal vez por este motivo, desata pasiones enfrentadas.
“Yo soy hijo y nieto de andaluces, soy lo que llaman charnego y soy independentista”, con estas palabras se presentó en la tribuna del Congreso.. Una introducción casi idéntica a la que usó en febrero de 2014 en un acto organizado por Súmate, la entidad de independentistas castellanoparlantes de la que es miembro. En apenas dos años, Rufián pasó de hablar de pensiones en una biblioteca de barrio de Barcelona frente a 70 personas a ser la nueva cara visible del partido independentista catalán en Madrid.
“En los primeros actos estaba como un flan”, recuerda Manuel Puerto, compañero de la entidad, que subraya la timidez del joven político. Rápidamente, Rufián empezó a multiplicar sus charlas: “La gente lo pedía a él”, recuerda Begoña Amado, coordinadora comarcal de Súmate en Anoia. “Le invité a un acto en el que le pusimos frente a dos unionistas, y ellos empezaron a insultarle: niño pijo, tonto, para que se crispara... Su actitud pausada ya ponía nerviosos a algunos”.
Sin haber militado nunca en ningún partido, Rufián tiene una trayectoria peculiar para ser un político independentista. Nacido en 1982 en el barrio humilde de Fondo de Santa Coloma de Gramanet, recuerda cómo vivió la llegada del metro de Barcelona frente a su colegio, donde ninguno de sus compañeros hablaba catalán en casa o tenía abuelos catalanes. Es hijo único de una pareja de andaluces que --y le gusta explicarlo-- se conocieron en un mitin de Bandera Roja: su padre ligaba con su madre mientras daba la charla a la que ella asistía como oyente.
“Fue el primero de su familia en tener una carrera universitaria”, explica una amiga suya de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), la plataforma independentista organizadora de las diadas a la que pertenecía Rufián. “Es un poco el ‘sueño americano’: sus abuelos no tenían nada, sus padres lo justo y él consiguió progresar”, concluye.
Rufián trabajó en El Corte Inglés y en H&M para pagarse sus estudios en Recursos Humanos para completar los ingresos de una beca. En 2005, empezó a trabajar en una empresa de RRHH que le hizo director de oficina dos años más tarde, con 25 años, y que le despidió por “incompatibilidad” en 2015. Su vocación política fue tardía. Su madre, Pepi Romero, lo resumió en el spot de campaña: “Siempre ha tenido sus ideas políticas pero realmente cuando se comprometió fue a partir de entrar en Súmate”. Fue en 2014, después de conocer a Eduardo Reyes (ahora presidente de Súmate y diputado catalán de Junts Pel Sí), quien le convenció y le dio sus primeras oportunidades de participar en tertulias en El Punt Avui y 13TV.
Rufián no conoció el independentismo hasta llegar a la universidad, y al entrar en Súmate decidió abrazar la causa. “Llegó a Súmate sin pretensiones, como uno más”, recuerda la coordinadora, “pero desde el primer momento vimos que tenía talento: enganchaba al público”.
El mismo Rufián explicó que su paternidad le animó a implicarse: “Con 14 años le pregunté a mi padre qué había hecho para cambiar el mundo; mi única motivación es explicarle a mi hijo cuando me pregunte lo mismo que hice algo”.
En Súmate no estaba remunerado pero su implicación era plena, recuerda Begoña Amado: “Nunca rechazaba un acto, siempre estaba dispuesto y si no podía me decía ‘buscamos otro día’”. Para la ANC, que integró a Rufián en 2015 como miembro del secretariado, su perfil era ideal: “En seguida vimos que era buen orador, y fue fácil decidir que podría ser uno de nuestros portavoces porque representaba a un sector poco visto”.
Un político... en proceso
“Es capaz de aguantar la mirada a alguien que le grita en un plató pero también tiene un punto de timidez”, remarca la militante de la ANC. Un aspecto de su personalidad que corrobora Manuel Puerto: “Es un gran tímido y contrarresta su timidez con una puesta en escena que a algunos les puede parecer radical”.
Rufián tuvo que vencer la timidez cuando conoció a Mireia, su mujer, con la que coincidía cada día en el metro. “Eres la mejor noticia de cada día”, le escribió en una nota junto a su número de teléfono y mail, después de varios meses de miradas silenciosas. Hoy, Mireia --que aún está estudiando Filología Hispánica-- es la madre de su hijo de 5 años, y viven juntos en un pequeño piso en Sabadell, a unos 25 kilómetros de Barcelona.
Rufián, que siempre fue mileurista, acabó cobrando unos 600 euros del paro cuando su implicación en las entidades independentistas motivaron su despido. “Fue un palo gordo para él”, recuerda Begoña, “después de que lo echaran, tenía actos casi cada día”.
A pesar de sus intervenciones en tertulias o actos de Súmate y la ANC, fue precisamente en esta época cuando empezó a ser reconocido en Cataluña gracias a dos discursos (en castellano). El primero fue en la Diada, ante cerca de dos millones de personas, y el otro en el último mitin de Junts Pel Sí, en el que recitó un poema suyo titulado Ellas y Ellos.
Lo que no preveía (según dice Rufián) es que ERC estuviera interesada en el charnego relajado. Oriol Junqueras, el presidente del partido, se fijó en Rufián. Durante la campaña electoral, Junqueras admitió: “En estos momentos de tanto ruido”, una persona “tranquila y pausada nos va bien”.
Para Maiol Roger, periodista en la redacción catalana de El País y autor del libro de entrevista a Rufián El polític imprevist (Angle Editorial), Rufián representa el votante que le falta a ERC: “Gente del área metropolitana, castellanohablante, que no era independentista pero se convirtió”. En el libro, Rufián se define como “independentista ideológico”, un independentismo que “cree en un proceso revolucionario”.
Rufián se reivindica de izquierdas, marxista, admirador de Allende, Julio Anguita y el subcomandante Marcos. Estuvo toda la carrera con una pegatina del Che en su carpeta... que aún conserva. Pero admira también al exdiputado de la CUP David Fernández, y ha proclamado en varias ocasiones que los de En Comú-Podem “son de los nuestros” por ser republicanos y de izquierdas. “Con Xavier Domènech estamos de acuerdo en el diagnóstico, no en la solución”, puntualiza en respuesta a Roger en el libro.
“Rufián representa algo que nunca había existido en el Congreso”, resume Begoña Amado, que reconoce sin embargo que su discurso se suele repetir. “Tiene una habilidad innegable para coger los mensajes y simplificarlos”, explica Roger, que llegó a preguntarle en el libro si este tipo de discurso se podía asimilar a la demagogia.
Rufián asegura que no quiere dedicarse a la política y que, en cuanto Cataluña haya concluido la desconexión con España, se retirará del cargo de diputado y volverá a su vida. “Cada mañana echo de menos mi vida anterior”, explica en el libro, donde también admite que “la política o el activismo social es una especie de monstruo que no para: si tú lo alimentas, él te va pidiendo”.
Muchos lo habrán descubierto el pasado 4 de marzo en el Congreso de los Diputados con su discurso atípico en el pleno de (no) investidura. Gabriel Rufián, portavoz adjunto de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) en la Cámara, provoca tanto insultos como elogios. Algunos le llaman el ‘poeta de los...
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