Carta al director
Réplica a una entrevista
Santos Juliá 9/04/2016
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Estimado director:
He recibido de una colaboradora de CTXT la invitación a manifestar mi “punto de vista” sobre lo que Pablo Sánchez León y Sebastiaan Faber denuncian en una entrevista –o lo que sea– publicada en la revista que diriges. Es tan exacto lo que dice de mí uno y confirma el otro que sería una redundacia exponer mi “punto de vista” en una nueva entrevista, como me propone tu colaboradora, aunque sí quisiera añadir unas breves notas que, sin duda por no herir mi natural modestia, Sánchez y Faber han considerado más oportuno callar.
Como todo el mundo sabe, mi cercanía al poder y mi carencia total de principios deontológicos, con tanta valentía denunciados en esa pieza, han sembrado mi carrera profesional de cargos y prebendas desde que, allá por los años ochenta, los primeros gobiernos socialistas me nombraran, sucesivamente, director del Colegio de España en París, rector de la Universidad Menéndez Pelayo y Secretario de Estado de Universidades. Luego, con los gobiernos del Partido Popular, y por no renunciar a mi inveterado apego al poder, presté mis servicios a la nación española –y al españolismo en general- como ministro de Cultura, desde donde procedí a censurar a todos los descontentos con la Transición, prohibiendo su participación como invitados en la sedes del Instituto Cervantes. Mientras tanto, como ya descubrió y denunció Faber hace años, multipliqué mi presencia, que llegó a ser abrumadora, todos los días, en tertulias de radio y televisión, además de servir fielmente como empleado a sueldo (paid employee, decía) al grupo PRISA, donde tuve ocasión de censurar a un impostor que había usurpado mi nombre, impidiendo la publicación de la reseña de un libro sobre las Comunidades de Castilla. Naturalmente, no olvidé en el desempeño de tan altos cargos preparar mi ingreso por aclamación en la Real Academia de la Historia, donde ejercí como principal responsable de la edición de su Diccionario Biográfico, como ya denunciaron en su día Sánchez y Faber; y, culmen de tan exitosa trayectoria, en la Real Academia Española, galardón que obtuve con los socialistas, de nuevo en el gobierno, en agradecimiento a mis servicios como verdadero autor de la Ley de Memoria Histórica y defensor a ultranza de la amnesia colectiva que, en una muestra más de su algo enfermiza y no poco obsesiva fijación en mi persona, también me ha atribuido ese tándem que ya ha pasado ser la sociedad Sánchez and Faber.
Te ruego que completes con estas notas la información sobre mi currículo que tu revista, en un impagable ejercicio de periodismo, ha proporcionado a sus lectores al denunciar al “cártel de historiadores”, ese cáncer maligno que encabezo desde hace cuarenta años y que tanto daño ha causado a la profesión.
Estimado director:
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Santos Juliá
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