FONDO DE ARMARIO
De diosas y monstruos
Raúl Gay 20/04/2016
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La ciencia ficción es un género menor, apto para adolescentes y para adultos frikis que se han quedado en la adolescencia. Las mujeres no escriben buena ciencia ficción. Las novelas de ciencia ficción son novelas de ideas, no de sentimientos. Estos son tópicos que hemos leído y se nos han quedado anclados en la mente; y, sin embargo, no tienen por qué ser verdad.
La periodista y escritora Melisa Tuya combate estos prejuicios en Galatea, su primera novela. Una pelea que se extiende a lo largo de 400 páginas y que la autora —aunque en ocasiones pierda fuelle, precisamente por este exceso de páginas— gana por puntos. El subtítulo de la novela dice: Los peores monstruos son aquellos que nunca llegaron a parecerlo. En efecto, el tema sobre el que pivota Galatea, el personaje que da nombre a la ficción, es el mal, la ambición, la soberbia, la hubris; todo ello encarnado en la figura de una niña sin nombre que crece hasta convertirse en una suerte de dictadora sobre un planeta casi vacío.
Conocemos a la protagonista cuando es una niña destinada a formar parte de la élite de un nuevo mundo. Parte hacia él sin llevar consigo nada de su pasado, acompañada sólo de un robot de asistencia, ClaX; una máquina similar a la inteligencia artificial que anticipa Ray Kurzweil, dotada de forma humana y que debe obediencia absoluta a su dueño.
Ya desde el inicio, se nos presenta a la protagonista como una niña dura:
Poco después se encontraba en la sala de embarque abrazando a sus padres antes de partir. No podía permitirse llorar. En su familia, las lágrimas no eran algo aceptable. Con la única excepción de haberse hecho daño físico de verdad, claro. Y aun en esos casos se premiaba una reacción contenida.
“A mamá no le gusta que llores”. “No se consigue nada llorando”. “Las niñas fuertes y listas no lloran” .”¡Qué orgulloso estoy de mi niña, que no llora!”.
Ella nunca había visto llorar a sus padres. Y tampoco les vería hacerlo esa tarde”.
Viaja en una nave con otros niños, 6.000, seleccionados genéticamente y dispuestos a colonizar un mundo nuevo, el séptimo, en el que ya hay algunas decenas de humanos. Todos pasan los siguientes doce años viviendo en una nueva Arca de Noé, en la que las parejas no se forman al azar, sino que son escogidas por un comité de científicos que tiene en cuenta los genes y los rasgos de personalidad para que al llegar a destino puedan reproducirse y engendrar colonos genéticamente perfectos.
Más allá de las parejas, todos los humanos tienen su módulo, su robot personal, que también satisface sus necesidades sexuales. El detonante de la novela se produce cuando la nave ha aterrizado, quedan pocas horas para desembarcar, y el chico que han seleccionado para la protagonista quiere desconectar el módulo, ClaX. Durante la noche, el robot se salta su propio software y ahoga al chico; es la primera vez que un robot logra la consciencia y daña a una persona. Con la aceptación tácita de su dueña, asesina a sangre fría a todos los humanos de la nave.
Fue demasiado fácil. Adormilados y confiados, sus cráneos eran frágiles cáscaras para sus fuertes manos.
La Pegasus dormía profundamente. Primero fueron los guardas. Luego la tripulación de guardia, después los que soñaban. Tras ellos, los colonos, habitación por habitación.
Las dos porras fueron de gran ayuda. Con una en cada mano, ClaX avanzó como un ángel exterminador, incansable, veloz, inmutable, invisible.
Es un argumento conocido: la inteligencia artificial despierta y se vuelve contra su creador; pero aquí la protagonista prefiere el módulo antes que a los humanos. Ambos personajes evolucionarán a lo largo de la novela, pero en caminos opuestos: mientras la humana se vuelve cada vez más fría, ClaX adquiere sentimientos y llega a sentir verdadera empatía.
Nadie diría de él que no había brillo en su mirada o intensidad en sus gestos. No parecía una máquina de asistencia en absoluto. Siendo sincera, tampoco parecía un hombre. Era algo nuevo, una forma de vida diferente. Algo a medio camino entre dos mundos. Algo como ella.
La chica y ClaX controlan el resto de módulos, 6.000 robots a sus órdenes. Con ellos, tratan de hacerse con Galatea, ocupada y defendida por unos cientos de colonos que esperaban nuevos humanos y se encuentran con una invasión de robots comandados por una veinteañera. A medida que pasan los años en esa nave, la protagonista pierde los escrúpulos y ordena el uso de la tortura —desterrado en la Tierra siglos atrás— como método rápido de obtener información.
Un primer grito. sollozos.
Esperó veinte segundos antes de fracturar la segunda falange del mismo dedo.
Un segundo grito. Llanto.
Esperó. Estiró y desencajó el meñique por el nudillo.
Un tercer grito, sostenido.
Esperó. Retorció y tiró. Arrancó sin dificultad todo el dedo salpicado de sangre su antebrazo y el del hombre.
El sonido que salió entonces de Martin no pareció humano. Era difícil llamarlo grito. No tenía vocales.
La confesión les permite inundar los túneles de la ciudad con un gas venenoso. Matan a todos los habitantes como hacían los nazis. Después, la chica llega a la ciudad, acompañada de su ejército de robots. Esos módulos, esos robots inteligentes, son los suyos, son su gente. Por ellos mata a los humanos. Quiere liderar un nuevo mundo poblado por módulos conscientes de sí mismos. Quiere ser un dios en un planeta poblado por seres sin ADN.
Acompañamos a la chica a lo largo de su vida, dedicada a la conquista de nuevos territorios y planetas y a la defensa del territorio ocupado. Ciertos hechos se alargan durante capítulos mientras la autora hace pasar una década con una línea. Este puede ser uno de los puntos débiles de la novela, que no llega a tener una férrea estructura.
Consciente de su humanidad, la mujer decide engendrar dos niñas con esperma congelado en la nave; heredarán su planeta y continuarán su labor. A golpe de batallas, masacres y conquistas, conocen humanos que se alían con ellos y vuelven a su planeta original, una segunda Tierra que replica, a gran escala, las desigualdades de la nuestra.
Mucha gente con la que se cruzaron era francamente horrorosa: había unos pocos muy gordos y otros tantos, demasiado flacos, con estructuras óseas poco proporcionadas, facciones irregulares e incluso con calvicie y granos en la piel. Apenas se veían ancianos; respirando ese aire era complicado llegar a viejo.
Melisa Tuya combina en su novela varios temas: la inteligencia artificial, la sed de poder y las desigualdades.
Galatea narra una vez más ese temor de que nuestros robots se rebelen contra nosotros. Pero lo hace desde un punto de vista propio, original y, por qué no, femenino. Tuya narra con agilidad, las escenas de lucha son certeras y visuales, habla de violencia, de maternidad, de la necesidad del contacto de la piel... Y lo hace con naturalidad.
La protagonista dedica su vida a una obsesión: el poder. Vivir en un planeta remoto, acompañado de robots y unos pocos humanos, dedicados todos a defenderse de un posible ataque, ¿es vida? Cambia un futuro junto formando parte de las personas que colonizarán un nuevo planeta por una vida de lucha y soledad. Recuerda a aquellos versos de Pink Floyd: And did you exchange / A walk on part in the war / For a lead role in a cage? Todo por la sensación de poder. No es difícil pensar en ciertos líderes de la historia o políticos actuales.
En el futuro de la novela, hay una clara división entre los manipulados y seleccionados genéticamente y los que nacen de forma natural. Los principales son escogidos para emparejarse entre ellos. Sus hijos serán doctores, militares. Los segundos se aparean como ratas y viven menos años. También porque viven a las afueras de las ciudades avanzadas. Ahí la alta tecnología no llega. Es, en definitiva, como el mundo actual. Hoy la diferencia entre los dos mundos radica en vivir en una casa con un WC. En la novela, en tener unos genes modificados o naturales.
Hay que reconocer que pocas novelas de ciencia ficción llegan a la altura de ciertas novelas literarias; pero tampoco todas las novelas supuestamente literarias tienen esa misma grandeza. Galatea es, como ClaX, un híbrido: una primera novela de calidad, con la que se disfruta y que incita, como la buena ciencia ficción, a pensar en nuestro mundo actual.
Galatea
Melisa Tuya
Lapsus Calami, 2014
426 páginas
La ciencia ficción es un género menor, apto para adolescentes y para adultos frikis que se han quedado en la adolescencia. Las mujeres no escriben buena ciencia ficción. Las novelas de ciencia ficción son novelas de ideas, no de sentimientos. Estos son tópicos que hemos leído y se nos han...
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Raúl Gay
Periodista. Ha trabajado en Aragón TV, ha escrito reseñas en Artes y Letras y ha sido coeditor del blog De retrones y hombres en eldiario.es. Sus amigos le decían que para ser feliz sólo necesitaba un libro, una tostada de Nutella y una cocacola. No se equivocaban.
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