Luis Figo
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El interior está sobrevalorado. Es una frase que me repito constantemente y a todo aquel que se deje, incluidos ustedes, improbables lectores, que diría Manuel Rodríguez Rivero. Si eres guapo la vida te sonríe y ganas más, como dijo hace años uno de esos estudios provenientes de la Universidad de Delaware o similar. También tienes posibilidades de detectar cretinos como Luis Figo, al que no se le ocurrió otra cosa hace unos días que decirle a una periodista que normalmente no habla con prensa catalana pero que iba a hacer una excepción con ella por ser muy guapa. Detectas cretinos pero al mismo tiempo le dejas claro al personal que Figo te ha catalogado como “muy guapa”. Y encima te responde.
También tienes la posibilidad de que salgas en la tele y acabes con esa vida miserable de periodista mileurista para la que estabas predestinada. Porque si yo tuviera la cara de Sara Carbonero o el desparpajo de la Pedroche de qué iba a haber estado media vida hablando de estudios salariales de directivos y asomándome a las pantallas de Bloomberg. Las simpáticas nos quedamos siempre a medio camino, maldita sea. Aunque luego veo a Belén Esteban y se me rompe la tesis en mil pedazos. Pero claro, si repasa uno al personal masculino que asoma por la pantalla se encuentra con Antonio García Ferreras, Javier Algarra y el comentarista deportivo Marcos López y una sabe que encontrar mujeres así es tan probable como que yo gane las elecciones americanas.
Si eres guapa también tienes la posibilidad de acabar en Ciudadanos. Otro sitio al que tampoco podré acceder y más después de que Albert Rivera (¿se acuerdan de él?) haya fichado como jefa de gabinete a una “bella aristócrata”. No lo digo yo, siempre pensando en licencias maliciosas, lo dice un artículo en ABC que acaba con todas mis posibilidades profesionales en el partido de la sensatez. Ni bella ni aristócrata, a no ser que haya un duquesado en Getafe esperándome. Si ni siquiera puedo decir que mi padre sea el fundador de Ponche Caballero, con la de veces que me lo han preguntado.
María Castiella proviene de familia de alcurnia, es desenvuelta y derrocha elegancia y saber estar. Fue educada en un ambiente cultural y elevado, rodeada de arte. Vamos, que no doy ni una, porque entre mis hitos culturales con el colegio destacaron la visita a la exposición de Velázquez del Prado, la visita a la fábrica de Bimbo para ponernos ciegas de Panteras Rosas e ir a ver en teatro Ay, Carmela (nos portamos tan mal que nos castigaron a toda la clase a verla otra vez y pedir perdón a los actores). Así que, con este currículum, ustedes me dirán adónde voy. Quizá al festival de Coachella, ese punto de encuentro de mujeres flacas que se disfrazan de casual para llenar fotogalerías mientras los grupos que tocan pasan totalmente inadvertidos. Hasta allí ha ido a parar Alonso Aznar, al que desde aquí pido un aplauso fuerte por haber sobrevivido a esa visita con su padre a Melilla para defender España. Así, acabar en Coachella me parece el menor de los males. Y encima se ha fotografiado con un grupo de muchachas imponentes. Cómo no.
Algún simpático lector ya me ha advertido de que con mis antecedentes y mi especialización en los cachorros de familias “linajudas” no hago más que canalizar mi frustración por no haber alcanzado ni el más mínimo asomo de burguesía en mi vida. Tiene razón. También los que detectan en mí no tanto a una cretina como a una mujer llena de complejos. También aciertan. Pero no me dirán que no es fascinante. Tanto tiempo hablando de perroflautas y presentadoras de Vallecas y los pijos están ahí, entre nosotros, con sus linajes, sus maternidades ejemplares y, como decía un amigo mío, esos cuerpos estupendos de “haber comido buenas carnes rojas”. Merecen un prime time para que así al menos aprendamos a saber estar.
El interior está sobrevalorado. Es una frase que me repito constantemente y a todo aquel que se deje, incluidos ustedes, improbables lectores, que diría Manuel Rodríguez Rivero. Si eres guapo la vida te sonríe y ganas más, como dijo hace años uno de esos
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Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
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