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Las novelas siguen siendo las novelas. Verba volant, scripta manent, que reza el dicho latino. Cuando se piensa en un lector cualquiera, el imaginario no alcanza al de poesía o al anónimo con un periódico, sino con un libro grueso entre las manos. Y sin que la narrativa tradicional sufra por entero el descalabro, han surgido de huecos escondidos dos actores robaescenas: el ensayo y la poesía.
Sacando partido de la efeméride del Día del Libro, con su epitafio año tras año marcado en el almanaque, buscamos explicación a este alzamiento. “La gente aprovecha este día para volver a comprar el Quijote”, dicen desde la Casa del Libro de Gran Vía. Irónico, pues, que ya sepamos quién no va a ganar la batalla. Aunque, ahora sarcásticamente, no estén siendo derrotados por la novela, sino que estaban librando otra guerra.
Los clásicos son los clásicos. En el Día del Libro, mientras lloran quienes padecen tsundoku –vocablo nipón para quien compra páginas y luego las deja amurallando estanterías–, nos encontramos con una muerte materna para Camus, con el gallo de peleas del coronel Gabo y con la canción desesperada. Con el whisky de Chinaski o el arma cargada de futuro de un vasco. Aunque no sólo del pan de ayer vive el lector. Entre las obras literarias, las que menos han descendido en ventas son las obras archiconocidas y las contemporáneas (7,2 y 0,4% según el Mercado Interior del Libro en España 2014). El resto, en barrena: el sector editorial ha perdido aproximadamente una tercera parte (30,5%) de su cuota de mercado desde el comienzo de la crisis, con un repunte del 0,6% el año pasado.
Es decir, este mundo de biblioteca, que parecía desangelado (entre 2008 y 2013 hubo una caída en la facturación de casi el 40%), violenta ahora una revolución literaria al galope en la que diferenciamos tres actores de rol irreemplazable: las librerías como subterfugio, las editoriales de nuevo cuño y una nueva hornada de escritores crecida en parte, quizá como las editoriales, a golpe de tuit.
Empecemos por las trincheras, digiriendo que, tras Cervantes y Shakespeare y sus 400 años de lápida, como un círculo que se cierra, las ventas de este año se presuponen en la cenefa del regalo repetido. O tal vez no. Los primeros meses de este 2016 dicen que los libros más comprados son, entre otros, La chica del tren, best-seller de Paula Hawkins; Los besos en el pan, de Almudena Grandes, o, de Julia Navarro, Historia de un canalla. No por nada “el prototipo de comprador es una mujer, entre 35 y 60 años”, concretan en la Casa del Libro de la Gran Vía madrileña. También y acaso se asomaba a ese top el póstumo París-Austerlitz de Rafael Chirbes. Pero estas listas suelen basarse en la ficción más radical. Y sin embargo, se observa ese otro auge, sin llegar a defenestrar a la novela.
Con las elecciones y cambios en Europa, ha habido un auge de la política y la historia
“De un tiempo a esta parte hay un mayor interés por los libros de ensayo más ligados a la coyuntura política y social y, a su vez, por el área de poesía, pero no veo una muerte de la narrativa”, comenta Blas Garzón, de la librería asociativa Traficantes de Sueños. “La lectura va asociada a la inquietud”. Y no es baladí este fenómeno: como él mismo explica, la gente que lee ensayos periodísticos o sociológicos son personas ligadas a una realidad cada día más tremebunda y vasta, interesadas en el mundo y en los diferentes puntos de vista desde los que mirarlo.
Desde La Central de Callao, el librero Jesús Casals explica este disparo: “En los últimos 3 o 4 años, los libros de ensayo han subido en venta de forma irregular: no responde a un público fijo del género sino a las circunstancias actuales. Con las elecciones y cambios en Europa, ha habido un auge de la política y la historia”. Sucede, pues, que cualquier literatura acaba siendo punto de encuentro. “Afortunadamente, hay libros para todos los gustos y sentidos. La intención de cada autor y cada obra es única, como no existen dos lectores iguales. También nos pasa a los libreros: tenemos momentos de querer una lectura fácil, nos apasionamos luego con obras de alto voltaje, o nos apuntamos a las polémicas. Se dice que un buen libro es el que provoca una revolución interior, pero no sé si es una idea demasiado romántica”.
Idea parecida a lo que acontece en la célebre librería y enoteca Tipos Infames, en el barrio de Malasaña. Cuando entra visceral la tarde de primavera, este refugio de la mesnada de autores noveles y no tan noveles abre sus puertas. A ambos lados de sus jambas, viejas y modernas editoriales conviven y conversan. Hay espacio. Está demostrado.
El “viejo instinto” del editor
Porque las editoriales de nuevo cuño están arramplando con un universo, el de los libros, antes sólo habitado por los mismos buenos fantasmas. En el informe Mercado interior del libro en España 2014 se advertía de que eran las editoriales pequeñas las que más tirada media de ejemplares de bolsillo practicaban, unos 6.916, contra los 4.579 de las editoriales muy grandes.
“Si sobrevivir lo entendemos por mantener vivas ilusiones y sueños por encima del tremendo esfuerzo y sacrificio que supone aspirar a convertirlo en alimento del cuerpo, puedo decirte que es tremendamente difícil, máxime cuando nacemos, como lo hicimos nosotros, en el vórtice del actual estado de cosas”, declama Ceferino López, de la editorial Chucherías del Arte, editorial de obras mayúsculas en su mínima expresión, que le da una importancia capital a la imagen, a la comunicación visual. Una seña de identidad “elección natural para iniciar nuestro proyecto editorial”.
“Se sobrevive cada vez peor. La cadena actual, así planteada, es insostenible: los distribuidores ya seleccionan con mucha atención qué libros distribuyen; a los editores se les acaba la posibilidad de sufragar los gastos de un nuevo libro con las ventas del anterior; y las imprentas ya no financian, cobran por adelantado y a menor coste. Sin duda es una rueda que hasta ahora ha permitido moverse al sector, pero que iremos viendo cómo se deshace”, apostilla Sergio Mejías desde la editorial Bubok, cuyo modelo de trabajo tiene ese viraje necesario en la industria: la impresión se hace bajo demanda, pues son los autores los que eligen a la editorial, poniendo parte de la inversión, pero llevándose la mayor parte del beneficio. Un win/win, aseguran, en este mundo actual, donde “trabajar por amor al arte sólo está al alcance de aquellos que tienen pagada su subsistencia hagan lo que hagan”.
Yo no calificaría un libro de fracaso porque sus ventas sean bajas. Un libro fracasa cuando su autor no logra su objetivo: cuando falla en el tono, o en la atmósfera, o el pulso desde el que se canta y se cuenta
Y es que el editor no nace, se hace. Puede haber algo de zarpa literaria, pero el empuje es de ola en la deriva. El instinto viejo de editor está, redundante, ya viejo. “El olfato juega un papel importante, pero sabemos que no es aconsejable confiar en él ciegamente. Es difícil asegurar qué funcionará y qué no”, dicen a tres voces desde la editorial Argonautas: “Elegimos a nuestros escritores con el corazón y el estómago, premiamos la valentía y la juventud, la pasión por lo que hacen y la calidad de su obra. La cabeza viene después”.
Porque hay fracasos. A las editoriales siempre se les vaticina un apocalipsis a la vuelta de la esquina. En 2015, verbigracia, el escritor Gustavo Martín Garzo decía que el mundo del libro estaba en una crisis profundísima. Tal cual. Y sin embargo, Elena Medel, poetisa y fundadora de La Bella Varsovia, canaliza este mal agüero: “Yo no calificaría un libro de fracaso porque sus ventas sean bajas. Un libro fracasa cuando su autor no logra su objetivo: cuando falla en el tono, o en la atmósfera, o el pulso desde el que se cuenta. Pero un buen libro, un libro que me ha despertado la necesidad de ser editado, que me ha entusiasmado hasta ese punto, nunca fracasa aunque no alcance ventas amplias”.
Ella sabe de primera mano la razón y la energía para continuar siendo consecuente con uno mismo incluso durante la crisis: “Me parece que la única forma de trabajar, y de editar, responde al rigor y a la honestidad. Puedo apenas vender libros, pero a cambio siento orgullo al repasar mi catálogo. Creo que esa voluntad de apostar por el riesgo la percibe el lector. Y la agradece. Y responde”. Catálogo que incluye Listen to me, de Miguel Vilas, o las novedades de la joven poetisa Luna Miguel.
Libros para la asamblea
El lector, de igual forma, da las gracias a que los manierismos algo apolillados cambien y se abran nuevas vías. Alberto Prieto, de la granadina y recién nacida –dos semanas– editorial Lumpen Rosetta, comenta por qué son también su propia imprenta: “Primero se creó la editorial y a posteriori la imprenta. Pensamos que ambos negocios se complementarían muy bien y, de esta manera, a la vez, podríamos hacer públicos nuestros proyectos creativos. A nivel económico, son más factibles las publicaciones, pudiendo invertir más en autores”.
Esa economía casa con la idea de que la función crematística más voraz no es el objeto último, como puede serlo para los emporios: “La filosofía es diferente y no contamos con tantos medios. Se empieza con un proyecto humilde pero pensando en ser muy competitivo, sobre todo a nivel de creaciones. El futuro dirá si David puede equipararse a Goliat”.
Y para ello hay que lanzar la piedra más fuerte o muy lejana. Desde Clave Intelectual, editorial especializada en el ensayo y la crónica periodística y que llegó a España desde su natal Argentina, Lourdes Lucía se define: “Confiamos en nuestros libros, sabemos que cumplen una buena función social. Publicamos libros de pensamiento crítico y ensayo, libros para pensar, debatir y opinar. Acercar a lectores y autores con la colaboración de librerías, asociaciones culturales o movimientos sociales. Y pasamos con ellos mucho tiempo en la calle”.
Tener mecenas de antemano involucra más al lector, hace del libro suyo. Cuando [Cortázar] escribe Rayuela, él decide que el lector sea también creador de su obra
Del mismo palo se ramifica Libros del KO. Desde este cobijo del razonamiento como justicia y la no ficción, de nuevo entre ensayos y crónicas, quieren ejemplares sin prisas, minuciosos, la investigación ardiente. “Nosotros entramos porque vimos un hueco, porque para el resto de editoriales es algo más tangencial. Sí que es cierto que puede que la crisis haya cambiado, digamos, la percepción que tiene el lector y que busque historias más apegadas a la realidad. Esto no lo había en España, ese fue nuestro estudio de mercado. Luego, un punto de suerte”. Ahora ya están consolidados en su nicho.
Y para enlazar, aún más, la estrecha relación de la editorial y sus autores, se precisa de otro elemento fuerte que, ahora, puede tener su propio grito: los compradores. Mediante el crowdfunding, o micromecenazgo, de alguna forma, no se vende el libro, se compra al lector. Con esta confianza prematura puesta en un proyecto sin conjugar aún, Libros.com aboga porque sean los lectores quienes amparen una publicación dotándola de su fondo, quienes articulen sus movimientos, quienes la repasen y sean obreros en la altura que finalmente tendrá.
El aval de los seguidores en redes
Y para tener todo un ejército de acólitos anónimos detrás hace falta el zarandeo que puede dar cierta popularidad. De ahí que tomemos por ejemplo a Carlos Mayoral, el ya famoso en el universo tuitero como @LaVozDeLarra. Es la propia editorial Libros.com la que ve una posibilidad de asalto si alguien con casi 35.000 seguidores (y a cada retuit va al alza) saca sus primeras páginas con ellos. “Lo que me llama de tener mecenas de antemano es que involucra más al lector, hace del libro algo más suyo. El proyecto tiene que enganchar. Por hacer un símil: a mí me encanta Cortázar. Cuando escribe Rayuela, él, en la medida de su tiempo, decide que el lector sea también creador de su obra. Puede que entonces yo esté coartando mi libertad, pero por una buena razón: dársela al leyente. Por eso me metí en esto”.
Toda esa magnitud tácita proviene, no lo niega, del fervor que fue despertando en Twitter y que ya es fuego. “Algo está cambiando. Yo estuve dando largas hasta tener una idea con su esqueleto y entonces, como me tenían en la agenda, fuimos adelante. El mundo editorial antes era un lugar cerrado, sin llaves, pero ahora las puertas son más amplias, quien está dentro no es quien decide quién entra en el cortijo. En esto la microfinanciación tiene mucho que ver, porque el modelo de antaño ha fracasado”.
Porque esta quiebra tiene su germen, claro, en que Twitter (y otras redes sociales) sea ahora una buena bandera de lo social y pertinente y de versos escogidos y certeros. “Twitter favorece la poesía porque ésta son instantes, da su vez al quejido”, clama Carlos, que luego susurra para hablar del atajo que es el micromecenazgo y que supone saltarse el modelo tradicional para llegar al lector. “El arte pierde cuando se habla de rentabilidad”. El aforismo de los libros.
Las novelas siguen siendo las novelas. Verba volant, scripta manent, que reza el dicho latino. Cuando se piensa en un lector cualquiera, el imaginario no alcanza al de poesía o al anónimo con un periódico, sino con un libro grueso entre las manos. Y sin que la narrativa tradicional sufra...
Autor >
Álvaro Macías
Jerezano, añada del 92. La heterocromía de quien de todo aprende. La vida es escuchar a Cat Stevens navegando en el Argos. Después de trabajar en El Mundo, escribió el poemario Los inocentes o las ruinas (Ediciones en Huida, 2016).
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