
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
No esperen de estas líneas “el artículo sobre el periodismo que emocionó a Spielberg”. Ése que se lleva reescribiendo desde hace unos años para defender el oficio, para recordar lo importantes y necesarios que somos y para lamernos las heridas. ¿Es verdad? Puede que sí. ¿Es dosis extra de corporativismo? También.
Esta columna tiene más bien el propósito de pedir disculpas, porque yo sí soy culpable (en parte) de que esto se esté yendo al carajo. Mientras un montón de buenos colegas estaban haciendo reportajes magníficos, entrevistas interesantes y destapando cloacas sin parar, yo he contribuido en silencio a eso que ahora todos lamentamos. Algunos lo llaman branded content; otros con más tendencia a la dramatización, la entrega feroz al anunciante; yo lo llamo publirreportaje encubierto y, tal y como lo bauticé hace años con una amiga (menos mal que esto no lo lee mi madre), chupapollismo.
Bueno, también ha habido sus cosillas. Lo de la OPV de Bankia, la condena a Alierta por información privilegiada, el ERE de Coca-Cola, las guerras internas de El Corte Inglés pasaron un poco desapercibidas en su tiempo, pero seguro que estaban todos haciendo algo mucho más interesante. A mí no me miren, quizá estaba escribiendo para el Ayuntamiento de Móstoles acerca de un parque tecnológico que se iba a inaugurar (basado en casos reales).
Me he pasado muchos años haciendo faenas de aliño, intentando dignificar publirreportajes y recibiendo instrucciones en un despacho y al otro lado del teléfono sobre qué había que poner y por dónde tirar el titular directamente de las empresas que pagaban la pieza. Ellos han disparado y yo les he puesto la gacela a tiro.
También he hecho cosas de las que estar orgullosa y que he firmado. Y sí, a veces no he pasado de editar un teletipo con desgana y con ganas de irme a casa. A veces por cansancio, a veces para irme de cañas. Y no creo que haya sido la única. Pero abrir el cajón de mierda de uno mismo cuesta, y llevamos seis años en los que en los días pares alabamos las bondades de una marca y los impares sacamos la bandera de la dignidad y le echamos la culpa a los dueños de las empresas y a los lectores. Ninguno de ellos nos han entendido a nosotros, guardianes de las esencias, de la democracia y hasta de la civilización occidental.
Me encanta escribir, me encanta leer, pero no estoy constantemente preocupada por ello. Estoy harta de la sobredosis de intensidad que me rodea, y sólo me alivia pensar en lo difícil que debe ser vivir así las 24 horas. Agotador. A veces escribo pero a veces soy madre, amiga, amante y esa payasa a la que llamar para animar una fiesta. A veces leo sobre Siria, escribo sobre Rodrigo Rato pero también leo los bocadillos de Cuore y me gusta detectar el chupapollismo ajeno. Que lo hay, pero quizá no tan sutil como el mío, que fue trabajado durante años (he venido a pedir disculpas pero algo bueno habré sacado de todo ello). A veces salía de la redacción lamentando la bazofia que había hecho. Pero créanme si les digo que cogía el autobús y se me pasaba el disgusto. No digamos cuando llegaba la nómina al banco.
Pero aquí no hay dos bandos, amigos. Unos no son los buenos y otros los malos. Si hay algo que he venido a reivindicar es lo mucho que nos ha ayudado a mantener el empleo el trabajo sucio de gente como yo. Que he mirado con envidia el trabajo de muchos pero he seguido tecleando. Al menos no he tenido que recurrir al sexo ni a los gatos para cerrar un artículo. Aunque mucho de pornográfico ha tenido alabar sin matices las excelencias de tal o cual empresa.
Sí, yo no soy la leche. Perdonen las molestias.
No esperen de estas líneas “el artículo sobre el periodismo que emocionó a Spielberg”. Ése que se lleva reescribiendo desde hace unos años para defender el oficio, para recordar lo importantes y necesarios que somos y para lamernos las heridas. ¿Es verdad? Puede que sí....
Autor >
Ángeles Caballero
Es periodista, especializada en economía. Ha trabajado en Actualidad Económica, Qué y El Economista. Pertenece al Consejo Editorial de CTXT. Madre conciliadora de dos criaturas, en sus ratos libres, se suelta el pelo y se convierte en Norma Brutal.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí