
Jordi Évole
Luis GrañenaEn CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
A Jordi Évole hay que vigilarle la oreja. Pasa demasiado desapercibida, ahí, desenfocada, en segundo plano. Esta pieza de cartílago, de tamaño más o menos estándar, le cambia el sabor a las cenas del domingo, y eso es importante para el país. La última comida del fin de semana constituye una compensación anticipada a la jodienda laboral y suele ser un plato con ínfulas, presuntuoso. Pero ahí llega ese lóbulo charnego y arruina el invento. Siempre merodea entre gente que dice algo inusual o indignante. Y es sabido que el paladar trabaja mejor en calma.
Hay que fijarse en su oreja porque cada vez habla menos y va esfumándose poco a poco del plano principal. Interviene menos, a pesar de que sigue gastando una boca muy simétrica, con dos labios inferiores, y de que se le están separando paulatinamente los ojos como a Iñaki Gabilondo.
Muchas cosas han ido cambiando de sitio en el personaje de Évole. Por ejemplo, se está mullendo. Su pelo ha ido criando volumen hasta asemejarse a un nido bocabajo, y al mismo tiempo le ha engordado la barba. Su envergadura se ha achatado y se le han multiplicado las mejillas. Si midiéramos su estructura facial, percibiríamos un claro crecimiento; sin embargo, gracias a la gran concurrencia capilar, su gestualidad se ha ido escondiendo. Existe una tendencia a la invisibilidad, que es grial de una raza muy concreta de periodistas.
Volviendo al cabello. Desde hace un tiempo, bastantes canas le salpican la cabeza y le aportan una apariencia de currante que trabaja sumergido en ácaros. Quizás, por eso, él prefiere decir “oficio” antes que “periodismo”.
Ha perdido aquel aspecto inicial de estudiante aplicadísimo, preguntón e inflexible; aquel rollo como de no extraviar nunca la tapa del bolígrafo o, por lo menos, de identificar siempre al que se la birla. Sí mantiene, al menos de momento, una voz de adolescente chillón en reposo. Al igual que a DiCaprio se le cayó la belleza, a él se le ha caído el chiste. Queda poco del Follonero, pero los restos pueden rastrearse en la parte baja de los párpados. Ahí se organizan muchas veces unas pequeñas arrugas con vocación de sonrisa canalla, pero que son una útil simulación de ingenuidad o de torpeza. Ese gesto conforma el único paño caliente que añade a sus preguntas.
Pero la mayor secuela del Follonero no se percibe en él, sino en sus entrevistados. Évole consiguió que no se le tomara en serio y queda poso: por eso Rajoy se sentó ante él desorientado, afectado por una imprevisible mezcla de susto y menosprecio. Ésa es su mejor arma.
Posee unas cejas sorpresivas y una frente panorámica. Sus ojos sospechan por defecto y se disgustan ante los vericuetos verbales, la solemnidad o el postureo (como cuando le dio a Artur Mas por ayudar a cruzar la calle a una anciana a mitad de entrevista). Cualquiera diría que lleva siempre una ceja irónica a punto, bien alzada, pero no ocurre así. En consecuencia, el aura sarcástica que desprende debe de provenir de otra parte, tal vez de su camisa desparramada en pleno prime time.
En general parece un tipo silencioso y de mal dormir que si fuera músico, tocaría el theremín. Hay en él, ahora que lo conocemos más, una rareza que nos empuja a sospechar que, después de todo, se convertirá en un viejo de bosque, entre harto y agradecido: una especie de humano de madriguera al estilo de Pepe Mujica.
A Jordi Évole hay que vigilarle la oreja. Pasa demasiado desapercibida, ahí, desenfocada, en segundo plano. Esta pieza de cartílago, de tamaño más o menos estándar, le cambia el sabor a las cenas del domingo, y eso es importante para el país. La última comida del fin de semana constituye una compensación...
Autor >
Esteban Ordóñez
Es periodista. Creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí