JAZZ
Melancólico Chet Baker
Ayax Merino 11/05/2016
En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí
A Hernán, bakeriano acérrimo
Chesney Henry Baker, el trompetista y cantante Chet Baker, vino al mundo el 23 de diciembre de 1929 en Yale, un lugar de Oklahoma, EE.UU. Años más tarde, el 13 de mayo de 1988, dio con sus ya cansados huesos en el suelo de Amsterdam y dejó este mundo, muerto para toda la eternidad.
Todavía cuando era un crío, unos diez años tendría más o menos, la familia recogió sus bártulos y se instaló en California, a ver si la suerte se mostraba propicia y su padre conseguía encontrar trabajo, ardua tarea que pintaban bastos, la cosa estaba chunga en los duros tiempos de la Gran Depresión.
En el instituto el chaval estudió algo de música y anduvo soplando una trompeta. Algo, no demasiado, que casi todo lo que aprendió lo hizo más bien a su aire y por su cuenta, así autodidacta.
Con dieciséis años le dio un arrebato y lo mandó todo a paseo para alistarse en el ejército. Como si huyese de algo, siempre escapando de no se sabe muy bien el qué. Destinado en Berlín, estuvo con su trompeta en la banda del ejército y se paseó en sus ratos libres por la noche de la ciudad con ganas de escuchar el jazz que se estilaba por allí, santa y loable ocupación.
En 1948, ya licenciado, regresó a California. En Los Ángeles estudió otro poquejo de música, algo, no demasiado, mientras iba de garito en garito por ver qué era lo que se cocía, la música que por allí sonaba, y medía sus fuerzas tocando cuando podía y con quien le dejaban. Dos añitos más o menos estuvo así en este plan.
Y en 1950 volvió a huir de todo una vez más. En otro arrebato se alistó por segunda vez en el ejército, en una de cuyas bandas entró. No era un tipo, Chet, que se ajustase con facilidad a la férrea disciplina militar, ni a ninguna, la verdad, de ahí que me pasme tanto su afán por enrolarse. Cosas de este hombre extraño. Pronto se cansó, como era de esperar. Dicen que se hizo pasar por loco para conseguir que le expulsasen. No lo sé. Lo cierto es que poco después, libre ya, voló a Los Ángeles.
No era un tipo, Chet, que se ajustase con facilidad a la férrea disciplina militar, ni a ninguna, la verdad. Dicen que se hizo pasar por loco para conseguir que le expulsasen
Lo tenía claro el hombre, sí, sin duda, quería dedicarse al jazz, pero por completo y a modo. Empezó entonces a tocar con más asiduidad. Y en 1952 estuvo una temporada con Charlie Parker, quien no se cansó luego de cantar las alabanzas del joven Baker a todo aquel que quiso escucharle. Un recio aldabonazo fue aquel, ya lo creo, esas son aldabas y lo demás pamplinas, trabajar con Bird y que el gran pájaro del bop te elogie, ahí es nada, así se labra una reputación. Baker empezó, pues, a ser reconocido.
Por aquellos días hizo buenas migas con el saxo barítono Gerry Mulligan, que acababa de mudarse a Los Ángeles. Y entonces los dos jóvenes músicos tuvieron la feliz inspiración de montar un cuarteto sin piano, combinación insólita con la que armaron un gran revuelo. Los dos, Mulligan y Baker, o Baker y Mulligan, que tanto monta, alcanzaron una gran fama. Hay que reconocer que hicieron una música estupenda.
Poco duró la dicha. Mulligan fue detenido por un asunto de drogas y a Baker no le quedó más remedio que continuar su andadura en solitario. Así que ni corto ni perezoso formó su propio cuarteto y se lanzó a conquistar el mundo con su trompeta y su canto. Discos, conciertos, un viaje por Europa, una gira por los EE.UU, otra vez Europa.
Adicto a la heroína, Baker, con sus altibajos y problemillas, pudo mal que bien sortear los escollos con los que se fue encontrando. Hasta que embarrancó. En 1960, en Italia estaba, entró en prisión y pasó entre rejas año y medio, que se dice pronto. Eso sí, en cuanto se vio en la calle, lo primero que hizo fue sacar un nuevo disco, eso es coraje.
Yonqui impenitente, salía de un lío para meterse de inmediato en otro. De aquí para allá, corcho que se bambolea en aguas turbulentas, al fin regresó a los EE.UU. Donde no cesó de buscarse problemas, para no perder la costumbre.
Adicto a la heroína, Baker pudo mal que bien sortear los escollos con los que se fue encontrando. Hasta que en 1960, en Italia estaba, pasó entre rejas año y medio
Excelente trompetista, poseía un sonido realmente hermoso. Con las notas justas, las notas precisas, ni más ni menos, se marcaba sin estridencias un solo de antología. El cool, ese estilo sosegado, tranquilo. Lo que no quiere decir que no fuese capaz, cuando le venía en gana, de soltar un fraseo rápido y ágil. Trompeta melancólica, lánguida, con un toque de murria, a mí me embarga cuando la escucho una honda tristeza. Cosas mías.
Hombre atormentado, sí, con un alma atribulada. Un tipo que se empeñaba en jugarse la vida en cada lance. Con un brindis al sol, despreocupadamente, como si la vida no tuviese valor ninguno. Empecinado en aniquilarse. Polilla atraída por la luz en la que se quema, quemaba su vida sin importarle un pito. Retó a la muerte un día sí y otro también. Caminaba por el filo de un acantilado embriagado por el dulce vértigo de dejarse caer al vacío, en un tris a cada instante de ir a despeñarse.
En 1968 unos tipos le propinaron una soberana paliza, brutal paliza, que le zurraron bien y a conciencia. Hay quien dice que fueron unos camellos, quién sabe. Algo relacionado con las drogas, seguro. Un ajuste de cuentas, deudas pendientes, qué se yo. Le destrozaron la boca, fuera los dientes a golpes.
Tiempos de pasión. Mal lo pasó Chet, sin poder tocar. Años de silencio obligado. Pero no estuvo solo, por fortuna. Alentado, animado, por Dizzy Gillespie, que no le dejó de la mano y le ayudó cuanto pudo, Baker al fin regresó. Y tocó de nuevo con Mulligan en un concierto memorable. Otra vez los discos y los conciertos, otra vez sus viajes por Europa. Tocó y tocó, tocó estupendamente.
En 1988 se precipitó al vacío. Atiborrado de droga, se cayó desde la ventana de su hotel en Amsterdam y sus huesos cansados chocaron contra el duro suelo. Nadie sabe cómo fue. Tenía 58 años.
____________
Esta semblanza puede escucharse también en el programa Jazz en el aire.
A Hernán, bakeriano acérrimo
Chesney Henry Baker, el trompetista y cantante Chet Baker, vino al mundo el 23 de diciembre de 1929 en Yale, un lugar de Oklahoma, EE.UU. Años más tarde, el 13 de mayo de 1988, dio con sus ya cansados huesos en...
Autor >
Ayax Merino
Suscríbete a CTXT
Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias
Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí