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Aquella primavera de 2011, más que quincemayista yo fui de los dieci-pico-mayista. Es decir, que no recuerdo qué día exacto llegué a curiosear a la plaza, pero sí que fue tarde y con dudas. Qué pereza la no política, le decía a un amigo entusiasmado con el recién nacido 15M, para no acompañarlo esa tarde al salir del trabajo al lugar de la concentración. ¿A qué venía eso de no ser de nada? Acabábamos de entrar en la era de los tecnócratas en los gobiernos y parecía que los ciudadanos tecnócratas, los que iban a las plazas a protestar sin banderas y con reivindicaciones genéricas, pretendían unirse a ese carro de la marca blanca. No fue hasta el día en que Rubalcaba prohibió las concentraciones cuando aquello del 15M me llamó de verdad la atención y aquel movimiento me hizo a mí moverme de camino a las Setas, en la Plaza de la Encarnación de Sevilla, más porque estaba prohibido que por lo que allí esperaba encontrarme, que no era más que un montón de, como diría Rosa Díez, votantes de UPyD que no sabían que lo eran. Me equivoqué de arriba abajo.
Las reivindicaciones eran genéricas y sin banderas, porque, después de años de malestar sin saber explicar el porqué, una parte de la población había salido a la calle, no a dar un diagnóstico, ni a hacer la revolución, sino a señalar dolencias. A mí me duele aquí. A mí aquí. Ninguna dolencia era inventada y todas tenían una solución teóricamente sencilla si hubiera voluntad de curarlas. El 15M era una sala de espera de hospital en la que se había empezado a hablar para hacerla más acogedora. Al volver a casa ese día y encender la tele, al escuchar a políticos y tertulianos hablar de porros, litronas, perroflautas, movimiento organizado por el propio Rubalcaba o por los amigos de ETA, comprendí definitivamente que aquello que estaba pasando era un salir de una larga depresión, un despertar de algo que sería imparable y provocaría, grandes o pequeños, cambios. Y claro, al día siguiente volví a la Encarnación.
Han pasado 5 años de aquello y mi relación a día de hoy con el 15M es la de defenderlo si alguien lo critica y poner en valor todo lo que ha cambiado desde entonces, para mejor, y bajarlo de los altares cuando alguien le reza. Una vez escuché a un arquitecto decir que uno nunca tiene que ser tan torpe como para enamorarse de su obra, si no quiere equivocarse en los cálculos. Ahora estamos en la etapa de los cálculos para levantar, habiendo atado cabos de dolencias y hecho ya el diagnóstico de lo que nos pasa, un lugar algo más decente. Y ojalá esta construcción no sea un acto romántico, sino práctico. La misma pereza que me daba entonces la idea de la no política --con la que me equivoqué-- me la provoca hoy la idea de imaginar, dentro de unos años, a una generación enamorada de sus vivencias del 15M, como la generación de la Transición sigue enamorada desde entonces de su época. En una entrevista con Julio Anguita, un mes de marzo, vibró su teléfono móvil y cortó la llamada. “Estos son unos que quieren que vaya el mes que viene, el 14 de abril, a Tarragona a un acto en homenaje a la Segunda República. No voy a ir, estoy harto de conmemorar la Segunda República y ponerla en los altares. Yo quiero trabajar por la Tercera, pero claro, conmemorar es más cómodo y más bonito que pensar y trabajar”. Será buena señal que, de ahora en adelante, conmemoremos poco el 15M, por mucho cariño que algunos le tengamos.
Aquella primavera de 2011, más que quincemayista yo fui de los dieci-pico-mayista. Es decir, que no recuerdo qué día exacto llegué a curiosear a la plaza, pero sí que fue tarde y con dudas. Qué pereza la no política, le decía a un amigo entusiasmado con el recién nacido 15M, para no acompañarlo esa...
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Gerardo Tecé
Soy Gerardo Tecé. Modelo y actriz. Escribo cosas en sitios desde que tengo uso de Internet. Ahora en CTXT, observando eso que llaman actualidad e intentando dibujarle un contexto. Es autor de 'España, óleo sobre lienzo'(Escritos Contextatarios).
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