#Cincoañosdel15M
Crisis, pero no una crisis cualquiera, una crisis “política”
Emmanuel Rodríguez / Isidro López 14/05/2016
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Desde el punto de vista de las élites, de aquellos que concentran o representan una capacidad de decisión superior al común de los mortales, decir “crisis” no tiene sentido, al menos si esta no perturba su posición. Así por ejemplo, una crisis económica supone desempleo y miseria para muchos, pero desde la mirilla de las élites, esta sólo es relevante si quiebra empresas y disminuye la cuenta de beneficios. Bajo la perspectiva “elitista”, las crisis más angustiantes son las políticas, precisamente porque es el nivel del poder explícito de una sociedad lo que se ve cuestionado. Este es el gran logro del 15M.
El movimiento de las plazas convirtió una crisis económica, que se vivía en la congoja que produce la vida propia cuando se despeña (paro, deudas, desahucios, emigración, retorno al país de origen), en una crisis política. El silencio se había vuelto grito de masas, esto es, en una crisis devuelta a las élites. De una forma quizás ilusoria, en el 15M decíamos “el miedo ha cambiado de bando”. Pero por desproporcionado que parezca había algo de real en todo aquello. Durante un año y medio, pareció que todo era posible: desde el abismarse de un Estado que superaba el umbral de los 600 puntos en la prima de riesgo hasta la posibilidad de darle la vuelta a ese mismo Estado a través de una asamblea constituyente ciudadana.
Después vino el impasse, el agotamiento tras 18 o 20 meses de actividad frenética. En Europa se dio orden de rebajar la tensión, el BCE compró deuda pública y controló la presión de los mercados. La troika había visto las orejas al lobo griego y no quería un contagio a España e Italia. Para algunos pareció claro que era el tiempo de probar otra cosa, incluso de asumir el reto que se lanzó contra el 15M: “Si no nos queréis a nosotros, montad un partido”. Y así hicimos: no sólo se organizó uno grande (Podemos), sino una miríada de ellos, las candidaturas municipalistas.
Nos sorprendió que fuera tan fácil llegar a las instituciones. Seguramente la razón estaba en la orden de retirada de las élites, que primero fue en desbandada y luego más ordenada. Lo cierto es que si al primer PSOE le costó 31 años conseguir un asiento en Cortes, a nuestra generación le llevó unos meses tener 69, amén de centenares de diputados autonómicos, alcaldes y concejales. Hemos visto nacer una nueva clase política.
La cuestión es: ¿y ahora qué nos inventamos? De forma parecida a como ocurrió tras la explosión de alegría que trajo el 15M, hemos comprobado que también las instituciones tienen sus límites, que estar en las instituciones cuando es de una forma “medida y controlada” (véanse los “ayuntamientos del cambio”) contribuye a reducir la “crisis política”; que las nuevas “clases políticas” son integrables en los marcos conocidos de los partidos, las encuestas y los discursos estereotipados.
En estos meses estamos saliendo de una fase de euforia y entrando en una de resaca. Más pronto que tarde, acabaremos por plantearnos un reto sencillo de enunciar, pero difícil de asumir. En una pregunta: ¿cómo conseguimos dar continuidad a la crisis política?, ¿cómo conseguimos repartir, entre todos, el poder que tenían las viejas élites sin sustituirlas únicamente por otras nuevas?
Desde el punto de vista de las élites, de aquellos que concentran o representan una capacidad de decisión superior al común de los mortales, decir “crisis” no tiene sentido, al menos si esta no perturba su posición. Así por ejemplo, una crisis económica supone desempleo y miseria para muchos, pero...
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Emmanuel Rodríguez / Isidro López
Emmanuel Rodríguez es historiador, sociólogo y ensayista. Es editor de Traficantes de Sueños y colaborador de la Fundación de los Comunes. Su último libro es ¿Por qué fracasó la democracia en España? La Transición y el régimen de 1978.
Isidro López es diputado de Podemos en la Asamblea de Madrid.
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