HISTORIA
Machado, últimos días de un poeta y un símbolo
Jacques Issorel publica en español su libro sobre la muerte del escritor en Collioure
Miguel Barrero 18/05/2016
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En 1982 veía la luz en Francia un libro singular. Se titulaba Les derniers jours d’Antonio Machado y su autor, Jacques Issorel (Marsella, 1941), relataba en él los pormenores del último y desafortunado viaje que tuvo que hacer el poeta sevillano al término de la Guerra Civil. La edición, muy reducida y casi doméstica, pasó inadvertida en España para la inmensa mayoría de los lectores, pero no así para algunos estudiosos que encontraron en sus páginas el primer estudio detallado de unos días tan terribles como simbólicos. Treinta y cuatro años después, el volumen ve la luz en España con el título de Últimos días en Collioure, 1939 (Renacimiento) y su responsable está feliz de que sus páginas se puedan abrir al fin a este lado de los Pirineos.
Issorel tuvo una primera aproximación a la poesía de Machado cuando cursaba la segunda enseñanza. Luego pudo profundizar más en ella durante los años en la facultad. “Cuando preparé la oposición a la cátedra”, explica, “el tema que cayó fue Campos de Castilla y saqué una buena calificación”. El escritor es catedrático honorario de la Universidad de Perpignan-Via Domitia, y fue precisamente su llegada a esa institución la que marcó un punto de inflexión en su trayectoria filológica. Allí conoció a Josep Maria Corredor, exiliado republicano y secretario personal, a su vez, de otro desterrado ilustre, el violonchelista Pau Casals. “Corredor me presentó a una persona que había tratado personalmente a Antonio Machado: se trataba de Jacques Baills; le pregunté si podía grabar sus recuerdos de aquellas semanas y él estuvo encantado”.
Antonio Machado cruzó la frontera en Portbou, con la salud ya muy deteriorada, a finales de enero de 1939. Le acompañaban su madre, anciana y enferma; su hermano José, su cuñada Manuela, y el escritor Corpus Barga. Fue este último quien convenció a las autoridades republicanas para que permitiesen que el poeta y su familia se escaparan del triste destino de los campos de concentración que comenzaban a habilitarse en Argelès-sur-mer, Saint Cyprien o Rivesaltes y buscasen un espacio en el que acomodarse por su cuenta. Alguien, nunca se ha podido precisar quién, sugirió el nombre de Collioure, un bellísimo y tranquilo pueblecito de pescadores cobijado a la sombra de un castillo que había pertenecido primero a los condes del Rosellón y, después, a los reyes de Mallorca.
Cuando llegaron a la estación, encontraron a un joven ferroviario al que preguntaron por un lugar donde dormir. El chico, que ayudaba con la contabilidad a la propietaria del hotel Bougnol-Quintana, les recomendó que pidiesen cama en ese establecimiento. Un par de noches después, revisando los libros de registro de la pensión, vio escrito el nombre de Antonio Machado y recordó vagamente que años atrás, en sus clases de español, había memorizado algunos poemas de un autor que respondía por ese mismo nombre. Cuando le abordó en el comedor, al día siguiente, pudo constatar que el Antonio Machado al que había recibido viejo y derrotado junto a las vías del tren era el responsable de los versos del Recuerdo infantil o la Parábola.
Revisando el registro de la pensión, vio escrito el nombre de Antonio Machado y recordó que años atrás había memorizado algunos poemas de un autor que respondía por ese nombre
Aquel joven ferroviario era Jacques Baills, que en su vejez relató todo esto a su tocayo Issorel. Éste publicó la entrevista en un número de la revista Les langues néo-latines, pero aquella conversación sirvió como acicate a una tarea que se desarrollaría durante los años siguientes. Conversaciones, consultas bibliográficas y un conocimiento cada vez mayor del terreno acabaron cimentando una labor investigadora sustanciada en la convicción de que Machado era algo más que un poeta sujeto a su tiempo. Era, además, un símbolo. “¿Por qué abandonó España en enero de 1939? Porque con todos los manifiestos que había firmado, y con los artículos que salieron de su pluma y que vieron la luz en periódicos como El Sol, La Vanguardia u Hora de España, de haberse quedado tenía seguro un viaje de ida al calabozo, o algo peor”, explica Issorel.
Machado murió el 22 de febrero de 1939 en Collioure. Allí recibió sepultura junto a su madre, que falleció dos días después. La localidad se encuentra una comarca, la del Rosellón, donde todavía hoy es bien perceptible la huella del éxodo republicano español. Issorel está muy vinculado a la Fondation Antonio Machado, que se ocupa de velar por el mantenimiento de la tumba del poeta y organiza cada año unas jornadas en torno a su vida y su obra que se han convertido en punto de encuentro de todos los hijos y descendientes del exilio, desde Cerbère a Marsella.
Collioure, derecha con memoria de izquierda
Hace dos años, con motivo del 75º aniversario del final de la guerra civil, los responsables del colectivo invitaron al Gobierno español para que enviara algún representante a los actos. No acudió nadie. “Entre los que cruzaron la frontera entre enero y febrero de 1939”, recuerda Issorel, “Machado era el más conocido en España y en Europa, y el hecho de que terminase muriendo en Collioure, a sólo veinte kilómetros de los Pirineos, en el momento en el que se derrumbaba la República, vencida por el fascismo, hace de él un símbolo de un tiempo y de una determinada manera de entender el mundo”. Tal vez ahí radique una de las razones de que ni Rajoy ni sus ministros prestasen una atención especial a la efeméride.
Sin embargo, del otro lado las cosas cambian. En Collioure, localidad de tradición socialista, gobierna desde 2014 la derecha. El alcalde, Jacques Manya, era el médico de urgencias del pueblo y su llegada al sillón municipal hizo que la Fondation Antonio Machado temiera seriamente por su supervivencia. No hubo peligro. “Manya, que es del mismo partido que Sarkozy, resultó ser un hombre muy culto y un excelente conocedor de las historias de España y Europa”, relata Issorel. “No falta nunca a ninguna reunión ni a ninguna conmemoración, y ayuda mucho a la Fondation; es, en pocas palabras, un hombre inteligente”.
Hace dos años, con motivo del 75º aniversario del final de la guerra civil, los responsables del colectivo invitaron al Gobierno español para que enviara algún representante a los actos. No acudió nadie
Quien sí acudió a aquella conmemoración del 75º aniversario fue Luciano Alonso, consejero de Educación, Cultura y Deporte de la Junta de Andalucía. En su intervención, abogó por la repatriación de los restos de Machado, una idea que a Issorel no le agrada en absoluto. “Los cuerpos del poeta y su madre deben permanecer en Collioure, que fue adonde vinieron voluntariamente y donde les esperaba la muerte. La tumba, visitada a diario, siempre florida, es ahora una especie de santuario, el recuerdo permanente de valores humanísticos como la libertad, la justicia social, la tolerancia, la fraternidad humana o la democracia, que fueron los que defendió el poeta”.
La historia de esa sepultura, que Issorel cuenta en el libro, también es curiosa. En un primer momento, los cuerpos se recogieron en un nicho propiedad de una amiga de la dueña del Bougnol-Quintana. Al cumplirse el vigésimo aniversario de la muerte del poeta, un patronato creado a tal fin abrió una suscripción popular destinada a construir una sepultura digna en un rincón privilegiado del cementerio. Esa tumba es la que hoy visitan lectores y viajeros provenientes de todas las partes del mundo. A su lado hay dispuesto un buzón donde cada día se dejan decenas de mensajes. Marie Garcia, secretaria de la Fondation Antonio Machado y también descendiente de exiliados, nunca ha dudado en definirla como “una tumba viva”.
Todo en Collioure inspira melancolía, y ni siquiera parece que el presente haya aprendido gran cosa del pasado. “Cuando los rojos llegaron aquí”, evoca Issorel, “la prensa de derechas publicó artículos vergonzosos diciendo que venían a asesinarnos; el Gobierno francés cerró las fronteras y luego, cuando la oleada de refugiados no se pudo contener, metió a la gente en las playas en condiciones deplorables”. Paralelamente, sin embargo, hubo acciones de generosidad que permitieron mantener la esperanza en el género humano. Issorel se fija en el caso de los refugiados sirios y lamenta: “Se está repitiendo la historia”.
En 1982 veía la luz en Francia un libro singular. Se titulaba Les derniers jours d’Antonio Machado y su autor, Jacques Issorel (Marsella, 1941), relataba en él los pormenores del último y desafortunado viaje que tuvo que hacer el poeta sevillano al término de la Guerra Civil. La edición,...
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Miguel Barrero
Asturiano de Oviedo, 1980. Ha escrito Espejo (KRK Ediciones, 2005), La vuelta a casa (KRK Ediciones, 2007), Los últimos días de Michi Panero (DVD Ediciones, 2008), La existencia de Dios (Trea, 2012) y Camposanto en Collioure (Trea, 2015). Ha colaborado en obras colectivas como la antología Náufragos en San Borondón (Baile del Sol, 2012) o Tripulantes (Eclipsados, 2007).
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