JAZZ
Miles Davis imponía las modas
Ayax Merino 25/05/2016
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Miles Davis abrió los ojos al mundo el 26 de mayo de 1926 en Alton, Illinois, aunque creció en East St. Louis, algo así como San Luis del Este, ciudad que, por cierto, también está en Illinois.
Miles Davis, uno de los más grandes músicos de jazz que han visto los tiempos. Tras Parker, una de las dos luminarias, la otra es Coltrane, claro, que han alumbrado con su deslumbrante luz las intrincadas trochas del jazz despejándolas de tinieblas. Miles imponía las modas, señalaba las tendencias y la tropa, los músicos de jazz, tras sus pasos por donde había puesto sus pies. Innovador, experimentó y probó lo que le vino en gana y cuando le pareció bien. El bop, el cool, el hard bop, el jazz modal, la fusión, el jazz rock, el funky, qué se yo, en todos lados estuvo sentando cátedra. Un maestro que ha ascendido al Olimpo del jazz, sentado a la vera de Armstrong, Ellington, Parker y Coltrane, la eternidad entera tocando sin parar.
Hijo de un dentista, el pequeño Miles se crió en una familia acomodada, con posibles, vaya, y se salvó así de sufrir en sus tiernas carnes estrecheces y penurias. Afortunado que fue, sin duda. Cuando todavía era un chiquillo empezó con la trompeta. Y de chaval hizo sus primeras armas tocando en grupos de su ciudad y alrededores.
El muchacho quería más, ensanchar sus horizontes, que su comarca se le quedaba pequeña. Y se puso pesado, venga a dar la tabarra a sus padres. Todo el santo día con la misma cantinela, sin dejar la matraca. A Nueva York, me quiero ir a Nueva York, la ciudad en la que se cuece el cotarro, donde el bop rompe y rasga, a ver qué hacen los tipos esos, Parker y compañía, que la están armando buena. Y se salió con la suya, claro. Papá y mamá claudicaron ante tanta insistencia y mandaron a su retoño a estudiar música a Nueva York, una gran manzana devorada por sonidos extraños, la ciudad en la que unos audaces jovenzuelos, Gillespie y compañía, forjaban día a día un jazz nuevo. Miles quería estar allí, verlo con sus propios ojos y palparlo con sus manos. Y allí que se fue en 1944.
Me quiero ir a Nueva York, la ciudad en la que se cuece el cotarro, donde el bop rompe y rasga, a ver qué hacen los tipos esos, Parker y compañía, que la están armando buena
Música no sé si llegó a estudiar mucha. Pero que se empapó del jazz que hacían aquellos mendas, Powell y compañía, eso es seguro. Horas y horas se tiró escuchándolos sin cansarse, con los oídos bien abiertos. Y pronto se lanzó también a medir sus fuerzas con aquellos monstruos, que Miles no se plantó en Nueva York sólo para contemplar el panorama, no, ni mucho menos. Miles quería ser arte y parte, estar en el meollo.
Y lo consiguió. Con Parker, sí, con Parker, sopló su trompeta una buena temporada. Eso es entrar con buen pie, sí señor, ya lo creo, lo que se dice llegar y besar el santo. Luego vino lo del famoso noneto que montó con tipos como Gil Evans y Gerry Mulligan y que dio como fruto, sabroso y en sazón, el célebre disco Birth of the Cool. Había nacido el cool, en cuyo parto anduvo Miles de comadrona. Por aquel entonces, 1949 sería, se marcó con Tadd Dameron un viaje a París, lo que siempre hay que reconocer que mola, tocar la trompeta en París.
Este hombre no tenía un pelo de tonto. Enseguida se dio cuenta de que no podía limitarse a ser un émulo de Gillespie, como tantos otros trompetistas de la época. Más que nada porque, aunque hubiese querido, que no quería, tampoco podía. Carecía de las condiciones necesarias, de la rapidez o la potencia sin ir más lejos. Pero como no tenía un pelo de tonto, ya lo he dicho, hizo de la necesidad virtud, hábil y avispado que era. Y se forjó su propio estilo, un estilo a su medida que le calzaba como un guante, más mesurado y sosegado. Con un sonido de veras hermoso, muy personal e inconfundible, imposible de imitar por más que hayan sido legión los trompetistas que se han empecinado en imitarlo.
Las puñeteras drogas
Y así pertrechado echó a andar por su cuenta, hacia donde sus pasos quisiesen llevarle. Lo malo, las drogas, las puñeteras drogas que todo lo ensucian con su podre. Miles se ponía hasta las trancas y eso, claro, es de cajón, fue una traba que lastró aquellos años su carrera. Y sin embargo, pese a todo, su talento le permitió hacer cosas estupendas. Lo sé de buena tinta, que por ahí tengo algún disco suyo de 1953 que es canela fina, por estas.
Jorobado y cansado, barrunto que harto, decidió que ya estaba bien y puso todo su empeño en desengancharse, ardua tarea. Y así, más o menos limpio, se lanzó de nuevo al ruedo. En 1955 dio un soberbio concierto, que tocó como los ángeles, en el Festival de Newport. Aldabonazo que le abrió las puertas de la fama. La Columbia, esa gigantesca compañía, le firmó un contrato. Y así Miles pudo formar un quinteto estable. Uno de los quintetos más célebres de la historia del jazz, memorable quinteto, quinteto ya clásico, inigualable quinteto. Atención, al loro: Miles Davis (trompeta), John Coltrane (saxo tenor), Red Garland (piano), Paul Chambers (bajo) y Philly Joe Jones (batería). Jobar, la leche, qué peña.
Quinteto que después, con la entrada de Cannonball Adderley al saxo alto, se convirtió en sexteto. Nada es estable en este mundo y el paso de los años apareja siempre alteraciones, hubo algunos cambios, se marchó Garland y llegó Bill Evans y luego Wynton Kelly, Philly Joe Jones fue sustituido por Jimmy Cobb, en fin, las mudanzas del tiempo. Sexteto con el que Miles sacó en 1959 uno de los discos más importantes del jazz: Kind of blue. No puedo evitarlo, me voy a regodear citando el plantel, plantel de lujo: Miles Davis, John Coltrane, Cannonball Adderley, Wynton Kelly (la primera pieza), Bill Evans (el resto de temas), Paul Chambers y Jimmy Cobb. Disco capital, disco esencial que cambió la manera de hacer jazz. Un hito a partir del cual ya nada fue lo mismo. Disco de los más vendidos de la historia del jazz, publicado y vuelto a publicar, todavía hoy es obligatorio escucharlo. Disco que inauguró el llamado jazz modal, ahí es nada.
Y mientras hacía diabluras con su quinteto, con su sexteto, Miles se dio el gusto de sacar también por aquellas fechas tres discos espléndidos en colaboración con Gil Evans. Que lo cortés no quita lo valiente y parece que este hombre era capaz de estar en misa y repicar a la vez. No sé cómo se las apañaba, la verdad.
Coltrane decidió montar su propio grupo, Adderley quería hacer la guerra por su cuenta. El sexteto se fue al garete y Miles se quedó sin sexteto
Nada es estable en este mundo, que el tiempo todo lo trastoca. Y el sexteto de Miles fue aventado por el huracán del tiempo, que Coltrane decidió montar su propio grupo, Adderley quería hacer la guerra por su cuenta y así en este plan. El sexteto se fue al garete y Miles se quedó sin sexteto. Cosas de la vida.
Miles probó, buscó y rebuscó, pero no atinaba, no conseguía dar con la tecla justa, la cosa no acababa de encajar como Dios manda. Hasta 1963, que fue cuando consiguió hacerse con una sección rítmica de ensueño a la que juntó el saxo de George Coleman. Y en 1964 el nuevo quinteto quedó definitivamente constituido con la entrada de un nuevo saxo, de esta guisa: Miles Davis (trompeta), Wayne Shorter (saxo tenor), Herbie Hancock (piano), Ron Carter (bajo) y Tony Williams (batería). Otro quinteto memorable, quinteto que ha pasado a la historia, quinteto excepcional, maravilloso quinteto todavía recordado y que aparece en las crónicas como uno de los grandes quintetos del jazz. Con ese quinteto sacó Miles discos fantásticos.
Pero el tiempo, que no para quieto y todo lo gasta, deshizo también este segundo quinteto. Nada hay fijo, nada permanece estable. Los años pasaron y Miles siguió su andadura. Empezó entonces, siempre inquieto, a experimentar con la fusión, con el rock. En 1975, de repente, desapareció de la escena y se aisló del mundo. Enfermo, cansado, machacado por las drogas, lo mandó todo a paseo.
Volvió a la lucha en 1981. Otra vez a experimentar, a buscar nuevos caminos. Y así continuó hasta su muerte. Falleció el 28 de septiembre de 1991 en Santa Mónica, con tan sólo 65 años de nada, semanas después de dar un concierto con viejos colegas y amigos de toda la vida, su último concierto.
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Esta semblanza puede escucharse en el programa Jazz en el aire.
Miles Davis abrió los ojos al mundo el 26 de mayo de 1926 en Alton, Illinois, aunque creció en East St. Louis, algo así como San Luis del Este, ciudad que, por cierto, también está en Illinois.
Miles Davis, uno de los más grandes músicos de jazz que han visto los tiempos....
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Ayax Merino
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