1. Número 1 · Enero 2015

  2. Número 2 · Enero 2015

  3. Número 3 · Enero 2015

  4. Número 4 · Febrero 2015

  5. Número 5 · Febrero 2015

  6. Número 6 · Febrero 2015

  7. Número 7 · Febrero 2015

  8. Número 8 · Marzo 2015

  9. Número 9 · Marzo 2015

  10. Número 10 · Marzo 2015

  11. Número 11 · Marzo 2015

  12. Número 12 · Abril 2015

  13. Número 13 · Abril 2015

  14. Número 14 · Abril 2015

  15. Número 15 · Abril 2015

  16. Número 16 · Mayo 2015

  17. Número 17 · Mayo 2015

  18. Número 18 · Mayo 2015

  19. Número 19 · Mayo 2015

  20. Número 20 · Junio 2015

  21. Número 21 · Junio 2015

  22. Número 22 · Junio 2015

  23. Número 23 · Junio 2015

  24. Número 24 · Julio 2015

  25. Número 25 · Julio 2015

  26. Número 26 · Julio 2015

  27. Número 27 · Julio 2015

  28. Número 28 · Septiembre 2015

  29. Número 29 · Septiembre 2015

  30. Número 30 · Septiembre 2015

  31. Número 31 · Septiembre 2015

  32. Número 32 · Septiembre 2015

  33. Número 33 · Octubre 2015

  34. Número 34 · Octubre 2015

  35. Número 35 · Octubre 2015

  36. Número 36 · Octubre 2015

  37. Número 37 · Noviembre 2015

  38. Número 38 · Noviembre 2015

  39. Número 39 · Noviembre 2015

  40. Número 40 · Noviembre 2015

  41. Número 41 · Diciembre 2015

  42. Número 42 · Diciembre 2015

  43. Número 43 · Diciembre 2015

  44. Número 44 · Diciembre 2015

  45. Número 45 · Diciembre 2015

  46. Número 46 · Enero 2016

  47. Número 47 · Enero 2016

  48. Número 48 · Enero 2016

  49. Número 49 · Enero 2016

  50. Número 50 · Febrero 2016

  51. Número 51 · Febrero 2016

  52. Número 52 · Febrero 2016

  53. Número 53 · Febrero 2016

  54. Número 54 · Marzo 2016

  55. Número 55 · Marzo 2016

  56. Número 56 · Marzo 2016

  57. Número 57 · Marzo 2016

  58. Número 58 · Marzo 2016

  59. Número 59 · Abril 2016

  60. Número 60 · Abril 2016

  61. Número 61 · Abril 2016

  62. Número 62 · Abril 2016

  63. Número 63 · Mayo 2016

  64. Número 64 · Mayo 2016

  65. Número 65 · Mayo 2016

  66. Número 66 · Mayo 2016

  67. Número 67 · Junio 2016

  68. Número 68 · Junio 2016

  69. Número 69 · Junio 2016

  70. Número 70 · Junio 2016

  71. Número 71 · Junio 2016

  72. Número 72 · Julio 2016

  73. Número 73 · Julio 2016

  74. Número 74 · Julio 2016

  75. Número 75 · Julio 2016

  76. Número 76 · Agosto 2016

  77. Número 77 · Agosto 2016

  78. Número 78 · Agosto 2016

  79. Número 79 · Agosto 2016

  80. Número 80 · Agosto 2016

  81. Número 81 · Septiembre 2016

  82. Número 82 · Septiembre 2016

  83. Número 83 · Septiembre 2016

  84. Número 84 · Septiembre 2016

  85. Número 85 · Octubre 2016

  86. Número 86 · Octubre 2016

  87. Número 87 · Octubre 2016

  88. Número 88 · Octubre 2016

  89. Número 89 · Noviembre 2016

  90. Número 90 · Noviembre 2016

  91. Número 91 · Noviembre 2016

  92. Número 92 · Noviembre 2016

  93. Número 93 · Noviembre 2016

  94. Número 94 · Diciembre 2016

  95. Número 95 · Diciembre 2016

  96. Número 96 · Diciembre 2016

  97. Número 97 · Diciembre 2016

  98. Número 98 · Enero 2017

  99. Número 99 · Enero 2017

  100. Número 100 · Enero 2017

  101. Número 101 · Enero 2017

  102. Número 102 · Febrero 2017

  103. Número 103 · Febrero 2017

  104. Número 104 · Febrero 2017

  105. Número 105 · Febrero 2017

  106. Número 106 · Marzo 2017

  107. Número 107 · Marzo 2017

  108. Número 108 · Marzo 2017

  109. Número 109 · Marzo 2017

  110. Número 110 · Marzo 2017

  111. Número 111 · Abril 2017

  112. Número 112 · Abril 2017

  113. Número 113 · Abril 2017

  114. Número 114 · Abril 2017

  115. Número 115 · Mayo 2017

  116. Número 116 · Mayo 2017

  117. Número 117 · Mayo 2017

  118. Número 118 · Mayo 2017

  119. Número 119 · Mayo 2017

  120. Número 120 · Junio 2017

  121. Número 121 · Junio 2017

  122. Número 122 · Junio 2017

  123. Número 123 · Junio 2017

  124. Número 124 · Julio 2017

  125. Número 125 · Julio 2017

  126. Número 126 · Julio 2017

  127. Número 127 · Julio 2017

  128. Número 128 · Agosto 2017

  129. Número 129 · Agosto 2017

  130. Número 130 · Agosto 2017

  131. Número 131 · Agosto 2017

  132. Número 132 · Agosto 2017

  133. Número 133 · Septiembre 2017

  134. Número 134 · Septiembre 2017

  135. Número 135 · Septiembre 2017

  136. Número 136 · Septiembre 2017

  137. Número 137 · Octubre 2017

  138. Número 138 · Octubre 2017

  139. Número 139 · Octubre 2017

  140. Número 140 · Octubre 2017

  141. Número 141 · Noviembre 2017

  142. Número 142 · Noviembre 2017

  143. Número 143 · Noviembre 2017

  144. Número 144 · Noviembre 2017

  145. Número 145 · Noviembre 2017

  146. Número 146 · Diciembre 2017

  147. Número 147 · Diciembre 2017

  148. Número 148 · Diciembre 2017

  149. Número 149 · Diciembre 2017

  150. Número 150 · Enero 2018

  151. Número 151 · Enero 2018

  152. Número 152 · Enero 2018

  153. Número 153 · Enero 2018

  154. Número 154 · Enero 2018

  155. Número 155 · Febrero 2018

  156. Número 156 · Febrero 2018

  157. Número 157 · Febrero 2018

  158. Número 158 · Febrero 2018

  159. Número 159 · Marzo 2018

  160. Número 160 · Marzo 2018

  161. Número 161 · Marzo 2018

  162. Número 162 · Marzo 2018

  163. Número 163 · Abril 2018

  164. Número 164 · Abril 2018

  165. Número 165 · Abril 2018

  166. Número 166 · Abril 2018

  167. Número 167 · Mayo 2018

  168. Número 168 · Mayo 2018

  169. Número 169 · Mayo 2018

  170. Número 170 · Mayo 2018

  171. Número 171 · Mayo 2018

  172. Número 172 · Junio 2018

  173. Número 173 · Junio 2018

  174. Número 174 · Junio 2018

  175. Número 175 · Junio 2018

  176. Número 176 · Julio 2018

  177. Número 177 · Julio 2018

  178. Número 178 · Julio 2018

  179. Número 179 · Julio 2018

  180. Número 180 · Agosto 2018

  181. Número 181 · Agosto 2018

  182. Número 182 · Agosto 2018

  183. Número 183 · Agosto 2018

  184. Número 184 · Agosto 2018

  185. Número 185 · Septiembre 2018

  186. Número 186 · Septiembre 2018

  187. Número 187 · Septiembre 2018

  188. Número 188 · Septiembre 2018

  189. Número 189 · Octubre 2018

  190. Número 190 · Octubre 2018

  191. Número 191 · Octubre 2018

  192. Número 192 · Octubre 2018

  193. Número 193 · Octubre 2018

  194. Número 194 · Noviembre 2018

  195. Número 195 · Noviembre 2018

  196. Número 196 · Noviembre 2018

  197. Número 197 · Noviembre 2018

  198. Número 198 · Diciembre 2018

  199. Número 199 · Diciembre 2018

  200. Número 200 · Diciembre 2018

  201. Número 201 · Diciembre 2018

  202. Número 202 · Enero 2019

  203. Número 203 · Enero 2019

  204. Número 204 · Enero 2019

  205. Número 205 · Enero 2019

  206. Número 206 · Enero 2019

  207. Número 207 · Febrero 2019

  208. Número 208 · Febrero 2019

  209. Número 209 · Febrero 2019

  210. Número 210 · Febrero 2019

  211. Número 211 · Marzo 2019

  212. Número 212 · Marzo 2019

  213. Número 213 · Marzo 2019

  214. Número 214 · Marzo 2019

  215. Número 215 · Abril 2019

  216. Número 216 · Abril 2019

  217. Número 217 · Abril 2019

  218. Número 218 · Abril 2019

  219. Número 219 · Mayo 2019

  220. Número 220 · Mayo 2019

  221. Número 221 · Mayo 2019

  222. Número 222 · Mayo 2019

  223. Número 223 · Mayo 2019

  224. Número 224 · Junio 2019

  225. Número 225 · Junio 2019

  226. Número 226 · Junio 2019

  227. Número 227 · Junio 2019

  228. Número 228 · Julio 2019

  229. Número 229 · Julio 2019

  230. Número 230 · Julio 2019

  231. Número 231 · Julio 2019

  232. Número 232 · Julio 2019

  233. Número 233 · Agosto 2019

  234. Número 234 · Agosto 2019

  235. Número 235 · Agosto 2019

  236. Número 236 · Agosto 2019

  237. Número 237 · Septiembre 2019

  238. Número 238 · Septiembre 2019

  239. Número 239 · Septiembre 2019

  240. Número 240 · Septiembre 2019

  241. Número 241 · Octubre 2019

  242. Número 242 · Octubre 2019

  243. Número 243 · Octubre 2019

  244. Número 244 · Octubre 2019

  245. Número 245 · Octubre 2019

  246. Número 246 · Noviembre 2019

  247. Número 247 · Noviembre 2019

  248. Número 248 · Noviembre 2019

  249. Número 249 · Noviembre 2019

  250. Número 250 · Diciembre 2019

  251. Número 251 · Diciembre 2019

  252. Número 252 · Diciembre 2019

  253. Número 253 · Diciembre 2019

  254. Número 254 · Enero 2020

  255. Número 255 · Enero 2020

  256. Número 256 · Enero 2020

  257. Número 257 · Febrero 2020

  258. Número 258 · Marzo 2020

  259. Número 259 · Abril 2020

  260. Número 260 · Mayo 2020

  261. Número 261 · Junio 2020

  262. Número 262 · Julio 2020

  263. Número 263 · Agosto 2020

  264. Número 264 · Septiembre 2020

  265. Número 265 · Octubre 2020

  266. Número 266 · Noviembre 2020

  267. Número 267 · Diciembre 2020

  268. Número 268 · Enero 2021

  269. Número 269 · Febrero 2021

  270. Número 270 · Marzo 2021

  271. Número 271 · Abril 2021

  272. Número 272 · Mayo 2021

  273. Número 273 · Junio 2021

  274. Número 274 · Julio 2021

  275. Número 275 · Agosto 2021

  276. Número 276 · Septiembre 2021

  277. Número 277 · Octubre 2021

  278. Número 278 · Noviembre 2021

  279. Número 279 · Diciembre 2021

  280. Número 280 · Enero 2022

  281. Número 281 · Febrero 2022

  282. Número 282 · Marzo 2022

  283. Número 283 · Abril 2022

  284. Número 284 · Mayo 2022

  285. Número 285 · Junio 2022

  286. Número 286 · Julio 2022

  287. Número 287 · Agosto 2022

  288. Número 288 · Septiembre 2022

  289. Número 289 · Octubre 2022

  290. Número 290 · Noviembre 2022

  291. Número 291 · Diciembre 2022

  292. Número 292 · Enero 2023

  293. Número 293 · Febrero 2023

  294. Número 294 · Marzo 2023

  295. Número 295 · Abril 2023

  296. Número 296 · Mayo 2023

  297. Número 297 · Junio 2023

  298. Número 298 · Julio 2023

  299. Número 299 · Agosto 2023

  300. Número 300 · Septiembre 2023

  301. Número 301 · Octubre 2023

  302. Número 302 · Noviembre 2023

  303. Número 303 · Diciembre 2023

  304. Número 304 · Enero 2024

  305. Número 305 · Febrero 2024

  306. Número 306 · Marzo 2024

  307. Número 307 · Abril 2024

  308. Número 308 · Mayo 2024

  309. Número 309 · Junio 2024

  310. Número 310 · Julio 2024

  311. Número 311 · Agosto 2024

  312. Número 312 · Septiembre 2024

  313. Número 313 · Octubre 2024

  314. Número 314 · Noviembre 2024

Ayúdanos a perseguir a quienes persiguen a las minorías. Total Donantes 3.340 Conseguido 91% Faltan 16.270€

Relatos de Daadab

El libro 'City of Thorns' recoge las historias de nueve refugiados del mayor campo del mundo. La guerra en Somalia sigue empujando a miles de personas a asentarse en él

Álvaro Guzmán Bastida 15/06/2016

En CTXT podemos mantener nuestra radical independencia gracias a que las suscripciones suponen el 70% de los ingresos. No aceptamos “noticias” patrocinadas y apenas tenemos publicidad. Si puedes apoyarnos desde 3 euros mensuales, suscribete aquí

Ben Rawlence libraba una batalla perdida de antemano. Corría octubre de 2014, y el periodista galés declaraba ante un rebaño de impertérritos burócratas del Consejo Nacional de Seguridad de los Estados Unidos en una sala gris de la Casa Blanca. A Rawlence lo habían convocado después de que arguyera en un artículo que el campo de refugiados de Dadaab, en el Norte de Kenia, no es un vivero de extremistas como pretende el gobierno keniano. Come and tell us why, “ven a contarnos por qué crees eso”, le dijeron los funcionarios estadounidenses.

Y eso hizo. Les contó que los habitantes de Dadaab provienen en su inmensa mayoría de zonas rurales de Somalia, y son gente tranquila, pacífica, y en su mayoría pro americana. Les dijo que casi todos son musulmanes sufíes, moderados, que rechazan a Al Shabaab, la filial de Al Qaeda en el Cuerno de África. Señaló que el campamento ocupa un territorio tan extenso que sus habitantes viven agrupados en una suerte de poblachos, que llevan más de dos décadas viviendo juntos y que forman comunidades cerradas, en las que es muy difícil que los foráneos se adentren a agitar, hacer proselitismo o promover la violencia. 

No logró convencerles. “Me escucharon atentamente”, cuenta Rawlence a CTXT, “pero estaban seguros de que esta gente, por el hecho de ser pobre, estaba bajo presión, y por eso mismo corría el riesgo de ser radicalizada. Desde el punto de vista del Consejo Nacional de Seguridad, sólo había dos posibilidades: o eran terroristas o estaban en riesgo de terminar siéndolo. No les cabía en la cabeza que se trata de familias, de jóvenes interesados en jugar a fútbol o en echarse un novio o una novia”.

Rawlence sabía de qué hablaba. Llevaba casi cinco años en contacto con centenares de habitantes de Dadaab, preparando un libro-reportaje sobre la vida de nueve de ellos y sobre la historia del campo de refugiados, el más grande del mundo. En el momento de su visita a la Casa Blanca, Rawlence estaba escribiendo su libro City of Thorns (Picador, 2016). Su intento fallido de convencer a los funcionarios estadounidenses de que no retiraran gran parte de su financiación del campo terminó sirviéndole para ilustrar el prólogo del libro. “Sólo les preocupaba si se trataba o no de terroristas”, apunta Rawlence. “Es una pena, porque si el interés real fuera lograr la paz en Somalia, la mejor manera sería invertir en los campos de refugiados para educar a esta gente y que puedan regresar a casa y construir un futuro en paz allí. Pero el prisma de la política antiterrorista no da para eso”.

Dadaab se puso en marcha en 1992 para dar cobijo a 90.000 refugiados que huían de la guerra civil en Somalia. Un cuarto de siglo después, alimentado por las víctimas de una guerra que no termina, el campo cuenta con medio millón de habitantes, y ocupa una extensión similar a la de Lisboa.  

A principios de mayo, Dadaab volvió a las páginas de los periódicos tras el anuncio por parte del gobierno keniano de que iba a cerrarlo por motivos de seguridad. A Rawlence no le sorprendió. “Kenia lleva años jugando a lo mismo: amenaza con cerrar el campo para conseguir más dinero y ganar espacio diplomático en su disputa con Somalia sobre la frontera marítima entre ambos países”. La táctica parece surtir efecto: la última vez que Kenia amenazó con cerrar Dadaab, obtuvo 45 millones de dólares más de ayuda militar de los Estados Unidos.

Ante todo, señala Rawlence, el anuncio del gobierno keniano supuso una formidable maniobra de distracción: en junio está previsto que se renueve la misión de la Unión Africana en Somalia. A lo largo de los últimos meses, se han publicado de numerosas investigaciones que señalan a los abusos de las tropas kenianas en el país vecino, además de su complicidad en el contrabando de materias primas en la frontera por valor de 400 millones de dólares. En noviembre, el parlamento somalí aprobó una resolución reclamando la retirada de las tropas kenianas en Somalia. “Justo cuando aumentaba la presión para que Kenia se retire de Somalia, la discusión gira, y se habla solo de refugiados, a los que se demoniza”, señala Rawlence. “Es una jugada maestra”.

Rawlence describe Dadaab como una “destartalada metrópolis”, poblada de cines, restaurantes hoteles y hospitales. Cuenta que en el campo se organizan torneos de fútbol, se vota en elecciones y hay decenas de miles de tumbas, que sirven de lúgubre recordatorio. “El término ‘campo de refugiados’ es engañoso: sugiere un elemento de temporalidad, y ese lugar es todo menos temporal. Hay ya tres generaciones que han nacido allí, que están enterradas allí. En Dadaab hay todo un ecosistema vital”.

Uno de los personajes del libro, Guled, ha pasado su vida huyendo de los militantes de al-Shabaab. Guled, un joven huérfano acostumbrado a vivir en las calles de Mogadiscio a quien Rawlence describe como un chaval menudo, de cabeza estrecha y barbilla afilada, es además adicto al fútbol. Esa fue su condena. Una tarde de octubre en 2010, después de jugar un partido en el colegio, Guled fue secuestrado por la banda, que no permite la práctica del deporte. No estaba solo: ese año, la guerrilla islamista capturó a más de 2.000 niños.

Guled consiguió escapar de sus captores en pleno adiestramiento para la yihad. Para huir de un Mogadiscio controlado por al-Shabaab, escribe Rawlence, el joven necesitaba tres cosas: dinero, coraje e imaginación. Lo primero, fundamental para el viaje, lo consiguió de una tía tras una visita fugaz en la que apenas tuvo tiempo para explicaciones. Lo segundo le sirvió para sortear una ruta en dirección sur, plagada de controles de al-Shabaab y bandidos dispuestos a asaltar los vehículos camino de la frontera. Lo tercero—la imaginación— era lo más difícil para un adolescente que no conocía más tierra que su Mogadiscio natal, ocupada desde que tenía memoria por la guerrilla: “Para una mente formada en la confusión de la guerra”, escribe Rawlence, “la capacidad de imaginarse una vida mejor o siquiera diferente en otro lugar es un hito extraordinario”. El 1 de diciembre de 2010, Guled llegó, sólo, como había partido, al campamento de Dadaab.

Desde que, en 2008, al-Shabaab asumiera el control de la mayor parte del territorio de Somalia, el Cuerno de África ocupa un lugar central en la preocupación occidental por el terrorismo yihadista. Eso no ha hecho sino empantanar la situación del campo y sus habitantes. Y, sin embargo, señala Rawlence, el problema de Dadaab no es la radicalización sobre la que ponen el foco tanto los funcionarios de la Casa Blanca como el gobierno keniano. “El problema es la guerra. Uno de los elementos de esa guerra es el terrorismo, pero hay elementos más grandes, que Occidente se niega a tener en cuenta”.

Rawlence se refiere a los intereses políticos de las élites en Somalia y de otras potencias regionales, como Etiopía o Yibuti, que manipulan el conflicto. Además, añade, el juego de alianzas de los Estados Unidos y Europa, y su intervención en momentos clave como la financiación de la invasión de Somalia por parte de Etiopía en 2006, no hacen sino empeorar las cosas. Por encima de todo está lo que Rawlence llama ‘economía de conflicto’.

“La presencia keniana en el sur de Somalia es fundamental, ya que permite la financiación del terrorismo”. El conflicto genera un territorio sin ley, que permite importar materias primas y bienes de consumo sin impuestos a Somalia, y luego hacer contrabando con ellos en Kenia. “El ejército keniano y Al-Shabaab organizan controles de carretera a cinco kilómetros de distancia el uno del otro, y en cada uno generan ingresos mediante sobornos o seudoimpuestos. El ejército keniano quiere ganar dinero, y permite que los terroristas lo ganen también, y luego se enfrenta a ellos en combate. Es absurdo”.

Tras cruzar los controles fronterizos de al-Shabaab a un lado y del ejército keniano al otro, los productos del contrabando llegan a Bosnia. Es así como se llama el mercado central de Dabaab, en macabro honor al país balcánico, cuya guerra coincidió con la fundación del campo. Allí llegan la pasta, el arroz, la leche, los zapatos, los coches, y sobre todo el azúcar que circulan por el campo con destino a Nairobi, donde producen grandes beneficios –libres de aranceles- para unos pocos.

En torno a Bosnia, cuenta Rawlence, se estructura una ‘economía humanitaria’, con sus clases dominantes –en forma de líderes de la guerrilla o políticos kenianos ‘untados’— sus millonarios oportunistas —que utilizan sus contactos a ambos lados de la frontera para hacer circular los bienes, o servir las necesidades de las agencias de ayuda humanitaria en forma de alquiler de vehículos o construcción de oficinas— una reducida ‘clase media’ de intermediarios y, al pie de la pirámide, decenas de miles de jornaleros que cobran una miseria por descargar las mercancías y reempaquetarlas para su venta en Kenia. Es así como se se gana los cuartos Tawane, un treintañero que lleva en Daabad desde su fundación, cuando tenía siete años, tras perder en la guerra civil somalí a sus dos hermanos.

Desde su fundación, Daabad ha recibido menos fondos de los necesarios para su funcionamiento. Cuando, en 2011, una sequía formidable azotó Somalia, la bomba de relojería de un campo sobrepoblado e infradotado explotó, llenando los telediarios de medio mundo de imágenes de jóvenes desnutridos. La comunidad internacional reaccionó, abriendo el grifo de los fondos para las agencias humanitarias y el Programa Mundial de Alimentos. Pero, señala Rawlence, la ayuda llegó demasiado tarde, y cesó tan pronto como Daabad dejó de ser noticia. “La comunidad internacional debía haber hecho caso de los avisos del sistema de alerta, y no esperado a que la situación fuera de crisis humanitaria total”, afirma.

Rawlence tampoco exime de culpa a las organizaciones de ayuda humanitaria. “Parte del motivo por el que la comunidad internacional se negaba a dar más ayuda a Somalia fue que en los años previos se habían sucedido los escándalos en los que la ayuda en forma de comida desaparecía, o terminaba en manos de al-Sabaab”, cuenta. “El gobierno estadounidense tenía un pretexto para decir: ‘No vamos a dar más ayuda, porque la malversasteis la última vez”.

En cierta medida, cuenta Rawlence, Tawane es un privilegiado dentro del campo por algo tan simple como que puede trabajar. Guled tiene menos suerte: su pasado como miliciano de al-Shabaab, aunque fue breve y forzoso, lo dejó estigmatizado, y le resulta casi imposible conseguir trabajo como porteador en el mercado de Bosnia.

En Dabaad nada es gratis. A quienes, como Guled, no tienen el lujo de trabajar no les queda otra que comerciar con las escasas raciones de comida que reciben de las Naciones Unidas para obtener dinero con el que comprar ropa, zapatos o teléfonos. La venta de parte de la primera ración es costumbre al llegar al campo, ya que la mayoría de los recién llegados han empeñado todos sus ahorros en el viaje, y ansían llamar a casa para tranquilizar a quienes les dan por desaparecidos o muertos. Guled y otros cientos de miles han convertido ese mercadeo del bien más básico en un modelo de subsistencia.

Por si fuera poco, en el mismo fatídico 2011, y aprovechando el caos que reinaba en Daadab, al-Shabaab secuestró a dos cooperantes españolas. El caudal de la ayuda humanitaria, que había fluido por un instante en respuesta a la crisis humanitaria, se secó. Cesó incluso la distribución de las ansiadas raciones comida. Tuvieron que ser refugiados voluntarios, entre ellos Tawane, quienes tomaron el relevo de los trabajadores de la ONU para hacer llegar la comida al resto de habitantes de Dadaab.

Nadie vive en Dadaab por gusto. Quienes lo habitan –o sus padres— lo trataron como  un alto en el camino a un ‘otra parte’, a menudo sin concretar. Y, sin embargo, muy pocos pueden marcharse. Los gobiernos de Etiopía y Kenia no permiten a los refugiados trabajar, ni integrarse. Prefieren utilizarlos como arma arrojadiza para sus disputas geopolíticas, o como moneda de cambio que canjear por ayuda militar estadounidense. Europa y Estados Unidos, destino preferido para la mayoría, tampoco les brinda cobijo. La salida de Dadaab solo existe para quienes pueden comprarla, y tiene forma de pasaporte keniano, o de cara odisea a Europa financiada por las mafias. La otra opción, regresar a la guerra en Somalia, sería suicida.

A lo largo del libro, conforme se acerca a los cuarenta años, Tawane, va perdiendo la esperanza de escapar algún día de Dabaad. El niño que soñaba con una vida lejos del campo es ahora padre, y no se permite tales lujos. “Su anhelo de un futuro en otro lugar se ha esfumado, y vive traumatizado, deprimido”, cuenta Rawlence. Esa depresión, reconoce, refleja la del campo en su conjunto.

Ben Rawlence libraba una batalla perdida de antemano. Corría octubre de 2014, y el periodista galés declaraba ante un rebaño de impertérritos burócratas del Consejo Nacional de Seguridad de los Estados Unidos en una sala gris de la Casa Blanca. A Rawlence lo habían convocado después de que arguyera en un artículo...

Este artículo es exclusivo para las personas suscritas a CTXT. Puedes iniciar sesión aquí o suscribirte aquí

Autor >

Álvaro Guzmán Bastida

Nacido en Pamplona en plenos Sanfermines, ha vivido en Barcelona, Londres, Misuri, Carolina del Norte, Macondo, Buenos Aires y, ahora, Nueva York. Dicen que estudió dos másteres, de Periodismo y Política, en Columbia, que trabajó en Al Jazeera, y que tiene los pies planos. Escribe sobre política, economía, cultura y movimientos sociales, pero en realidad, solo le importa el resultado de Osasuna el domingo.

Suscríbete a CTXT

Orgullosas
de llegar tarde
a las últimas noticias

Gracias a tu suscripción podemos ejercer un periodismo público y en libertad.
¿Quieres suscribirte a CTXT por solo 6 euros al mes? Pulsa aquí

Artículos relacionados >

Deja un comentario


Los comentarios solo están habilitados para las personas suscritas a CTXT. Puedes suscribirte aquí