Puede pasar alguna cosa; o puede que no pase nada; pero lo que no debería pasar es cualquier cosa. No. No estamos emulando la retórica de nuestro presidente en funciones. Con esta frase resumimos el escenario demoscópico para estas generales. Nos las prometíamos felices; pero la desafortunada mezcla de competición a cuatro, sistema electoral y movilización incierta (con un impacto muy diferenciado por partidos) nos ha aguado la fiesta. Unas generales que, teóricamente, iban a ser fáciles de pronosticar, las encaramos con varias incógnitas por resolver y a la espera de alguna hipotética sorpresa.

Vayamos por partes:

a) “Puede pasar alguna cosa”. La más previsible de todas es la "victoria" del PP en votos y escaños. Aquí la sorpresa puede venir de lo segundo. Con menos de un 2% adicional al promedio pronosticado, el PP podría encaramarse por encima de los 120 llegando, incluso, a los 130 escaños. Ojo. No es que vaya a pasar, pero sí que es perfectamente viable con los pronósticos disponibles.

La otra certeza que nos dejan las encuestas es el sorpasso. Pero el PSOE tiene margen para resistir, al menos en escaños. Si fuera el caso, y se frustrara el ascenso de Unidos Podemos, los de Iglesias no deberían disgustarse demasiado: que el PSOE aguante es requisito indispensable para que los números de la hipotética coalición de izquierdas cuadren, quedando liberados de tener que recabar los apoyos de ERC o de CDC.

b) “O puede que no pase nada”, es decir, que en términos de opciones de gobierno nos quedemos como estábamos. No sería para nada una sorpresa. De hecho, es tan probable como lo anterior que, salvo unos escaños arriba o abajo y el posible cambio en la segunda plaza, la repetición no aporte nada sustancial.

c) “Pero lo que no debería pasar es cualquier cosa". Como que el PP y Ciudadanos sumen. Por lo que sabemos, es la opción con menos posibilidades. Para alcanzar la gobernabilidad, entre ambos, deberían superar con claridad el 46% de los votos y de una manera particular respecto a sus oponentes. Y si bien no están demasiado lejos (ojo, el promedio de las encuestas les pronostica un 44%), sería todo un fracaso para los pollsters ibéricos. Hay resultados que, si se dieran, exigirían la apertura de una comisión que auditara las encuestas, como hicieron en Reino Unido tras el fracaso de 2015. Este sería, posiblemente, uno de ellos.

Finalmente, también descartamos que Unidos Podemos vaya a ganar las elecciones. Y esta vez no será porque se les quede corta la campaña. De hecho, les está sobrando. Empezaron la campaña con muy buenas perspectivas, pero la tendencia hace dos semanas que es muy clara.

En definitiva, dentro de estas coordenadas, todo es posible. Fuera de ellas poco o nada. Así que les propongo que se relajen; que se olviden de las andorranas y de los "sondeos secretos". Eviten coger nervios, que no vale la pena. Disfruten de los días que quedan y, si les apetece, vivan con emoción lo que resta de campaña. También, si pueden evitarlo, no se tomen a pecho las exit polls. Porque esto, más que una carrera de caballos, va a ser una lotería. Créanlo o no. Se lo dice un believer de las encuestas.