Partido Popular
"Hemos ganado las elecciones, bien"
Álex Moreno / José Luis Marín Madrid , 27/06/2016
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"No subirá mucho de la última encuesta que ha salido”. La horquilla de escaños que barajaba el Partido Popular, o al menos la que transmitía en la sala de prensa de Génova, remitía a los que le otorgaban los primeros sondeos a pie de urna. Entre 117 y 123 diputados, aunque su presidente, en petit comité, había vaticinado días antes un mínimo cómodo de 130. Rajoy tenía razón: al final fueron 137, 14 más que el 20D pero insuficiente, en apariencia, para formar gobierno.
Aun extrapolando a más de 130 escaños desde los primeros recuentos, en Génova 13 pedían calma y tranquilidad. “Va a ser una noche larga” era la frase más repetida en la sala de prensa. La exministra Pilar del Castillo prefería poner la atención en otras aceras. “La clave será quién queda segundo, si Podemos o PSOE. Independientemente de la suma”. Esa sería la única visita a la rueda de prensa de un miembro del partido para valorar los resultados. La jefa de prensa del partido aseguraba minutos más tarde que solo a partir del 40% del voto escrutado podrían tomarse en serio los resultados. El recuento avanzaba, el azul no cedía y en Génova preferían saborear el triunfo más dulce contabilizando escaños y viendo la desgracia, o la alegría del pobre, en el resto de sedes. En solitario eso sí. Ni un solo representante más del partido apareció por lugares accesibles para los periodistas mortales.
Con más del 50% de votos escrutados la afluencia de simpatizantes era más que discreta. Fue creciendo según avanzaba la noche y se mantenía sólida la posición del PP en el recuento. Un despliegue técnico en consonancia con la megalomanía material del partido –al menos cinco torres de sonido, luces y medios audiovisuales adornaban la calle Génova– se elevaba en el cruce donde se encuentra la sede de la formación. Poco antes de que cayese el sol y cuando la victoria era más que segura comenzó una fiesta que nunca pareció masiva. Entre ellos, eso sí, bastantes jóvenes, quizás más atraídos que los mayores por la celebración. Como anécdota, la expectación que levantó la llegada del hombre que repartía las insignias con el logo popular, como si del mismísimo presidente en funciones se tratase. Otro derroche de medios.
“Perdona, ¿sabéis dónde podemos conseguir unas banderas?”. En la calle, dos jóvenes simpatizantes se acercaban llamadas por las acreditaciones facilitadas por el partido, y la primera reacción era acordarse de los jóvenes militantes del PP bajando a la calle bandera en mano y dejando en las escaleras las esencias del triunfo. La victoria del PP olía a ron.
La siguiente comparecencia pública de un cargo popular sería la salida de Rajoy al balcón de Génova, pocos minutos después de iniciarse la madrugada. Hasta entonces, solo un estruendoso grito rompía el ajetreo de periodistas en la sala de prensa. Era la respuesta a una imagen proyectada, la de un mapa de España coloreado casi completamente de azul. Con más del 90% escrutado, no había señal alguna de que ningún dirigente fuera a proclamar la victoria electoral. Desde las plantas nobles, los miembros del partido bajaban a la calle portando sus banderas por las escaleras del edificio.
Mientras tanto, Lagarder, popular y mediático activista, continuó con su protesta en la acera contigua a la sede: “¡Corruptos! ¡Corruptos! ¡Mafia, mafia, corruptos”, gritaba, aprovechando los instantes de silencio entre canción y canción. Tres chicos se encararon con él y su acompañante, pero cuando Mariano Rajoy apareció ante el público su presencia más se hizo notar. La gente se crispó, y en un abrir y cerrar de ojos la policía los detuvo de forma extremadamente contundente. Furgón, portazo y acelerón incluidos.
Rajoy volvió a la carga, haciendo honor al personaje: “No ha sido esta una etapa fácil. Dicho de otra forma, ha sido muy difícil”. ¡Sí, se puede! ¡Sí, se puede!”, interrumpían la elocuencia de su presidente. “Me dicen aquí que recuerde que hemos ganado las elecciones. Bien, hemos ganado las elecciones”. Parecía una parodia de todos los gags acumulados por el presidente, un homenaje a su figura tras su tercera victoria electoral consecutiva. Sin que los escándalos hicieran mella en las urnas. “Campeooones, campeoooones, oé, oé oéeee…”. La presencia de Fernández Díaz, ministro del Interior cuyas maniobras en la cloaca habían sido aireadas esta misma semana, eran la guinda de la victoria.
Parecía que el ‘viva España’ que se gritó con fervor para despedir la noche ponía broche final. Un bote de humo rojo, lanzado por un grupo de jóvenes que interrumpían la fiesta vestidos de ladrones, provocó carreras entre los simpatizantes que celebraban la victoria. Rápidamente fueron reducidos. “¿Esos que son, los malos?”, preguntó Rajoy a Cospedal, que le señalaba el ajetreo formado en ese momento. “Somos una gran nación, de las mejores del mundo, por supuesto de Europa, y vamos a estar ahí a la altura de las circunstancias. ¡Muchas gracias!”. Y volvió a sonar, a todo trapo, el merengue del PP.
"No subirá mucho de la última encuesta que ha salido”. La horquilla de escaños que barajaba el Partido Popular, o al menos la que transmitía en la sala de prensa de Génova, remitía a los que le otorgaban los primeros sondeos a pie de urna. Entre 117 y 123 diputados, aunque su presidente, en petit...
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José Luis Marín
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