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Todavía no habían llegado las segundas elecciones y, sin embargo, Luis Goytisolo (Barcelona, 1935) ya lo vaticinaba: “Estamos atascados y poco se puede hacer”. Niega todo pesimismo y, sin embargo, poco optimismo se percibe en las palabras de uno de los experimentadores literarios de nuestras letras. Se le pregunta de política, pero no parece interesado en el tema. Para Goytisolo lo “verdaderamente serio es la literatura”, la política está absolutamente decaída, “quien gobierna no son los políticos, tampoco los mercados en sí mismos, gobiernan quienes manejan los mercados”, afirma el autor, miembro de la estirpe literaria de los Goytisolo, hermano de Juan, Premio Cervantes 2014, y de José Agustín, el poeta.
El autor consiguió en 1958 el Premio Biblioteca Breve con su primera novela Las afueras, aunque su consagración le llegó con Antagonía, una tetralogía a la que dedicó 17 años de trabajo y cuya primera parte, Reencuentro, escrita en 1973, fue prohibida por la censura en España. Antagonía fue concebida durante la estancia de Luis Goytisolo en la prisión de Carabanchel: allí permaneció unos meses en 1963 por su pertenencia al Partido Comunista. “La izquierda de hoy no tiene nada que ver con la de entonces”, comenta, “los que se dicen herederos de los comunistas de entonces no saben qué implicaba ser comunista entonces”.
Goytisolo ha dejado la política activa, aunque su carácter rebelde, crítico e inconformista todavía lo define. Anagrama publica ahora El atasco y demás fábulas, libro que reúne las fábulas que el menor de los Goytisolo ha compuesto lo largo de cuarenta años. Ojos, círculos, búhos, Devoraciones y Una sonrisa a través de una lágrima conforman este nuevo volumen en el que se añade El atasco, escrita en 2015 y que resume el sentido profético, en palabras del editor Jorge Herralde, de las prosas de Goytisolo. Las fábulas son un destello, una iluminación del mundo actual que ya no es aprehensible desde la razón o el sentido, sino desde la incoherencia y lo absurdo.
En la fábula Pirro derrotado parece afirmar la no utilidad social y moral de la literatura. ¿Tan desconfiado es?
Puede que, con respecto al presente, en aquella época, en 1976, cuando escribí esta fábula era más pesimista. Ahora lo soy bastante menos, ahora soy algo más optimista y creo que esto se percibe. No comparto ya esa idea de la no utilidad de la escritura como tampoco comparto la idea de que se va a dejar de leer ni la idea de que el papel desaparecerá por culpa de lo digital. Hay encuestas que demuestran que todavía hoy la gente, lógicamente, prefiere el papel. El libro aguanta bien y el caso de Anagrama es particularmente relevante al respecto: Anagrama ha pasado unos años más o menos críticos, pero está remontando.
Es decir, que si hubiera escrito hoy la fábula, Pirro no hubiera salido tan mal parado.
Sí, puede ser.
En sus fábulas nos describe casi como marionetas.
Sí, sí, se trata precisamente del estado de alienación del mundo actual y de esa alienación que lleva a asumir disparates con perfecta naturalidad. Y, precisamente, de este tema deriva el humor de las fábulas: el humor nace de la alienación, es decir, el humor es el reflejo de esta alienación que comentas y que se refleja en frases o conversaciones que no tienen sentido, son discursos absolutamente disparatados. [Goytisolo abre El atasco y demás fábulas, recorre rápidamente sus páginas hasta detenerse] Fíjate en este [ me señala un fragmento de Devoraciones.]
—¡Hombre! ¡Cuánto tiempo sin vernos!
—Perdón, pero me parece que se confunde. No creo conocerle de nada.
—¡Precisamente!
Es una conversación absolutamente disparatada, porque el disparate es consustancial, digamos, al mundo actual.
En la introducción, Ignacio Echevarría habla de cómo sus fábulas recuerdan, incluso, al teatro del absurdo de Beckett.
Sí, es cierto, Ignacio cita a Beckett, a quien no tenía presente, pero sí hay cierta relación con el autor de Esperando a Godot, si bien no me parezco en nada a él. En el caso de Beckett hay menos humor que en las fábulas aquí reunidas, su obra es más trágica. El punto en común es que el sentido, en ambos casos, se encuentra en lo absurdo.
Afirmaba en una ocasión que la literatura era hacer brotar lo inédito a través de la capacidad creadora del lenguaje, ¿qué es lo inédito que brota en sus fábulas?
En verdad, en El atasco y demás fábulas no brota nada verdaderamente inédito en tanto que el humorismo que contienen estás fábulas está ya presente en Antagonía. Lo que sucede es que aquí doy un papel mayor a lo absurdo, mientras que en Antagonía el humor es más bien cervantino. Cervantes, al fin y al cabo, es el que inventa el humor en sentido actual: piensa que en El Quijote está presente el carácter escatológico que encuentras en mi obra y que define en parte mi humor como también está presente lo absurdo.
Recuerda, por ejemplo, el episodio narrado por Cervantes en el que Don Quijote y Sancho van por Castilla y se cruzan con unas aldeanas que van a lomos de dos jumentos y, entonces, Sancho, indicando a Don Quijote, se arrodilla frente a ellas y les dice: “Reina y princesa y duquesa de la hermosura, vuestra altivez y grandeza sea servida de recibir en su gracia y buen talante al cautivo caballero vuestro”. Las aldeanas no pueden sino pensar que esos dos están absolutamente locos y el lector inevitablemente echa una carcajada al ver lo absurdo que resulta que Don Quijote vea a esas aldeanas como princesas.
En las fábulas, sin embargo, da una vuelta de tuerca y lo absurdo se exagera desde el propio lenguaje.
En efecto, el tipo de humor más cervantino del que te hablaba es más bien el que define a Antagonía; en El atasco y demás fábulas, en cambio, el humor es todavía más absurdo, es un humor más próximo al de Samuel Beckett, si bien no me parezco en absoluto a Beckett.
Rabelais también está presente, sobre todo por el elemento escatológico tan presente en muchas de las fábulas.
Sin duda, Rabelais está presente, puesto que el humor de estas fábulas no es solo escatológico, sino que es un humor irreverente. Y el carácter de irreverencia resulta particularmente evidente en Devoraciones, donde doy algunos consejos sobre cómo utilizar el lenguaje: “Construya correctamente sus frases, utilice con precisión la palabra adecuada. Atención a los barbarismos”. Son consejos que se oponen al carácter escatológico e irreverente del lenguaje, “evite toda expresión grosera, obscena, soez, chabacana y malsonante. Denuncie la blasfemia; repárela, persígnese, rece alguna jaculatoria”, pero los consejos concluyen con: “una voz: esto es como soltarse a orinar y retener un pedo al mismo tiempo”. Lo irreverente y escatológico vuelve a aparecer.
¿Compra la definición de las fábulas como historias de carácter político?
No, no estaría del todo de acuerdo y no lo compraría. En El atasco y demás fábulas no hay fábulas políticas, la política y lo político son demasiado concretos como para definir estas fábulas. Aquí, en este libro, se plantea una situación más general: lo que destaco es que los políticos están cada vez más domesticados por los poderes económicos. Quienes mandan hoy son quienes controlan el mercado, hoy los políticos y la política cuentan poco porque ha triunfado la realpolitik y esto se refleja, en general, en todas las fábulas, desde la primera escrita en 1968, aunque es particularmente claro en El atasco, el primer relato del libro, y el más reciente, escrito en 2015.
Sin embargo, todas las fábulas contienen un claro discurso crítico hacia el contexto social, económico y cultural del presente.
Sí, hay un discurso crítico, pero no político. Es un discurso crítico en contra de este decaimiento de lo político y del triunfo del mercado y su carácter engañoso: China es un país teóricamente comunista, donde sin embargo hay millones de millonarios. Las fábulas son una crítica en contra de este dominio del mercado: de lo que se trata hoy es de que los sueldos sean bajos, pero suficientes para consumir. Y ante esto no hay reacción social, más bien hay una situación de alienación o de autoengaño.
Como anuncia el primer relato, ¿estamos en un atasco?
Sí, efectivamente, ahora mismo es como si estuviéramos atascados.
Se le ve pesimista. ¿Trata de eso la literatura subversiva?
Hoy día todo el mundo está pendiente no se sabe de qué, pero no hay una reacción y yo no veo una clara alternativa. ¿Literatura subversiva, la mía? Subversivo es mucho decir, porque lo subversivo implica siempre proponer una alternativa y yo no propongo nada. Yo simplemente critico. Ser subversivo significa tener una propuesta para contraponer con el sistema presente; sin embargo, yo no ofrezco ninguna alternativa o propuesta nueva porque, sinceramente, no la veo.
Todavía no habían llegado las segundas elecciones y, sin embargo, Luis Goytisolo (Barcelona, 1935) ya lo vaticinaba: “Estamos atascados y poco se puede hacer”. Niega todo pesimismo y, sin embargo, poco optimismo se percibe en las palabras de uno de los experimentadores literarios de nuestras...
Autor >
Anna Maria Iglesia Pagnotta
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